En cada rincón de nuestro planeta hay mujeres y hombres que brindan su existencia a favor de la cultura y el arte, desde aquellos lugares, aún los más recónditos, su labor conforma una especie de vórtices que dan vida al entorno y a quienes les rodean.
Los vórtices culturales trascienden a sus generadores, porque detonan sinergias que son posibles por la activación de nervios sociales.
Nervios sociales que, cual vasos comunicantes, generan un fluido permanente entre el “yo” y el “nosotros”.
El ir y venir entre el yo y el nosotros en el campo de la cultura es a todas luces herencia que tarde o temprano es reconocida justamente gracias a sus efectos.
Entre la yoidad y la otredad hay vastas dimensiones que solo quien las anda puede dar cuenta de la maravillosa comparecencia en el aquí y ahora.
Escribo desde esta serie de cavilaciones en las que tiene cabida el justo reconocimiento que en breve recibirá Esmeralda Longhi Suárez, con motivo de sus primeros cuarenta años dedicados a favor de la cultura.
Las autoridades de Mar de Plata, Argentina, reconocerán una vez más la labor cultural de Esmeralda desde su trinchera literaria.
Esmeralda, quien ha dedicado gran parte de su vida a la educación, a la literatura y a la divulgación de la obra artística de los demás, sostiene con voz entrecortada que hasta su último aliento seguirá haciendo lo que siempre le ha vitalizado: escribir y compartir lo que quienes le rodean hacen con tanto amor.
Conocí a Esmeralda gracias a los buenos oficios de mi amiga, la también escritora argentina, Aurora Olmedo.
Conocí a Esmeralda, aún sin conocerle.
A pesar de la distancia, experimenté los beneficios de su bondad.
Más tarde, leí con sumo interés sus orígenes familiares de principios del siglo XX.
Bebí con cierta nostalgia los antecedentes cuyo centro reposan en la casa edificada en la esquina de Mayo con Salta, Mar de Plata.
Vi las fotografías blanco y negro de Emilio Suárez Arias, abuelo de Esmeralda, quien nacido 1886, fue el primer vecino de aquella añeja demarcación.
Leí un poco la historia de doña Segunda Rodríguez, abuela de Esmeralda, y luego de Don Leoncio Nello Longhi y de Vida Suárez –padres de mi hoy amiga–; poco a poco fui reafirmando que los vórtices culturales no nacen por generación espontánea.
Los vórtices culturales surgen a pesar de la adversidad, pero gracias al decidido convencimiento de las personas.
La familia de Esmeralda y ella misma, constituyen un vórtice cultural.
Saber que a Esmeralda le precedieron los esfuerzos de sus antecesores en torno a la Casa del Pueblo, y, posteriormente, la Biblioteca Juventud Moderna, es reafirmar que sobre lo que parece destino siempre hay libre albedrío.
El reconocimiento a la labor de Esmeralda, es, aunque no se quiera, homenajear indirectamente a sus destacados ancestros que hicieron mucho por la cultura de Mar de Plata.
Hoy, Esmeralda Longhi Suárez tiene una trayectoria que es justo hacer visible ante las futuras generaciones, pero no todo acaba ahí, es preciso evidenciar lo que sigue haciendo, pues su nombre, el cual a manera de leyenda, sigue creciendo en beneficio de las nuevas generaciones de artistas.
Desde aquí un modesto reconocimiento a Esmeralda, y a todos los artistas que han estado a su lado y que, afortunadamente, han constituido un vórtice cultural desde Mar de Plata.
Enhorabuena querida amiga Esmeralda Longhi Suárez.
Felicidades.
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