No se trata, amable lector, del título de una película romántica, ni la información sobre la floración de los pensamientos, hortensias, dalias o crisantemos. Es el último anuncio (o la última predicción) del cateto Sánchez. Este hombre no cesa de hacer predicciones, propuestas a largo plazo, promesas de encantador de serpientes y necedades vanas y algún día deberá pasar por un psicoanalista. Cuando se dio cuenta (muy tarde creo yo) de que la redondez de Iván no era como alguno de sus sinónimos (sutileza, elegancia, turgencia) sino que se traducía en disparates teóricos y poco prácticos, sin ningún rigor ni crédito, rompe el esquema del que ha venido presumiendo (de presunción hueca tiene muchos megas) y se sumerge en una lastimosa laguna que lastrará aún más su reputación ante propios y extraños.
Porque con la vulgar Adriana Lastra en la que se apoya, poco camino llano podrá recorrer. Lo que es, y significa Pedro Sánchez, ha quedado meridianamente claro en su reciente viaje por Estados Unidos. Allí no ha sido cumplimentado por ni siquiera un alcalde pedáneo, porque en ese país (muy patriota, por cierto) no dan cancha a gentes que mienten más que hablan. Él ha ido en plan “aquí estoy yo”, con un séquito fiel, pero de resultados: nada. Y suplicando que las empresas americanas vengan a “sacarnos las castañas del fuego” por su supuesto perfil del “guapo irresistible”.
Y no se ha dado cuenta, el muy lerdo, de que los americanos no gustan de su alianza con partidos que odian la economía que se practica en EE.UU. Allí amparan las políticas conservadoras de protección a la propiedad privada, el pleno empleo y de pocas alianzas con chavistas. Aquí estamos a años de luz deesos postulados y no vendrán inversores extranjeros por mucho que el embustero lo prediga, como cinco veces predijo el fin del Covid-19 y aquí seguimos en la enésima ola.
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