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Reflejos desde la montaña

Alejados de las perspectivas agobiantes, distinguimos mejor las auténticas circunstancias
Rafael Pérez Ortolá
jueves, 29 de julio de 2021, 09:10 h (CET)

Metidos de lleno en el tráfago diario, apenas percibimos los matices de cuanto acontece en la proximidad; todavía son mayores las dificultades en lo referente a los fenómenos alejados del entorno habitual. Se requiere una formación adecuada junto a una fina perspicacia para estar al tanto de los mecanismos involucrados en la realidad del momento. Se acumulan las IMPRESIONES en una densa mezcolanza, en la cual los cambios se atropellan a gran velocidad. Semejante confluencia no favorece la asimilación de lo que está sucediendo, ni tampoco nos permite el acercamiento entre los sentimientos de las personas. Deambulamos perplejos ante tantos detalles, pero un tanto enajenados.


Los efectos contraproducentes se confabulan en esta marea, pasan a ocupar en masa la capacidad de atención de la gente. Cobran relevancia especial tres RIESGOS principales. Estos ambientes propician el aturdimiento de sus pobladores, de tal manera aminoran su capacidad de reacción. El bloqueo no es sólo mental, sino también físico, con la derivación de su debilitamiento progresivo.


Con semejante acumulación de factores desfavorables se ofuscan las iniciativas emprendedoras, las opciones recalan en una rutina poco prometedora. Desde ese panorama, insatisfechos, resurgen los impulsos interiores para elevar la mirada hacia proyecciones superadoras de dichas tramoyas.

Tras despertar del grave letargo ambiental, que no es poca cosa entre tantas facciones actuando de adormideras; es necesaria la DECISIÓN firme de pasar a la acción revulsiva. Como una especie de paralelismo fidedigno surge el esfuerzo de emprender el camino de ascenso por la ladera, vislumbrando esa cumbre simbólica que nos renueve las metas. El entusiasmo del proyecto es adsorbente, nadie se regodea en la mención de las dificultades; contando con ellas, el plan sigue vivo. 


Metidos en la faena, las preocupaciones ya giran en la adaptación creativa en pos del futuro esbozado, sin volver la mirada hacia los despropósitos; con la ilusión dirigida a las aperturas.

¡Ay, amigos! En la cumbre se modifican las perspectivas habituales, las inquietudes vislumbran trayectorias diferentes. La fenomenal belleza de los contrastes apunta a la comprensión del conjunto entrelazado sin fisuras. Desde arriba, las diferencias sufren una metamorfosis radical, pasan a convertirse en componentes enriquecedores. A su vez, empequeñecen a los pretendidos gigantones, se aprecian mejor sus verdaderas dimensiones y no salen muy favorecidos. Aquí disfrutamos de un espléndido CALEIDOSCOPIO, descubridor de equívocos, domador de pretensiones, fuente de ensoñaciones; demostrando algo singular, los pies se pueden asentar en distintos suelos.


Comprobamos con sencillez la importancia de la ubicación para sintonizar con los vientos de procedencias dispares, con el magnetismo del universo y con los mensajes controvertidos de los humanos. Esa variación del talante observador es fascinante, contradice los ensimismamientos, intolerancias e iniciativas uniformantes. Nos acercamos a los sones poéticos que no nos vienen mal:


Aires montañeros:


Oteo desde la cumbre

Un bello panorama

De marcados contrastes;

Mi soledad enfrente

De la gran angostura

Del Cosmos contundente.


Los retratos muestran

La  curiosa pequeñez

De gente atareada

Pero gesticulante,

En plena huida incierta

Por senderos tortuosos.


Asoman las carencias,

Apenas se oyen gritos,

Pero cunden palabras

Y fluyen emociones

Proyectadas al drama

Del solitario feliz

Mirando a la luna.


Al margen de tanto teórico dedicado a quién sabe qué maniobras, hemos de espabilar para no desvariar en las propias andanzas. Estas, al fin, no son tan complicadas si empezamos por disfrutar de las pequeñas cosas y, como sugería antes, levantando las miradas hacia los horizontes abiertos.


En el ascenso de hoy, comprobamos la importancia de elegir bien los SENDEROS para aclarar el panorama; con la altura aumenta la nitidez ambiental. Queda patente la cantidad de embrollos dejados atrás, notamos el alivio. Si nos descuidamos, la broza libertaria, los dogmatismos, la mediocridad incompetente; desviarían el trayecto hacia metas desoladoras bien camufladas.

Cuando no es el tedio de la rutina adocenada, es el remolino desatado entre el gentío, pero surge con frecuencia la placidez equívoca de sentirnos en movimiento, estando realmente paradas nuestras iniciativas. Sin esa presencia, cabe preguntarse si ese tipo de vida tiene algún sentido; ese estar sin estar activo, percibiendo en realidad efectos de origen foráneo. Liberados en estos parajes montañeros, descubrimos de nuevo la maravillosa sensación de la respiración propia. Despierta el INCONFORMISMO ante las programaciones avasalladoras. Frente a la congoja mundana que nos estruja, disfrutamos de las aperturas desde los senderos, asumiendo los riesgos naturales.


Aprovechando esta atmósfera, se ventilan bien esa cantidad de ÍDOLOS sumados en el pesado lastre cotidiano. Civilizaciones de risa o de lloros, sexismos separadores, lenguas para no hablarse, razas de medio gen diferente, ideologías de gente que no piensa; es decir, falsarios en abundancia, escondidos a veces o en exhibiciones escandalosas. Aunque parezca clara la respuesta, incitemos a la pregunta de porqué se mantienen tantos ídolos con el beneplácito de gran número de ciudadanos.


En paralelo con el aire de la cumbre, nos conviene intentar el ascenso hacia la utopía de la EXCELENCIA; al menos para poder encontrar esos recodos del camino con estímulos desbordantes para ilusionarnos. La conquista sublime suele resistirse, pero la orientación escogida nos permite los hallazgos reconfortantes.

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