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La verdadera profecía está plasmada en la realidad cotidiana, esa nos arguye qué pasa o pasará, y en la Biblia es en donde encontramos tres inmensos pilares fundamentales: esperanza, fe e ilusión. Estos tres pilares tienen todo el contenido a saber de la vida.
Cada amanecer, lleva consigo el mejor soplo, el de la vida. La acción germina en el hoy, es cuestión de despertar, de ponerse en camino para no perder el tajo del sueño. Lo importante radica en no desfallecer, en mirar el futuro con mente abierta, previo situar el corazón con su nívea voluntad y oponerse a seguir pasos que nos aprisionan y envilecen.
Para un niño, la noche de Reyes es un momento único. En ella, su pequeño universo contiene el aliento, esperando a que ocurra algo extraordinario. Es la noche en que las estrellas parpadean como si anunciaran la llegada de un mundo maravilloso, solo existente en su fantasía. Los susurros del viento traen secretos de lugares lejanos, y los niños, con los ojos brillando como luciérnagas, sienten que el mundo se llena de magia.
Tenemos meridianamente clara la profundidad de la caverna, la describió Platón con todo su simbolismo. A lo largo de los siglos hemos experimentado su realidad. Las entendederas de los más inteligentes no han logrado hallar la salida de la cueva pese a sus abundantes alardes y proclamas. Hablar es sencillo, decir algo con fundamento ya requiere mayor consistencia.
Todos recordamos los inicios y contactos del primer noviazgo donde la inexperiencia estaba presente, donde existían los nervios y las emociones auténticas ante cualquier suceso. Con ese primer amor, se fue formando parte de la personalidad que influirá, después, en la forma de comportarnos con otros, en la edad adulta.
Hay varios momentos claves dentro de estas fiestas, pero el que produce más revuelo, es el de la mañana del día de Reyes. Y es lógico: 19 mayores y 20 niños dan mucho de sí. Para colmo, sus majestades depositan todos sus regalos en el salón de los abuelos y allí acuden en manada a recoger lo que les hayan dejado.
Mi primera ilusión… ya la olvidé… no sé cual fue… si sí o si no… ¿quién sabe?, quiero saber su razón… que se vuelva atrás sin pena, que se desparrame, que se curve su destino...
Tras despertarme no quise indagar sobre este extravagante sucedido, que cambió el ritmo de mi corazón. Prefiero poderme sustentar
en aquello que tengo bien sabido: en que “los sueños, solo sueños son”.
Sólo su recuerdo me hace sentir feliz, en un sueño me dijo "pronto estarás junto a mí" y es que me estaba llevando...
Cuando nos hacemos la idea de alguna cosa del entorno, pero sobre todo de las personas, solemos plegarnos al sentido reduccionista de centrarnos únicamente en algunas señales parciales. Acostumbrados a los retratos, imágenes, quizá por resumir, por pereza, para simplificar, o para no complicarnos los razonamientos; recurrimos a la representación esquemática de un retrato y de él nos cuesta desprendernos en futuras apreciaciones.
Los regalos no suelen encontrarse, más bien se van mereciendo. Padres ilusionados en dar lo mejor de sí mismos, se embarcan, camino de misteriosa esperanza, en busca de aquel don, regalo y compromiso vital. La espera se alarga… los nervios aparecen… el miedo a lo desconocido aterra… Las manos se entrecruzan… Se abre una pequeña puerta… ¡¡Padres de…!!... Lágrimas… miradas… abrazos… ¡¡nuestra niña!!
Quizás nos convendría volver la vista a esos ojos de niño que todos llevamos dentro, cuando menos para propiciar ese cambio que hoy el mundo tanto necesita; máxime en una época hundida en la incertidumbre y en la desesperación. No trunquemos el iris de la ilusión. Hay que buscar tiempo para vivir y dialogar en familia.
Metidos de lleno en el tráfago diario, apenas percibimos los matices de cuanto acontece en la proximidad; todavía son mayores las dificultades en lo referente a los fenómenos alejados del entorno habitual. Se requiere una formación adecuada junto a una fina perspicacia para estar al tanto de los mecanismos involucrados en la realidad del momento.
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