Cuando nos hacemos la idea de alguna cosa del entorno, pero sobre todo de las personas, solemos plegarnos al sentido reduccionista de centrarnos únicamente en algunas señales parciales. Acostumbrados a los retratos, imágenes, quizá por resumir, por pereza, para simplificar, o para no complicarnos los razonamientos; recurrimos a la representación esquemática de un RETRATO y de él nos cuesta desprendernos en futuras apreciaciones. En un ambiente infestado por la mediocridad, podemos imaginar como será esa fijación. Por el contrario, si tratamos de lograr referencias de mayor fidelidad, las condiciones requeridas para su obtención, adquieren otro rango de precisión y calidad.
Somos un punto muy discreto de la inmensidad, a su vez inmenso, inabarcable para el propio sujeto protagonista. La implicación de cada partícula incrementa la inestabilidad, el dinamismo es apabullante; es imposible percibir esa movida al completo. Si añadimos los circuitos psicológicos nos adentramos en esa profundidad. Por eso, al desplazarnos a otros lugares, establecer contactos personales, manifestarnos con algún rasgo propio; traducimos en la superficie esa TRABAZÓN intensa. Hablar de complicidades, participación, ausencias, se convierten en términos relativos, puesto que nos referimos a conceptos imprecisos, partiendo del enigma de los enormes abismos.
Me parecen reveladoras las experiencias surgidas en torno a los textos, en cualquiera de sus categorías. En su elaboración beben la savia de fuentes memorables no siempre reconocidas pero patentes, pese a los negacionistas olvidadizos también con respecto a esto. En cuanto a los usos posteriores, a las aplicaciones pragmáticas, se suceden las lúdicas, en una serie interminable. Destacando la culminación en esa emergencia de factores cuando se añaden las ramas de la lectura en un DESTELLO multiforme de figuraciones inusitadas. El aislamiento de minúsculas sílabas e incluso palabras, resulta fuera de lugar ante un fenómeno participativo plagado de matizaciones previas y creaciones ilimitadas.
Será natural esa primera impresión de creerse uno el centro del mundo, ubicado además en el patio principal; pronto surgen los descubrimientos en contrario. Prescindimos con frecuencia de cuanto caracteriza a los lugares y gentes alejados de nosotros. Seguimos empecinados en constituir la principal referencia; a nivel individual es evidente, pero se amplifica en la extensión comunitaria. Juzgamos lo sucedido en otra persona, familia, pueblo, incluso en otras épocas, según las valoraciones actuales. No lo hemos olvidado, pero desdeñamos el ÁMBITO donde se realiza el evento, en una mezcla de estulticia y prepotencia. Pretendemos fijaciones falseadas de las circunstancias envolventes, en un despropósito enajenante.
Estos equívocos pueden extenderse en actuaciones escandalosas. Determinadas culturas no se parecen en nada a las desarrolladas en otras zonas, sean los países árabes, EEUU, China, Japón, o ciertas comarcas. En contraposición, es bastante común centrarse en la valoración del otro según las normativas propias; pocas veces se atiende a la comprensión del diferente. Según el poderío de cada sector, observamos actuaciones impositivas con carácter de SUPLANTACIÓN de los procedimientos. Las supuestas justificaciones se enmarañan con la aplicación forzada de presiones de diversa intensidad. La coherencia de las identidades se resquebraja ostensiblemente.
Una vez actualizada una impresión sobre la realidad, sobre una persona; ya nos referimos al pasado, el presente fue una exhalación. Enseguida se ponen de manifiesto las influencias de numerosos factores con su enorme complejidad; no podemos prescindir de la sucesión de intervinientes.
Dejando aparte la evaluación de sus repercusiones, en torno a la idea de hoy para la consideración de un retrato concreto, resalta el papel de los CAMBIOS; los antecedentes colaborando en la comprensión y los inmediatos promoviendo las previsiones, el azar en lontananza. Acostumbrados a las figuras, en el aprendizaje de la vida cobran prestancia las secuencias incesantes.
Aunque estemos situados entre los más cercanos, qué sabemos en realidad de su consistencia; seguimos sin poder sobrepasar la superficie, cargados de imprecisiones, en pleno ejercicio de ambigüedades orientadas en direcciones inverosímiles. Centrados en los aspectos concretos del momento inmediato, descubriremos o no la grandiosa ABSTRACCIÓN subyacente, en la cual se conjugan los elementos constitutivos de la figura observada, invisibles desde las afueras. La intimidad del sujeto enfrentado apenas se intuye, así como sus deseos, maneras de sentir la realidad, el como asimilan cuanto acontece y las frustraciones acumuladas; sólo nos relacionamos con algunas fibras de quienes creíamos saberlo todo.
Acaso alguien podrá librarse de las activas influencias internas y externas; de entrada, no es posible. El riesgo, seguido de los abusos degradantes, sobreviene en cuanto las actuaciones fijan esas CONFIGURACIONES de manera impropia; desdeñando las múltiples procedencias de los impulsos, bajo la dirección de intereses injustificados. El gregarismo, el clientelismo adulón, la xenofobia, ideologías y políticas, inciden peligrosamente en el diseño del perfil de personas cada vez menos dispuestas a poner de relieve sus aportaciones, plegadas a unos dominios entrañas demoníacas. Son aspectos contribuyentes poco declarados en toda su profundidad; manifestados caprichosamente por sus detentadores.
Cualquier retrato sometido a examen, sea fotográfico, mental o intuitivo; es portador de la complejidad comentada desde un sinfín de ángulos. Dado que la percepción se presente en un momento concreto, queda por dilucidar la proporción real captada de esa persona, con sus numerosos condicionantes. Son figuras que podemos calificar como FRACTALES. Están presentes, fragmentadas y cargadas de un dinamismo imperceptible en su mayor parte. Caóticas o divinas, vaya usted a saber; o las dos cosas, depende de las apreciaciones del caso. No sé si aprenderemos a entendernos sobre la base de esas condiciones previas, alejándonos de tantos endemoniados en posesión de las verdades al uso.
La gran pregunta sobre la fidelidad de los rasgos detectados no escapa de ese conjunto de factores implicados. Ahí radica el quid de la cuestión, o uno de los principales; los interpelados, que en realidad somos todos, sólo disponemos de ese camino gratificante. El de funcionar imbuidos del RESPETO mutuo. Detrás vendrá la confianza, con proyecciones, si bien cargadas de fugacidad, con la consistencia de la colaboración entre menesterosos bien encarados.
El equívoco de los retratos puede desviarnos de las esencias naturales, del buen sentido de la vida, del verdadero amor, de las ilusiones esperanzadas. La mayor fijación de la idea degrada el concepto, cuyos usos posteriores pueden conducirnos a sucesivas DEPRAVACIONES bien disimuladas con disfraces. Son frecuentes.
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