Nací en Tehuacán, Puebla, México. Me siento honrado por haber nacido en mi queridísimo Tehuacán, ese lugar que etimológicamente significa: “Lugar de Dioses” (De los vocablos nahuas: teo, Dios, hua, posesivo; can, lugar). Creo que llegado el momento concretaré pasar mis últimos días en ese terruño que me vio nacer, en el cual conocí a mis amados padres y hermanos.
Me encanta la ciudad de Puebla, además, me ha hecho incondicionalmente uno más de los suyos, tanto así, que me ha incorporado a su piel y he vivido más tiempo en esta bella metrópoli que en cualquier otro lugar. Me siento jubiloso de vivir en la ciudad de Puebla. Amo mi país. Profeso que México es una nación profundamente mística, enigmática, iniciática, grandiosa. Sin embargo, ahora, en ese inesperado viaje que emprendí en la embarcación llamada #Poesíaalasocho –la iniciativa sustentada en el valor social de la poesía–, cada vez más me siento vinculado y parte de los países latinoamericanos que me han acogido; casi toda Latinoamérica, pero en particular, y por motivos de establecer comunicación cada semana, con: Argentina, Uruguay, Colombia y Chile.
Para ser más preciso, he estrechado vínculos muy particulares con cuatro ciudades de aquellos países, en ese mismo orden: Mar del Plata, Montevideo, Pereira y Valparaíso. Debo decir que esto no hubiera sido posible sin la valiosa guía de mi amigo, el brillante escritor Leonardo Fabio Marín, y la fraternidad de los incansables y destacados: Marco Muñoz del Campo, Raúl Estrada, Aurora Olmedo, Jorge Nández, Mardolly Zapata y Alana Ramírez.
Para ir directo al grano, digo que, poco a poco también me siento cada vez másmarplatense, montevidiano, pereirano y porteño. Diariamente lo confirmo más, como el pasado fin de semana en el que tuve una experiencia que lo ratificó.
Fui entrevistado por mi querido amigo Luis Héctor Epul en su programa Escenario–sábados, 11:00 a 13:00 horas, tiempo de Mar del Plata, Argentina), cuya emisión se transmite a través de FM Faro 99.3. Los anuncios previos a la entrevista me ambientaron en los aromas y sonidos locales. Comerciales de carnicerías, pastelerías, accesorios para computadoras y comercios varios me contextualizaron en el día con día marplatense. Ahí empezó a volar mi imaginación.
Imaginé salir de la bella y antigua casa de la cuasi mítica Esmeralda Longhi Suárez –con quien hemos emprendido una sección en #Poesíaalasocho que será histórica para la vida cultural de Mar del Plata y que, llegado el momento, seguramente será reconocido por las autoridades locales–, acompañado de la permanente sonrisa de Aurora Olmedo, las empanadas deliciosas de Olga Vázquez, un buen vino tinto servido por Alfredo Oteman y el brazo hermano de Luisito Epul. Mientras avanzaba por las calles marplatenses, vi claramente cómo se sumaban a la comitiva: Mabel Luna, Alejandra Ávila, Miriam Celeste, Daniel Ceci, Mónica Alonso, Violeta de Lisi, Verónica Zeller, Beatriz Mulleady, Raúl "Lobo" D'Alessandro y tantos más que mi memoria empezó a ser injusta por no citar sus nombres.
Me vi escuchando atentamente las disertaciones del brillante Antonio Las Heras, viendo las esculturas de Marcos Martínez, reflexionando sobre los poemas rudos de Damián Andreñuky pidiéndole al genial Franco Barberón que musicalizara alguno de mis poemas. Presto a convidar su talento, vi llegar de Buenos Aires cargando su bandolón a Fabio Wasserman. Todo eso pasó por mi mente en los dos o tres minutos previos a la entrevista. Luego, un cuarto de hora de charla al aire con Luis Epul, fue un suspiro, porque no le estaba hablando a una audiencia extraña.
Estaba llegando a través de la frecuencia modulada a oídos familiares, a seres que son muy cercanos gracias a sus artistas, poetas, educadores y promotores culturales que transitan a través de mi programa. Sí, fue una experiencia que me confirmó mi palpitar marplatense y mi adhesión a la vida cultural de esa bella ciudad y ese grandioso país.
Pasados unos días confirmé, ratifiqué, acepté y amplié: también–por apropiación fraterna– soy marplatense, montevidiano, pereirano y porteño. Lo soy, porque detrás de cada gentilicio de esos hay corazones con nombre y apellidos que son eslabones de una red invisible de esas que hacen posible el palpitar en el planeta y que me une a ellos sin dudarlo. Sin dudarlo, me siento bendecido.
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