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​Señor Sánchez, no se gobierna con promesas, sino con hechos

“Convertid un árbol en leña y arderá para vosotros, pero no producirá flores ni frutos para vuestros hijos”, Rabindranath Tagore
Miguel Massanet
martes, 17 de agosto de 2021, 14:10 h (CET)

Gobernar no es hacer promesas, descalificar a anteriores gobiernos, acusar de todo lo que no resulta bien a la oposición, mentir, engañar, calumniar, atacar sin misericordia a aquellos que prefieren otro tipo de gobierno o cargar contra quienes critican las actuaciones del ejecutivo y acusarlos de ser desleales, antipatriotas, promulgar leyes de censura y procurar distraer la atención de la ciudadanía resucitando dramas del pasado, acusando al franquismo de errores actuales o pretendiendo ocultar la realidad escribiendo una nueva historia adaptada a los intereses de aquellos que la reescriben.


Tampoco es gobernar pintar futuros lejanos llenos de venturas, proyectos optimistas, igualdades imposibles o paraísos terrenales, en los que los empresarios y grandes capitalistas sean los esclavos y los revanchistas frente populistas tengan el mando. Todo ello puede servir para contentar a mentes ruines, saciar afanes de venganza, satisfacer envidias endémicas o conformar rencores atávicos pero, de ninguna manera, para que la nación prospere, mejore las condiciones de vida de sus ciudadanos, avance en el desarrollo de su economía y pueda ponerse a la altura de sus competidores del resto de la UE, que siguen el camino del trabajo, el esfuerzo, el libre comercio, las inversiones en  I+D+i , la potenciación de la iniciativa privada, modernización de las industrias y la contención del gasto público que, cuando ocurre como en España que, el Gobierno, lo utiliza para ir en contra de la actividad privada, para mermar las libertades individuales e intentar el camino de las financiaciones, las nacionalizaciones o mediante el sistema de ayudas públicas; es cuando resulta evidente que sigue intentando convertir el Estado en quien acapare todas las actividades del país para, de esta manera, convertir a los ciudadanos en funcionarios sujetos al poder político.


Y es en esta tesitura en la que nos encontramos en estos momentos, aparecen problemas que no se solucionan con discursos estalinianos, o arengas como las de Musolini o inacabables y aburridas disertaciones como las del dictador Fidel Castro; porque es cuando hacen falta técnicos y no políticos, entendidos y no profanos,  expertos y prácticos en la materia y no señores que sólo piensan en mantenerse en el candelero para seguir cobrando unos emolumentos que nunca en su vida soñaron percibir y, por supuesto, personas honradas capaces de ponerse por encima de ideologías, cuestiones personales o intereses de partido para poner en primer término lo que, de verdad, puede favorecer a la ciudadanía, a ricos y pobres porque en esencia es a todos a quienes afecta y perjudica. Hablamos del problema de un coste de la electricidad desbocado, imposible de contener, fruto de un incomprensible maremágnum de impuestos y diversos costes en el que, salvo personas muy expertas en este tipo de facturas, puede ser capaz de desentrañar.


Con personajes de la talla de la señora Teresa Ribera al mando, una más de estas feministas que pensaron que si ellas ocupaban los cargos en el Gobierno todo funcionaría a las mil maravillas, hasta que se han dado cuenta de que, para ocupar cargos de responsabilidad no basta con ser afiliadas al PSOE o al PC, no es suficiente ser una feminista integral o tener un título universitario, méritos que les han permitido acceder a emolumentos que, en sus cargos públicos o universitarios, no hubieran conseguido percibir en toda su vida, sino que es preciso ser competentes, prácticos, objetivos, eficientes y, por encima de todo, dejarse aconsejar no por cientos de paniaguados que consiguen el cargo de asesor, no por sus méritos sino por ser adeptos, incondicionales, fieles y votantes del PSOE lo que, evidentemente, no les faculta para ser unos buenos consejeros; una circunstancia que desgraciadamente no concurre en el caso de la señora ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, a la que lo único que parece que se le ha ocurrido para salvar la situación de la factura eléctrica, ha sido la de volver al sistema de las nacionalizaciones, el de que el Estado supla a la iniciativa privada lo que, en ningún modo, significa que si se recurriera a tal sistema los impuestos exagerados que gravan la factura de la luz dejaran de imponerse ( lo que evidentemente parece ser el método más adecuado) sino que, seguramente, con la excusa de buscar potenciar las energías alternativas, se recurriría, como es muy probable que acabe sucediendo, mediante la creación de nuevos impuestos que, por una parte, pudieran ayudar a bajar los que actualmente hacen insoportable el precio del megavatio-hora, una bajada que quedaría compensada y, con toda seguridad empeorada, por el resto de impuestos que se crearan para que el Estado no dejara de percibir el importe que ahora recibe a través de las facturas de los consumidores.


Pero no dejen de observar cómo, el señor Pedro Sánchez, sigue al pie de la letra el programa que se ha trazado para evitar que, cualquier tema que pudiera afectarle personalmente, tuviera la posibilidad de dañar su imagen o supusiera un desdoro para su figura de presidente del gobierno. Cuando se trata de dar una buena noticia, anunciar algo satisfactorio para el pueblo español, colgarse una medalla que refuerce su autoestima o egolatría que, para el caso, es lo mismo o evitar decir algo en contra de sus compañeros de Podemos en el gobierno, función que deja a cargo de sus ministros. Entonces ya procura que su aparición ante los medios sea en momentos punta, ante la máxima audiencia y en solitario, para que no haya duda de que el mérito le corresponde a él y no a las personas que comparten con él la legislatura.


Y esto ha ocurrido una vez más cuando el señor Sánchez, el presidente, ha acudido al acto cultural de la presentación del centenario del nacimiento del Nobel de Literatura José Saramago. Un tranquilo y, aparentemente, satisfecho de sí mismo, Pedro Sánchez, hizo gala de un optimismo que, para cualquier ciudadanos que  en estos momentos pueda calibrar por sí mismo la delicada situación en la que nos encontramos, lo difícil que resulta acabar de dominar las variantes (Delta) del virus y lo decepcionante que ha resultado ser la campaña del turismo, especialmente del extranjero, pese a la evidente mejora que se está registrando en los últimos meses que, según fuente bien informadas, no salvará más del 50% de lo que se tenía previsto para este año; puede resultar incomprensible y hasta una tomadura de pelo. Presumir de la vacunación de los españoles no es más que una de estas perogrulladas a las que nos tiene acostumbrado ya que el control de la epidemia, para bien o para mal, lo tienen en el Parlamento y organizaciones afines de la UE. Es evidente que se necesita tener una cara dura de cemento armado para colgarse medallas, cuando España ha sido de los países europeos que ha tenido más fallos, que se retrasó más en aceptar la peligrosidad del virus y aquel en el que se han registrado más chanchullos y más fallecimientos, aunque, incomprensiblemente, se ha intentado ocultar esta información, por parte de quienes han tenido en sus manos las verdaderas cifras de muertes por causa del coronavirus. Pero, ya se sabe, no se admiten preguntas de los periodistas, que siguen amordazados en todas sus comparecencias por un absurdo y más que sospechoso intento de evitar que, al señor presidente, se le hagan preguntas que, con toda seguridad, le resultaría difícil de contestar y a las que le resultaría muy incómodo poderles dar una respuesta coherente.


Es evidente que el presidente de nuestro Gobierno, como le ha recriminado el señor Casado del PP, no haga mención ni, aunque fuera superficialmente, del problema número uno al que se enfrentan los españoles en este caluroso verano. Un incremento del coste de la luz de un triple por ciento en un año, en pleno mes de agosto es algo lo suficientemente transcendental para la economía del país, como para que el presidente del Gobierno deje de hacer mención a ello en una comparecencia pública. Claro que el señor Casado le metió una propuesta envenenada para solucionar tan complicado problema: “que el consumidor pague sólo por la energía consumida”.


Sabemos que quedan muchos temas que merecen ser comentado, algunos de los cuales sirven para calibrar el grado de sumisión de nuestro gobierno a los intereses independentistas de los catalanes, pero, necesitan mayor espacio de este que podríamos dedicarles hoy. Y tampoco quedan en el olvido la postura de Podemos en contra de la devolución de menores que entraron ilegalmente en España, con motivo de la pasada invasión de la ciudad de Ceuta.


O así es como, señores, desde la óptica de un simple ciudadano de a pie, que ha gozado, durante unos días, de su estancia en su patria chica, Mallorca, “aislado del mundanal ruido” y gozando de los placeres gastronómicos de la isla; ha sido su reencuentro con la triste realidad de una nación que amenaza con regresar a los tiempos que propiciaron la llegada de la guerra civil y, uno de los motivos que ayudaron a ello fue el enfado del Ejército y sus quejas por los bajos salarios. Ahora vuelven a darse unas circunstancias similares, ya que vuelven a ser los militares los que se muestran disgustados por las diferencias que existen entre sus emolumentos y los de otros cuerpos como la policía, la guardia Civil y los bomberos ¡Dios dirá!


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