No piensen demasiado en esta línea, su equívoco cruje, nada que ver con la igualdad; su impulso convierte a esta en un sucedáneo, posiblemente indicador de todo lo contrario. La exaltación confunde los términos de forma tendenciosa. Anula la serena observación de los hechos e impide el análisis de los razonamientos pertinentes. El primer tropiezo ya lo tenemos al contradecir su recorrido expresivo, ya no somos considerados sus iguales; es curioso, sólo sus DETENTADORES pretenden ser los representantes de la supuesta igualdad. Verdadera estupidez, pero cuela hasta extremos mayoritarios; arrastran con su talante esperpéntico acentuando los alborotos libertarios.
De un lado disponemos de la fluidez IMAGINATIVA como engarce natural del individuo con las múltiples realidades; nadie osará pregonar una única manera de percibir los entornos. Como manifestación peculiar de cada sujeto ejerce con sus matices intransferibles, aún los mantiene en las actitudes plegadas a la indiferencia. No existe el método para agrupar en un cauce común a la fantasía existencial, siempre ligada a los circuitos internos de la persona. Los excesos compiten con el escaso vuelo en otras personas, haciendo oscilar también la idea de la realidad, acercándola a la del sueño calderoniano de la etérea presencia vital; evidente, aunque escurridiza al menor intento de asirla.
Bastará con la observación escueta de un solo sujeto, aunque por pura lógica sumatoria, en la media del incremento casuístico, la evidencia se convierte en un clamor incontestable: Las apreciaciones son multicolores, cargadas de valores insospechados, sometidas a incontables condicionantes y a su vez con clara repercusión sobre sus protagonistas. La ACUMULACIÓN de espontaneidades impregna la presencia humana. El peso de esta realidad es apabullante, con independencia de cuantas afirmaciones pretendan imponer una realidad uniformista. El ridículo de estas actitudes de afanes dominadores no impide su relevancia social respondiendo a otras motivaciones.
Importa muy poco por donde discurran las declaraciones aunque procedan de gente encumbrada; los actos se expresan en idiomas diferentes. Allá donde destapemos las ollas igualatorias, ¡Oh, paradoja!, burbujean los más escandalosos distingos; suelen hacerlo con malas artes, engaños e insolencias. En los mismos comportamientos cotidianos, los ejemplos reiteran una OBTURACIÓN insidiosa de los caminos contra la fluidez de las inquietudes particulares. Son obstáculos falsos en un doble sentido. Los mismos promotores funcionan de manera heterogénea, muestran sus variaciones constitutivas. No digamos con respecto al resultado de mezclarlos con la riqueza de matices por parte de los receptores, incluidas sus réplicas.
No es cuestión de ignorancias, el conocimiento de la pluralidad es elemental, quien menos lo espere lo experimentará en sus propias andanzas. Por lo tanto, no parece apropiado tildar de bien intencionadas a las posturas coercitivas basadas en argumentos sacados de chisteras ocultas. La sospecha inicial de sus devaneos se traduce pronto en alarmantes comprobaciones. La chocante paradoja inicial, descubiertas sus falsas apreciaciones, destapa la DESVERGÜENZA de proclamar liberaciones sin abandonar la fuerza para colapsar las iniciativas ajenas y combatirlas hasta su destrucción. Es decir, la pretendida igualdad deviene en movimiento envolvente, como una férrea horma en beneficio de terceros; antinatural sin excusas.
Hay afirmaciones mal sonantes junto a otras bien sonantes. Entre estas últimas son habituales: Eso de la idéntica justicia para todos, la libertad de expresión (Sin citar las estructuras limitantes), el pueblo con su gobierno democrático, la igualdad de oportunidades; en una ristra sin fin aplicable a cada ámbito sectorial de la sociedad. Como aquello de República Democrática Alemana sin responder a esos tres títulos. Aún con el peso de las contradicciones, cuelan esas ideas, adquieren rangos mayoritarios con extraña facilidad. La CREDIBILIDAD tan extendida acaba siendo cómplice del desvarío. Si fuera por pereza, intereses o idiotez; será la incógnita permanente, que quizá no interesa dilucidar.
Si nos dejamos arrastrar por ese frenesí enemigo de las proporciones, nos desentendemos de la asimilación de aquellas diferencias protagonistas radicales de la realidad; a lo sumo pensaremos en combatirlas, dejando arrinconado el entendimiento de sus presencias. Pero esa actitud no anula la diversidad, verdadera esencia de la vida. La tendencia al negacionismo, también en esto, nos desliza al supuesto paraíso de un solo nivel, que nadie sabe donde asienta. La evasión nos aboca a una serie sin fin de FRUSTRACIONES, porque toparemos con la irrealidad en los reiterados intentos. De la insatisfacción al desapego o la crispación, en vez de laborar por la armonía, negamos las diferencias.
Nos place la contundencia, qué le vamos a hacer; como si la rotundidad aportara razones de peso. Quién no ha escuchado la expresión orgullosa de ser hombre de una pieza. ¡Quiá! Es una entelequia escandalosa; no sólo es inexistente por las numerosas piezas cambiantes de su puzle, sino que sería un monstruo de naturaleza indeterminada. Algo parecido diríamos de grupos o grandes instituciones; cuanto más pieza, menos cercana a la realidad. Las contradicciones innatas implantadas en este mundo están abiertas al engarce que permita su asimilación, sin eliminarlas, puesto que será imposible. De nuevo estamos abocados al ENGARCE de lo diverso en el dinamismo evolutivo como respuesta.
Siempre hay quien afirma que las casualidades no existen, no suele faltar algún tipo de causa para cada evento. En ese supuesto, la atención se desvía al grado de conocimiento en relación con un acontecimiento determinado. Entramos de lleno en el terreno de la previsión a la vista de las circunstancias concurrentes; si no podemos prever una secuencia concreta de conexiones, tendemos a calificarla de casual. Sin contar con los fenómenos cuánticos, la complejidad es abrumadora y la presencia de los eventos AZAROSOS resquebraja cualquier versión homogénea de las realizaciones, tanto en referencia a las humanas, como del resto de seres vivos e incluso de los componentes inorgánicos.
Al final retrocedemos hacia las opciones elegidas por las personas en sus ambientes, equivocadas o no, quién sabe; adoptan las actitudes que configuran sus relaciones sociales. Podemos aducir la escasez de casualidades a favor de las causalidades, porque subyacen las AUTORÍAS correspondientes, cargadas de intenciones y responsabilidades, también de ignorancias como parece lógico.
A pesar de los intentos en contrario del frenesí igualitario, no hay manera conocida de controlar el volcán VOCACIONAL de cada persona; por debajo de este cráter, nadie puede presumir de conocer sus fondos misteriosos. Entonces surge el río de lava en forma de disposiciones individuales, cargadas de matices, con un ESTILO insustituible, que permanece activo a pesar de las presiones.
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