Como todos sabemos, la trayectoria de Pedro Sánchez, (lacayo de los comunistas de Podemos) desde que llegó torticeramente a la presidencia del Gobierno, está envuelta en una especie de tela de araña que abarca todas las trapisondas e ilegalidades conocidas que están dejando a España en un estado de letargo social y económico del que difícilmente podremos salir si este cateto, plagiador y embustero sigue en su puesto.
La última traición que ha cometido ha sido en la reunión inconstitucional de Barcelona en la que han dado en llamar “mesa de diálogo” y que es realmente la “mesa de la traición”. Con ello, ha roto su dignidad personal (si es que la tenía)y malbaratado el cargo de presidente del Gobierno de España. Poco le ha faltado para arrodillarse ante el otro Pedro, el monigote de Junqueras, y sus ridículos y ensombrerados “soldaditos de la nada” que le recibían con la intención de humillarle. Tanto que esos anfitriones, cobardes y ladrones retiraron la bandera de España y Sánchez, el traidor, por poco trompica al inclinarse ante el trapo separatista. Si en vez de Sánchez (o el malvado Zapatero) hubiera estado en esa situación cualquiera otro presidente del gobierno, de los habidos en España desde 1978, al retirar la enseña española estos desalmados, hubiera hecho “mutis por el foro” como corresponde a un patriota, a una persona de honor, a un auténtico español.
Pero ¿qué se puede esperar de un traidor que persigue a la oposición, a la iglesia, y a la monarquía y se alía con la parte de España más insolidaria, cuyos dirigentes no han dejado de engañarnos, robarnos e insultarnos. Y, además, llaman charnegos a quienes procedentes de otras regiones y con su esfuerzo -mal pagado- han levantado a aquella región que ahora está en absoluta quiebra. Todo esto es muy triste y su protagonista principal un indeseable. Pero albergo la esperanza de que algún día no lejano logremos entre todos mandarlo a un lugar donde no pueda hacer daño.
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