Las mezquindades políticas no dejan de sorprender, cuando se trata de atribuirse méritos ajenos o eludir responsabilidad en fracasos. La hipertrofiada historia militar de algunos países sudamericanos como Paraguay, no es ninguna excepción. Ya sabemos que las victorias tienen muchos padres, y que la derrota es huérfana.
Las ilusorias teorías de la superioridad racial de los arios había quedado sepultado mucho antes que los soviéticos izaran su bandera sobre el Reichstag, en 1945. Un gran momento de la historia paraguaya lo señala en el perdido paraje de Campo Vía, un 11 de diciembre de 1933, hace exactamente 82 años.
En ese lugar cerraría el cerco un coronel que sería recordado como la pesadilla de sus enemigos militares en la guerra, y políticos en su propio país. Su audaz maniobra fue tan increíble que los mandos que estaban por encima de él debieron pedir varias veces confirmación tras su anuncio de haber cerrado un camino encerrando en triple cerco a dos ejércitos bolivianos. Se trataba de Rafael Franco, quien no solo irrumpìa para ser el gran protagonista de una victoria decisiva, también para convertirse en leyenda.
La victoria obtenida aquel 11 de diciembre de 1933 significó para el Paraguay hacerse de más armamento del que disponía al iniciarse la guerra, en tanto la derrota fue tan abrumadora en filas bolivianas según narra el capellán de las tropas paraguayas en sus memorias, un prisionero boliviano junto a él en ese momento exclamó consternado: “La guerra ha terminado. Kundt nos ha traicionado”.
Era un alto oficial boliviano que no se equivocaba. Justamente, la debacle boliviana obligó a renunciar al general alemán Hans Kundt, y hubiera significado el final de la contienda si no se hubiera concedido un armisticio en el que los suspicaces creyeron entrever la mano de la empresa petrolera Standard Oil, acusada en el Congreso norteamericano de financiar a Bolivia. Juan Stefanich escribió sobre aquel gran momento de la historia militar paraguaya: ”Desde los campos encendidos del Chaco fueron barridos de América, como en los tiempos de la emancipación, generales y técnicos europeos y otros de menor jerarquía, en forma aleccionadora”.
Escribió Jorge Luis Borges que no existe el olvido, y quizás para darle la razón, este 11 de Diciembre algunos memoriosos preparan un gran acto conmemorativo de aquella historia poco recordada, un choque donde incluso blindados fueron capturados por paraguayos apenas armados con cuchillos largos conocidos como machetes.
Se recordarà al gran protagonista, Rafael Franco, con una canción popular compuesta en su memoria y denominada en guaraní Fantasma del Parapitì. Una banda militar y una compañía de fusileros rendirá honores a los descendientes de la proeza, y el presidente de la Academia de Historia Militar paraguaya les entregará pergaminos.
Se inaugurará una placa con la nomina de héroes en dicha acción, incluyendo a un ruso que hoy es héroes del Paraguay, Leónidas Lesh. Se descubrirá además un mapa ilustrando sobre ingratos sucesos acaecidos a mediados de 1938, cuando un grupo de paraguayos deportados ofreció la patria a cambio de pozos de petróleo.
En Paraguay toda esta crónica es desconocida, dado que la historia de este país fue escrita por los vencedores en una guerra del siglo XIX en la cual el país fue derrotado por la traición de sus aliados naturales en la región. Sucedió lo mismo en una guerra posterior, en la que aunque el país resultó vencedor en los campos de batalla, fue derrotado en la Paz y por La Paz.
La historia colonialista que padece gran parte de la región, hizo que en Paraguay se difunda una memoria fabricada tras una conveniente disección selectiva, por el mismo poder que convirtió al país en una nación vencida. Es la memoria disecada y estéril que este 11 de Diciembre empezamos a remover.
|