La perdida de reparo en manifestarnos tal como somos o como nos sentimos se incrementa con la edad. Es una especie de vuelta a la infancia. El niño jamás trata de ocultar sus sensaciones y la transmite sin ningún tipo de filtro. Su capacidad de llorar o de reír les permite cambiar sus sentimientos en muy corto espacio de tiempo. No se si habrán observado que a los mayores nos sucede lo mismo. Con la edad hemos perdido gran parte de la actitud vergonzosa que nos impide manifestar nuestros sentimientos; de aparentar una dureza de la que carecemos. Cuando nos hacemos mayores es más fácil despertar nuestra sonrisa y en cualquier momento brotan las lágrimas de nuestros ojos ante la mínima circunstancia que las provoquen. Todo esto se trasluce en nuestras conversaciones o nuestros escritos. No nos recatamos en hablar de nuestros sentimientos y nuestra situación actual. Hemos perdido el miedo al “que dirán”. A veces, esa franqueza llama la atención. No estamos acostumbrados a la sinceridad excesiva. Mis amigos y algunos lectores me achacan la facilidad con que se trasluce en cuanto escribo mi situación anímica. No es más que un reflejo de lo que sucede en mi interior. Lo bueno que tiene esta cualidad es que te hace pasar de la posible depresión a la euforia ante la mínima presencia de unos brotes de esperanza. En mi caso, cualquier señal de comprensión y de apoyo por parte de los familiares o amigos, me hace remontar con facilidad y sentirme tranquilo hasta la próxima. En los malos momentos es muy importante gozar de la opinión de aquellos que te quieren. Aunque no estén próximos a ti a diario. Esos amigos “macizos y roqueños” de siempre. No es preciso verse demasiado para mantener o hace crecer una amistad. Todos sabemos distinguir entre conocidos, colegas, compañeros, amigachos y amigos. Estos últimos se mantienen durante años. Para mí, su mejor característica se manifiesta en su exigencia de que tú seas cada vez mejor y más feliz. Y que, aunque conozcan tus defectos (y no dudan en recordártelos), te acepten tal como eres. Recientemente he tenido una reconfortante experiencia de lo anterior. De todo la anterior saco como consecuencia que debemos estar atentos a la situación de tus amigos. No es difícil conocerla porque, a nuestra edad, somos bastante transparentes. Entonces tenemos que reaccionar inmediatamente dando esa palabra de aliento y de solidaridad que hace cambiar bastante los sentimientos del amigo problematizado. No os avergoncéis de vuestra posible transparencia. El llorar o el reír descongestiona mucho y eso es bueno. Una lagrimita a tiempo sienta muy bien.
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