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​Colau investigada y la izquierda radical desbarrando contra los ricos

Gentes sin escrúpulos, para intentar hacerse famosos, recurren a un tipo de comentarios que sólo hacen que demostrar sus propias carencias
Miguel Massanet
viernes, 21 de enero de 2022, 08:42 h (CET)

Tarde o temprano salen a relucir las grandes mentiras políticas de las que se valen las izquierdas para captar votos y hacerse con puestos claves en la administración, valiéndose de la ignorancia, falta de preparación, aversión en contra de quienes gozan de una buena posición y facilidad de caer en las trampas informativas, que siempre están a disposición de esta prensa vendida a la izquierda, en la que una parte importante de nuestros ciudadanos cae, incapaz de darse cuenta de que son objeto de manipulación interesada de los grupos o mafias que buscan hacerse con el poder mediante la estafa política, el engaño y las falsas promesas que, a la hora de la verdad, quedan convertidas en humo.


Si hay alguna persona que haya contraído más méritos para ser rechazada y expulsada del cargo municipal que ostenta, no dudamos en afirmar que se trata de la alcaldesa de Barcelona, la señora Ada Colau. Una comunista de raza, experta en enfrentarse a la ley, impedir la ejecución de desahucios obstruyendo la acción de la justicia y, ella misma lo ha declarado así, partidaria de rechazar el cumplimiento de las leyes estatales si resulta que, a ella, erigida por sí misma como máxima autoridad judicial, no le parecen bien o son contrarias a su manera de pensar. Una dama, llamémosla así, que no ha dudado en abjurar de su vida como contestataria, de su existencia proletaria y de sus vestidos de activista callejera para adoptar maneras burguesas, cobrar pingues honorarios y vestir a la última moda, sin importarle el precio de las prendas que utiliza.


Lo curioso, lo más llamativo de estas personas, de quienes mientras están en lugares de oposición o se dedican a la protesta callejera, exhiben maneras radicales, protestas de carácter violento y demandas exigiendo más igualdad, menos diferencias económicas o más honradez en las personas que ejercen cargos públicos y les piden que mantengan supuestas reglas éticas de conducta, cuando son ellas mismas las que, cuando ocupan las poltronas políticas, rara vez ponen en práctica y siguen al pie de la letra aquellos virtuosos comportamientos, que con tantoapremio les pedían a las autoridades municipales, autonómicas o estatales que las precedieron.


Y hete aquí que, cuando un juzgado de Barcelona cita a declarar a la señora Colau, el de instrucción nº 21, el día 4 de marzo a las 10’30 horas;  la autócrata alcaldesa de la ciudad condal, en lugar de tomar nota de las reglas que imperan en los códigos de las formaciones políticas, en los que se exige a sus afiliados que “cuando sean imputados o investigados por alguna causa relacionada con la corrupción, prevaricación, malversación o apropiación de fondos públicos en interés propio o de terceras personas” y presentar, como se le exige, la correspondiente dimisión de su cargo público; se hace la desentendida y se niega a ello pese a que, en la querella que se ha interpuesto contra ella, se la hace responsable de: prevaricación, fraude en la contratación, malversación de caudales públicos, tráfico de influencias y negociaciones prohibidas; una retahíla de presuntos delitos de una gravedad incontestable, capaces de llevarla a prisión por unos años.


Ella, en su soberbia, ya da por descartada toda posible acción penal en su contra, nada raro en una persona que se considera a sí misma libre de cualquier responsabilidad por incumplimiento de la legislación española. Sin embargo, dentro de este inconfesable mundillo de los separatistas, de todos estos que han decidido no cumplir con el Estado de derecho, de estos que se dedican a criticar y poner por los suelos el sistema legal de la nación española, no aparece nadie, salvo C,s y el PP, que se haya acordado de que quienes cometan corrupción, fuera de la formación política que fuere, debe cumplir con la obligación ética de pedir la dimisión o renuncia de su cargo político, sin que se deba esperar al resultado de la investigación pertinente; algo que, al parecer, no le entra en la mollera de la señora Colau que, como queda evidenciado, se considera exonerada de responder de sus presuntas irregularidades en el ejercicio de su mandato.


Les pido que hagan un acto de imaginación y piensen en lo que hubiera sucedido si cargos semejantes se hubieran interpuesto contra el alcalde de Madrid. El revuelo nacional que se hubiera armado hubiera puesto a toda la nación de patas para arriba y las exigencias de dimisión no vendría de sus compañeros municipales ni tan siquiera de las autoridades autonómicas, porque el rechazo y la petición inmediata de que renunciase a su cargo vendría directamente de la propia Moncloa.


Pero en España las cosas, desde hace algún tiempo, están funcionando de otra manera. La legalidad y los juicios sobre personalidades políticas son interpretados de forma diametralmente opuesta según que aquellos sobre los que recaigan las acusaciones pertenezcan a la derecha o a la izquierda política. Haciendo uso de lo que ya hace tiempo que se han auto concedido los partidos de las izquierdas, la superioridad moral sobre la oposición conservadora, no dudan en interpretar las leyes según sea que les convenga de modo que, si la persona supuestamente delincuente es de sus propias ideas, entonces se encuentran todo tipo de excusas, explicaciones, justificaciones, eximentes y demás descargos para evitar que el peso de la Ley caiga sobre ella. 


Todo lo contrario, empezando por la llamada “pena de la prensa” sucede si se trata de un supuesto delincuente de derechas. Entonces toda la enorme fuerza propagandística que apoya las izquierdas, se lanza en tromba, para aniquilar, antes de que se la juzgue, la honra y el prestigio de aquella víctima que, como sucede muchas veces, cuando ha sido juzgada resulta inocente de los cargos que se le hacen.


Este ha sido el casi paradigmático de lo que le ha sucedido al miembro del PP en Valencia, señor Camps. Pese a que fue objeto de la persecución más ensañada, de las acusaciones más dañinas y del más vil de los comportamientos, ya que era una persona que estaba muy enferma y no se tuvo la más mínima consideración por su estado físico; el tesón, la valentía, el empeño y la razón que le asistía han permitido al señor Camps ir ganando, uno tras otro, todos los juicios en contra de su persona. Ahora, en justa represalia contra aquellos que le incriminaron falsamente, piensa acudir al tribunal de Estrasburgo para pedir reparaciones y que se le devuelva el honor del que fue privado injustamente. Ninguno de los que le acusaron falsamente parece dispuesto a excusarse y pedirle perdón.


Y un comentario sobre una periodista del panfleto catalán La Vanguardia. La señora Gómez Melenchón, evidentemente una más de estas víctimas del reconcomio contra los que tienen dinero, hablando de algo tan absurdo como es “el rostro de los ricos cuando hablan de esquí” y yo me pregunto ¿a quién, sino a una persona rencorosa y obcecada, se le ocurre pensar en semejante cuestión? Pero es que todo su artículo esta impregnado de prejuicios, de injustas apreciaciones y falsas y forzadas conclusiones a cerca de lo que, al menos para ella, son un peligro para la humanidad. Esta señora chorrea desprecio, muestra una incultura supina respecto a quienes son el motor de la nación y que, gracias a ellos, millones de trabajadores pueden llevar comida a sus familias. Dice la moza: “Un millonetis vive en otro planeta, quien te restriega su dinero sólo es menos pobre que tu”.


Un juicio que, evidentemente, se hace partiendo de que quien lo hace tiene la capacidad de ser objetivo algo que, evidentemente, esta señora no es. Con la palabra, peyorativa y despectiva, de “millonetis” abarca sin discriminación alguna a millones y millones de empresarios que han puesto una industria, un negocio, unos almacenes etc., que han creado riqueza y trabajo para España. Nos gustaría saber lo que, esta periodista, aparte de juzgar sin pruebas a toda una masa de ciudadanos, considerándolos un peligro para el país, ¿qué es lo que ella ha aportado a la nación, aparte de artículos tan infumables como este al que nos estamos refiriendo? Cuántas personas de estas a las que descalifica ha conocido ella y cuántos ha entrevistado para que haya sacado unas conclusiones tan negativas respeto a ellos. Es evidente que, como en cualquier otra profesión de los miles que hay, habrá personas que actuarán correctamente, que sabrán administrar eficazmente sus industrias y las habrá que no. ¿Se ha planteado esta señora la posibilidad de que estos “millonetis” a los que desprecia, hayan hecho donaciones millonarias para hospitales, Cruz Roja, centros de recuperación etc. Si lo hubiera intentado posiblemente no había dicho tantas tonterías como ha hecho. Supongo que ella piensa que todos somos igual en cuanto a inteligencia, a formación, a esfuerzo, a dotes de mando o a una buena educación; pero la vida nos muestra que esto no es cierto y que hay personas que se han ganado una posición desahogada gracias a su talento y esfuerzo y otras que, aunque no sean ricas, tampoco son inteligentes, ni emprendedoras ni aptas para según qué clase de empresas o negocios.


La señora Gómez, parte de una visión cerrada, obtusa, subjetiva y carente de cualquier clase de un conocimiento técnico sobre una materia en la que ha preferido referirse a una superficialidad que ella misma ha querido resaltar intentando dar la apariencia de snobs, nuevos ricos o de estos personajes que, como ocurre a menudo, se enriquecen gracias a pelotazos pero que no tienen ni la formación, ni la exquisita educación que impiden que personas ricas sean incapaces de cometer una impertinencia como ella pretende atribuir a todos los ricos. Pobre señora que, por su propia animadversión de tipo izquierdista, no tiene una visión clara de lo que, en realidad, sucede en el mundo en el que vivimos.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, en ocasiones nos duele ver como gentes sin escrúpulos, para intentar hacerse famosos, recurren a un tipo de comentarios que sólo hacen que demostrar sus propias carencias y demonios personales.

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