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Al PSOE le ha salido bien la cortina de humo para que no se hable de la presunta corrupta a la que Sánchez se ha llevado a la India. Siempre actúa igual cuando las cosas se ponen feas; no quiere que le salpique más fango de lo que ya tiene encima. Ni siquiera quiere saber nada del agresor sexual, Íñigo Errejón: lo deja todo para quienes sí sabían de su vicio exagerado y degenerado.
Resulta algo extraño y difícil de asimilar el hecho de que, en España, un país que hace años que dedica sus máximos esfuerzos a promocionar el turismo, de un tiempo a esta parte y luego que la pandemia de Covid 19 hiciera estragos en nuestra economía, se produzca, en una parte de nuestra ciudadanía, podríamos decir que en el sector más izquierdista de nuestra sociedad, un movimiento de cierto rechazo.
Cuando se entra en una espiral de descalificaciones masivas, de insultos personales o de intentos de vender como éxitos lo que no han sido sino fracasos y falta de entendimiento entre los que hasta ahora vienen siendo colaboradores, miembros y gestores de un gobierno de coalición, como es el caso del que tenemos en estos momentos en España, seguramente podríamos decir que se está en vísperas de que se produzca un colapso en lo que podríamos calificar de poder.
Tarde o temprano salen a relucir las grandes mentiras políticas de las que se valen las izquierdas para captar votos y hacerse con puestos claves en la administración, valiéndose de la ignorancia, falta de preparación, aversión en contra de quienes gozan de una buena posición y facilidad de caer en las trampas informativas, que siempre están a disposición de esta prensa vendida a la izquierda.
Se desnudaron de sus siglas y, a modo de reflexión, pretendían hablar de sus experiencias políticas, según ellas. No querían hablar de partidos, ni de elecciones, ni de alianzas. Un «rebaño» de cinco. Algo así como la fiesta del pijama. ¿Mujeres del arco progresista? Crispadoras, incompetentes, y desnortadas. La del traje regional magrebí dándoselas de feminista. ¿Esta tropa va a sacar a España del agujero?
Desde que Colau alcanzó por segunda vez la Alcaldía de la capital de Catalunya cada cierto tiempo se levantan voces, interesadas por supuesto, contra esta alcaldesa que alcanzó el más alto sillón municipal con algunas promesas que cuando tomó la vara de alcaldesa vió que no podría cumplir. Ada Colau venía de la lucha contra los desahucios, disfrazada, literalmente, de aquella Abeja Maya de los dibujos infantiles cual nueva super heroína.
El fenómeno catalán ha entrado en lo que se podría calificar como la disparatada e inexplicable discordancia entre lo que aspiran unos, los más recalcitrantes separatistas; lo que buscan obtener otros, los más pragmáticos y lo que un grupo importante de catalanes, los que prefieren pisar tierra firme y no correr el albur de que la autonomía acabe desmoronándose bajo el peso de la inoperancia, la fantasía, las utopías soberanistas.
Ada Colau ha tenido la desgracia de convertir Barcelona en un estercolero a su medida. Salta a la vista la miseria y la podredumbre de las fanáticas políticas discriminatorias, donde la ciudadanía no proclive al independentismo sigue bajo la bota de la represión, las formas dictatoriales y el desgobierno municipal.
En ocasiones los españoles volvemos la mirada hacia atrás y nos preguntamos por qué hemos sido capaces de tirar por la borda un estado de bienestar que, a algunos, seguramente les parecía poco, a otros por el simple hecho de estar gobernados por la derecha, les repateaba el hígado y al resto, sin duda una mayoría, nos parecía un don de Dios poder disfrutarlo en paz, sin amenazas aparentes.
Es evidente que, en España, se estás produciendo un hecho fundamental del que, con toda seguridad, va a depender, al menos en parte, el futuro de toda la nación española. El tema catalán ha venido condicionando desde hace años parte de la política nacional y debemos reconocer que, en una parte importante los culpables de que no se haya atajado el cáncer del separatismo soberanista, que tanta fuerza ha demostrado tener en Cataluña, se debe a los miedos, el galleguismo.
La ciudad de Barcelona, capital de la comunidad catalana, no es, ni de lejos, la ciudad cosmopolita, referente cultural y emporio industrial y económico de la nación española que fue, antes de las ínfulas secesionistas de unos catalanes que buscaban notoriedad política.
Por supuesto, los muertos importan. Mucho, aunque sea uno solo. Por ello, hay que saber en qué momento pueden morir, a manos de quién o bajo qué responsabilidad. Porque la responsabilidad primera, última y única porque las engloba a todas es de la persona en quien el Estado ha depositado la autoridad para velar por la seguridad y vidas de todos: El ministro de Interior Grande-Marlaska.
Pocas veces se ha producido, en un país, una degradación tan precipitada como la que ha conseguido que padezca la ciudad catalana de Barcelona, su actual alcaldesa, desde que ella conquistó el apoyo de una parte de la ciudadanía catalana que, evidentemente, escogió el peor representante que pudiera haber elegido para gobernar, desde su ayuntamiento, la capital de Cataluña.
Cuando un político llega al poder de rebote, fruto de una de las peores consecuencias de una elección poco meditada por los votantes y, por azares del destino, por manipulaciones electorales, por mentir conscientemente de que lo estaban haciendo y por la habilidad que suelen tener todos estos sujetos que padecen ataques de grandeza, que viven convencidos de que han llegado a este mundo para salvar a la humanidad de sus errores.
Ya sabemos que se trata de un tema políticamente incorrecto y, si se trata de intentar comentarlo cuando en España existe la opinión generalizada de aceptar la venida de inmigrantes como algo positivo, necesario e ineludible, todavía es más arduo sacar a colación un tema que, sin embargo, tiene otros parámetros que podemos contemplar cada día.
La Alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, haciendo caso omiso de la Ley Electoral que señala expresamente que durante el periodo de elecciones, los gobiernos -ya sean locales, regionales o nacional- tienen prohibido "realizar cualquier acto de inauguración de obras o servicios públicos o proyectos de éstos, cualquiera que sea la denominación utilizada".
La 13ª edición del Mobile World Congress, la mayor convención de tecnología del mundo, ha dado comienzo esta mañana en Fira Gran Vía Barcelona. Tras la no participación de Ada Colau ni de ningún miembro de la Generalitat en el recibimiento al Rey de anoche, Felipe VI ha visitado el evento durante dos horas junto a la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría, el ministro Álvaro Nadal y la alcaldesa de la Ciudad Condal, sin que se haya registrado ningún incidente.
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