Cuando se entra en una espiral de descalificaciones masivas, de insultos personales, de justificaciones tardías o de intentos de vender como éxitos lo que no han sido sino fracasos y falta de entendimiento entre los que hasta ahora vienen siendo colaboradores, miembros y gestores de un gobierno de coalición, como es el caso del que tenemos en estos momentos en España, seguramente podríamos decir que se está en vísperas de que se produzca un colapso en lo que podríamos calificar de poder, una indigestión de totalitarismo y un comienzo del final de lo que ha venido siendo la calamidad mayor que haya podido parecer la nación española en los últimos años.
En Barcelona, en vísperas de entrar en el preámbulo de unas elecciones municipales, nos enfrentamos de nuevo a que la señora alcaldesa, la señora Ada Colau, vuelva a intentar mantenerse en el machito, presentándose de nuevocomo aspirante a renovar su cargo en el ayuntamiento de la ciudad Condal. Ahora, como sucede con todos los que no tienen la conciencia limpia y saben que hay muchos errores, demasiados, en lo que ha sido su periplo como líder del consistorio catalán , intenta aparecer como una niña virtuosa, una mujer que quiere apartar el foco que la información proyecta sobre sí misma, para presumir de lo que ha sido su gestión cuando, en una entrevista al panfleto La Vanguardia, se manifiesta diciendo “El debate electoral no debería ser sobre mí, sino sobre el modelo de ciudad” Sin quizá darse cuenta se está tirando piedras sobre su propio tejado. Barcelona, antes de que llegase ella, y antes de que se haya convertido en una ciudad triste, vulgar y sucia; incluso antes de que , desde su puesto de alcaldesa, haya pretendido acabar con la propiedad privada y la libertad de comercio, era una ciudad cosmopolita, alegre, libre, en progreso y con una fuerte implantación en el turismo europeo, que la hacían destacar sobre otras ciudades del resto de Europa. Llegó ella y se acabó todo aquello que destacaba de la urbe catalana.
Si echamos la vista atrás y nos situamos un tiempo antes de que fuera elegida alcaldesa, lo que vemos es la antítesis de lo que es la imagen actual de la señora Colau. Veremos a una chica mitinera, agitadora social, antisistema convencida, en fin, un símbolo del comunismo radical e intolerante que se manifestaba en cualquier acto legal, como los desahucios, en los que su fanatismo la conducía a extremos en los que debía ser desalojada a rastras por las fuerzas del orden público. Véanla, sin embargo, ahora vestida por los mejores modistos, cobrando un sueldo impresionante ( dijo en su día que iba a donarlo al partido, pero, que se sepa, esta breva no ha caído)impecablemente peinada por los mejores peluqueros y asistiendo, como asidua concurrente, a cualquier evento que tenga lugar en esta ciudad, codeándose con lo mejor y más ilustre de la burguesía catalana que, por cierto, parece que no hace ascos de relacionarse con la antigua agitadora de masas en contra de sus intereses. Ya lo decían los griegos como se expresa en aquella frase latina “vanitas vanitatum, et omnia vanitas”que traducida al castellano viene a decir: “vanidad de vanidades, y todo vanidad”.
El caso de esta señora, que se ha puesto por montera la legislación española y la Carta magna, actuando según le dicta su corto entendimiento y, sin faltar a la verdad, su nulo conocimiento de leyes, sin respetar los derechos de los ciudadanos emprendiendo una campaña feroz contra los propietarios de inmuebles, contra el turismo de la ciudad, contra la circulación de coches, de modo que hoy circular por Barcelona se ha convertido en una especie de yincana en la que lo más probable es que acabes en un embotellamiento debido a la cantidad de impedimentos que la señora Colau se ha encargado de poner en práctica, con el único deseo de entorpecer la circulación del vehículo particular. Si ya, al principio de su mandato, se encargó de suspender la puesta en marcha de hotelesy restaurantes, algunos de los cuales ya tenían todos los permisos municipales para abrir las puertas, ahora parece que vuelve a las andadas intentando, en un momento de auge turístico en Barcelona, limitar el número de cruceros que pueden fondear en el puerto.
Puede que esta señora lo intente de nuevo y, hasta puede tener esperanzas de volver a salir elegida porque, en Cataluña todo, hasta lo más estrafalario e ilógico cabe en mentes dañadas por el separatismo y un comunismo atávico que todavía sigue en las mentes rencorosas que no han sabido aceptar su derrota en la guerra civil. Si esto ocurriera, señores, puede que este país ya no tenga ya remedio.
Pero donde, de verdad, se está jugando el ser o no ser de la nación española es, sin duda alguna, en las urnas de nuestras autonomías y, cuando el Gobierno no pueda más o, a trancas y barrancas, se llegue a la conclusión de esta interminable legislatura ya debe renovarse y convoque nuevas legislativas. Hay nerviosismo, se palpa en los políticos, por lo que pueda suceder en las elecciones de Andalucía, donde la izquierda ha dado muestras de su despiste, falta de coordinación y desgaste cuando, por una imperdonable falta de cumplir los plazos no ha podido ir unida, en una sola candidatura, a los comicios del mes de junio. El hecho de que, el candidato del PSOE , señor Espadas, no sea lo influyente que se desearía, no sea tan conocido por el electorado como les ocurre a otros, como la señora Olano, por ejemplo, de VOX, y exista una falta de interés por los presuntos votantes que, en anteriores ocasiones, respaldaron con entusiasmo a sus representantes y que, esta vez, sea por los errores gubernamentales, la falta de cumplimiento de las promesas electorales, el desengaño generalizado que existe sobre los políticos y la evidencia de que, un cambio de ciclo, se está gestando en España; puede que les pase cuentas al grupo socialista, que puede verse superado, una vez más, por una coalición de centro derecha.
Vemos mucho teatro en el gobierno del señor Sánchez, demasiados signos de unidad que, en realidad no existen entre ellos. La ministra Yolanda Díaz besuqueando en los morros al guaperas de presidente del gobierno, mientras, como una Dalida cualquiera, le está preparándole la cama con sus aspiraciones a comandar el grupo de Podemos que, sin duda alguna, no será algo del agrado de Pablo Iglesias y sus colaboradores, entre ellos, su mujer, la señora Montero y sus feministas de rancio abolengo. Y es que no nos debemos olvidar de que está llegando el momento en el que las alianzas para gobernar se esfuman y cada partido ha decidido ir por su cuenta para intentar ganar espacio en lo que va a ser la nueva distribución de escaños; ahora en los comicios de Andalucía y, de aquí a los comicios legislativos, cuando se celebren, para intentar formar una mayoría que, para la derecha es fundamental pero para la izquierda y su gobierno Frankenstein es la condición sine qua non para evitar que todos sus desmanes sean enmendados y corregidos por quienes, presuntamente, puedan ocupar su lugar en el gobierno, Parlamento y Senado, formando una nueva alternativa de centro-derecha.
Antes de concluir este artículo me queda una reflexión; ¿No tiene ustedes la impresión de que en esta nación se pierde una cantidad enorme de tiempo en cosas banales, sin trascendencia alguna, artificialmente creadas para satisfacer el ego de algunos donnadies, que quieren tener su momento de gloria? ¿Cuánto dinero les cuesta a los españoles el mantener todas estas comisiones que nunca llegan a acuerdos o cuánto el de asesores inútiles, enchufados, a las órdenes de los miembros del Gobierno que, al parecer, como no les den clases no saben cómo comportarse en un cargo de tanta importancia? ¿Saben ustedes que desde que tenemos al PSOE al frente de España los funcionarios han aumentado hasta los 600.000? ¿Estamos en condiciones de, quitando a médicos y personal de la seguridad del Estado, pagar los sueldos de tantos personajes a los que se les ofrecen por el simple hecho de formar parte de los amigos del actual gobierno? Como colofón nuestro presidente, Pedro Sánchez, una vez más se ha arrodillado ante los independentistas cuando, en el Congreso, se ha atrevido a respetar las ideas de aquellos delincuentes separatistas que buscan amparo para delinquir impunemente, intentando despedazar España. Para el señor presidente, el intentar acabar con España es algo democrático.¡Basta de este servilismo repugnante ante un grupo al que no se le debería permitir que formara parte del Parlamento español! Al separatismo ni agua.
Los ayuntamientos , como el de Barcelona, también adolecende permitir una delegación absurda de competencias, dando protagonismo a comisiones de barrio, representantes de delegaciones paramunicipales, y toda una serie de personajes que no tienen otra justificación que el de ahorrar, a los servicios municipales competentes en la materia, un trabajo que les correspondería realizar a ellos personalmente sin necesidad de acudir a intermediarios no cualificados que, en la mayoría de casos, de lo único que se ocupan es de satisfacer lo que ellos consideran que les va a favorecer personalmente?
O sí es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, queremos, esperamos y deseamos fervientemente que, este tímido rayo de luz que empezamos a vislumbrar en la política española, vaya creciendo a medida que los que ocupan el poder vayan perdiendo fuerza a copia de mentir, engañar, incumplir promesas y vender prosperidad, cuando la realidad constatada y anunciada desde todos los lugares del resto de Europa, nos viene a anticipar un periodo de vacas flacas que, para nada, puede identificarse con lo que desde el Gobierno se nos quiere hacer creer. Es preciso, ineludible e inaplazable un cambio político y económico, capaz de resucitar todo aquello que el socialismo comunista que nos gobierna, se ha empeñado en hacer desaparecer.
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