“Tenemos un problema como sociedad, que es que buscamos siempre la respuesta fácil: No me encuentro bien, voy al sicólogo o al siquiatra y pastilla. Somos una sociedad pastillera". Josep Maria Argimon, consejero de Salud de la Generalitat de Catalunya. El mismo consejero dijo que se tiene que “desmedicalizar buena parte de este malestar que la pandemia ha exacerbado”.
Josep Vergé, presidente del consejo asesor de la Generalitat de Catalunya en salud mental y adicción, explica. “Vivimos en una sociedad en que cualquier cosa tenemos que resolverla por la vía rápida, pero hay circunstancias de la vida inherentes al hecho de ser vivos. Situaciones de conflicto, dificultades laborales, profesionales, familiares que provocan ciertas molestias emocionales, pero no se tiene que sicolizar ni siquiatrizar lo que no es necesario”. Estos comentarios afectan a la población en general. Sanidad, pero, ha detectado un incremento de consumo de hipnosedantes en niños y adolescentes”. Los tranquilizantes y los somníferos ya son la cuarta droga más consumida de las analizadas en la encuesta sobre el uso de drogas en la enseñanza secundaria en España, elaborada por el Ministerio de Sanidad.
Rafael Penedès, sicólogo del Hospital Clínic de Barcelona, dice: “Un 88% de los adolescentes tienen claro que el consumo habitual desencadena problemas, así y todo, toman. Cosa que indica que no es un consumo por error o adicción, sino que tiene un objetivo terapéutico, para reducir la ansiedad o los sistemas emocionales”.
Los niños y adolescentes no se mueven en entornos estériles sino en uno contaminado por el pecado, del que también son portadores. El entorno familiar, escolar, social, generan situaciones de inestabilidad, incertidumbre, que no saben cómo gestionarlas. La manera aparentemente más fácil de hacerlo es medicarse. Consumiendo ansiolíticos e hipnosedantes que los convierte en adictos. Muerto el perro muerta rabia. Pero no. Eso no funciona así. El consumo de fármacos para eludir el malestar emocional es una forma de escapismo que no soluciona el problema. Es como si se escondiese debajo de la alfombra. Está allí, latente, esperando la oportunidad de salir con más virulencia.
La existencia en este mundo se la puede comparar como vivir en un lugar en donde lluvias torrenciales y vientos huracanados embisten las casas. Emocionalmente nos parecemos a personas insensatas que construimos nuestras casas sobre cimientos de arena. Cae la lluvia. Aparecen las riadas. Soplan los vientos que embisten aquellas casas y se produce un estrepitoso derribo. Algo parecido ocurre a las personas que construyen sus vidas sobe cimientos tan instables como la arena y pretenden huir de la realidad consumiendo ansiolíticos e hipnosedantes.
Quien edifica su vida sobre la Roca que es Jesús, cae la lluvia, llegan las inundaciones, soplan los vientos contra aquella casa y no se derriba porque está construida sobre la Roca.
El rey David es ejemplo de persona que edifica su vida sobre la Roca que es Jesús. David como cualquier otro mortal experimenta el impacto de las aguas torrenciales y de los vientos huracanados que le embisten. Encontrándose en esta situación, por la fe en la Roca busca en Él el socorro que necesita. Con estas palabras describe la experiencia reconfortante de confiar en Jesús como a su Señor y Salvador: “Pacientemente esperé en el Señor, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo salir del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso, puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pies. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán muchos, y temerán, y confiarán en el Señor” (Salmo 40: 1-3). Feliz el hombre que puso su confianza en Jesús, la Roca inconmovible de los siglos.
Todos los seres humanos, sin excepción alguna, somos el blanco de agua torrenciales y de vientos huracanados. Quienes por la fe tienen a Jesús cerca, el apóstol Pablo los anima con estas palabras: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4: 6, 7). La sensatez recibe su recompensa.
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