No pierde ocasión Pablo Iglesias para apoyar al genocida, Vladimir Putin. Lo hace con ignorancia supina, argumentos trasnochados y cadavérico entusiasmo. Vistas sus reacciones ante quien intenta ponerle en la senda del sentido común, es evidente que hoy cobra actualidad la figura excelsa de Cayetana Álvarez de Toledo en cuanto a lo que le espetó en el Congreso de los Diputados, hasta el punto a sacar de su zona confortable al entonces «Coleta morada».
Las contradicciones de Iglesias, hoy denostado por los suyos e ignorado por quienes buscaban prebendas, hacen que se encuentre brutalmente desnortado. No ha evolucionado. Sigue en las cavernas del pensamiento. Sólo con conocer los pensamientos de Mao Tse Tung, me echo a temblar: «Todos los comunistas tienen que comprender esta verdad: El poder nace del fusil». Es lo mismo que ha hecho el hijo-Putin que hoy quiere someter a Ucrania y que amenaza a quienes intenten entrar en la NATO, aunque no sean de la antigua órbita de la caducada URSS.
La primera regla para alertar a un comunista de la degeneración en que incurre es hacerle comprender --por difícil que sea-- que las guerras son la culminación del fracaso de las relaciones políticas e interinstitucionales, la ruina del diálogo y la especulación del loco. Para prevenir barbaridades futuras, y siguiendo consejos sensatos, no ha dudado en apartar a Unidas Podemos de la crisis ucraniana y del conflicto promovido por el degenerado, Putin.
¿Es correcto apartar a Unidas Podemos de la crisis de Ucrania? Parte de una lógica aplastante, dado que esa formación --prefiero llamarla «deformación» política-- es comunista, especialista en retorcer la realidad y defensora de la desaparición de la OTAN. Su falsedad alcanza límites insospechados: culpa a la OTAN de la invasión de Ucrania, como si hubiera sido ella el artífice del genocidio que se está cometiendo.
¿Entienden ahora lo que llamamos «retorcimiento ideológico y personal»? Lo más parecido al estalinismo catastrófico. Afirmaba el escritor húngaro, Sándor Márai, que «Los jóvenes soviéticos de veinte o treinta años, instruidos en los campos de educación marxista-leninista, sólo se diferenciaban de los miembros salvajes y desprovistos de escrúpulos de las Juventudes Hitlerianas por sus rasgos físicos».
A Sánchez le atenaza su propia indignidad personal, además de la corrupción mafiosa en que lleva años incurriendo su formación nacionalsocialista. Él, siempre cercano al comunismo bolivariano por puro desconocimiento, ahora está en tierra de nadie. Ni siquiera la Unión Europea cuenta con él y no lo hace por el simple hecho de gobernar con comunistas reaccionarios, de retorcido entendimiento y con manifiesto apoyo a las dictaduras bolivarianas, degeneradas hasta el narcoasesinato.
La angustia y el vacío que nota en Europa y Estados Unidos le han llevado a «reclutar» con urgencia a los expresidentes españoles de pasados gobiernos: como medida no está mal, pero llega tarde; incluso, como expresidentes con una experiencia contrastada, deberían empezar por explicarle que con el comunismo sólo tendrá ruina, desprecio y rechazo, además de permanentes crisis de retorcimiento ideológico y patriotero.
Parece como si Sánchez no supiera qué pinta allí y precisa llevar ideas de otros o exposiciones claras que puedan avalar esos otros: los expresidentes. Las guerras no son juguetes. Hay que tomárselas en serio. Tal vez con esta experiencia del presidente, comprenda que no se puede despreciar a los ejércitos nacionales ni a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. La figura de Sánchez no vende ni en ARCO.
El ejército español precisa de mucha inversión para recuperar el tiempo perdido. Es cuestión de equilibrar y readaptar partidas de los presupuestos generales del Estado: hay infinidad de partidas que sólo alimentan egos chulescos, innecesarios y desastrosos chiringuitos, banalidades, sandeces mal llamadas feministas e idioteces del estilo de las «perspectivas de género» que a nada conducen. ¡Ya está bien de educar contra corriente y alterando el sentir individual de cada persona!
Pero ese es otro tema a abordar y hay que hacerlo antes de que la vulgar y vulgarizada ministra de Igual Da pinte de rosa los carros de combate, adorne las ametralladoras con lazos de colorines o vista a los soldados con traje de faralaes. Lo raro es que gente rara, como Irene Montero, no haya prohibido la ensaladilla rusa en bares y cafeterías, las montañas rusas en los parques de atracciones, los polvorones de Estepa, la rusa llave de tuercas o el helado ‘plombir’.
Estoy convencido de que la Unión Europea va a salir quemada de este conflicto. La OTAN, Estados Unidos y Europa saldrán como nefastos gestores de la paz. Piensen ustedes en Zelenski y su arrojo, hasta el punto de haberlo querido evacuar EE.UU. y el líder ucraniano se ha negado porque su sitio está en Ucrania, con los ucranianos, contra el exagente del KGB y exterminador comunista, Vladimir Putin.
Me resulta incomprensible que el exagente acuse a Zelenski de neonazi, cuando es judío y con antepasados judíos; el caso es echar la culpa a otros de los complejos propios. Y eso lo hacen tanto Putin como la ignorancia de Unidas Podemos y la irracionalidad de Nicolás Maduro, entre otros.
Hace unos instantes ha salido Putin llamando a la atención especial de las fuerzas de disuasión nuclear. Las reminiscencias del KGB han trastornado a Vladimir. Es un genocida en toda regla al que sólo apoyan los comunistas-parias del mundo y la ignorante izquierda española, sin formación política, con altas dosis de odio y dispuesta a remedar -- si necesario fuera -- la historia del pollo de Stalin.
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