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La palabra vs. el plomo en un mundo en guerra

Este artículo está dedicado especialmente a esos déspotas autoritarios vanidosos que creen y piensan que el poder en su vanidad está siempre de su lado
José Luis Ortiz
martes, 15 de marzo de 2022, 11:51 h (CET)

La realidad es que, si existe la bondad también su opuesto que es la maldad, no lo ignoremos. Quiero en este artículo hablar de la fuerza de la palabra, siempre mucho más poderosa que el plomo y la guerra, producto de sociópatas, ególatras y asesinos sometidos por sus propios complejos de inferioridad e impotencia y de escasa altura moral y física.


Lo que menos importa son sus nombres son demasiados para mencionarlos en este artículo, ni se lo merecen, pues merecen caer en el olvido en la Historia, aunque no por ello hay que olvidar sus atrocidades, ni perdonarlos en su huella en la historia. Nuevamente en este mundo se ha presentado un nuevo candidato que ha formalizado con desalmada fuerza su propuesta de dolor, sufrimiento, exilio y muerte.


En los tiempos que no hay guerra, las palabras les escuecen y preparan sobres, mensajes con balas, plomo, tanques y destrucción bajo un pretexto inaceptable y que expresa la palabra GUERRA e INVASIÓN.


Este artículo quiere servir de denuncia a todos aquellos que juegan al interminable juego de tirar la piedra y esconder la mano, de redactar el mensaje de la manipulación y escribir los sobres con las balas. A aquellos que no son capaces de condenar la violencia, el dolor y la guerra con su abstención y escupir palabras en territorios y países que se visten de democracia sólo para la imagen y la foto y que se sirve de las elecciones para perpetuarse en el poder en su soberbia.


Palabras que se alejan de la honestidad de las ideas y que se emponzoñan en la virulencia de ideas populistas vestidas de ideologías. Palabras que hay que mostrar con claridad y señalarlas para suprimirlas del terreno de juego limpio y democrático y vacunarnos con la educación, el sentido crítico para terminar con el engaño y la triquiñuela, que se impone a la libertad de prensa, el noble arte de la prensa, la información y la palabra.


Es preciso dejarla sola, señalarla para que se sepa que, pese a las apariencias, no juegan en el mismo terreno de juego ni con las mismas reglas. Y que, por tanto, la educación y el sentido crítico deberían bastarnos como vacuna contra tanto engaño y falsedad. Otra cosa es que nos dejen. O que defendamos a diario la educación y el sentido crítico. Para que luego no nos pase lo que nos pasa.

No olvidemos que las palabras permanecen y educan. El plomo silencia al que expresa las palabras, pero no detienen su poder y su fuerza en el tiempo a pesar de los asesinos y sátrapas.


El amor nunca es débil, aunque la maldad pueda acallar bajo el temor su palabra, tarde o temprano vuelve a brillar con más fuerza si cabe. Lo mismo ocurre con la libertad que se intenta maniatar, cuando se libera resurge con más fuerza y con un mayor valor para esos que sufrieron la opresión y cayeron bajo su tiranía. Eso es algo que trasciende fronteras, ideologías, razas y pensamientos. Este artículo está dedicado especialmente a esos déspotas autoritarios vanidosos que creen y piensan que el poder en su vanidad está siempre de su lado y se olvida de la capacidad de la palabra y de la inquebrantable y todopoderosa aptitud del ciudadano y la sociedad civil que nunca ha sido doblegada por los tiranos.


Hay que plantar cara cuando no es fácil y estos requieren del poder de la Palabra, de la fuerza de la Justicia y la tenacidad de la Esperanza frente a la tiranía a pesar del golpe del martillo y el agudo filo de la hoz teñida por la sangre y defender la Libertad, la Democracia desde la Justicia y la Verdad.

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Para mí es de interés público contar con contenidos legibles que sean una contribución a la cultura, la información, el debate y el entretenimiento entre todos los españoles. No creo que la respuesta en este siglo digital sea el canal de televisión cerrado, es decir, el de pago. Es bien cierto que prácticamente todos los hogares cuentan con al menos un televisor, pero ese no es el único instrumento para ver contenidos de toda índole.

 
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