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​¿Estamos condenados a vivir en continuos sobresaltos? Lamentablemente, sí

Los españoles ya estamos hartos de palabrerío, de que nuestros políticos todo lo intenten justificar pidiendo solidaridad, esfuerzo y demás zarandajas
Miguel Massanet
jueves, 17 de marzo de 2022, 09:12 h (CET)

“En política suponemos que todos los que saben cómo obtener votos saben cómo administrar una ciudad o un estado. Cuando estamos enfermos… no pedimos el médico más guapo o el más elocuente”, Platón.


Lo cierto es, señores, que no sabemos si, debido a que el mundo está padeciendo una falta de políticos capacitados, si los ciudadanos de las nuevas generaciones han decidido desentenderse de los grandes problemas a los que debe enfrentarse la humanidad o si es que estos tiempos de inseguridades, de falta de confianza en el porvenir, de epidemias cada vez más difíciles de controlar o de fenómenos naturales como la sequía, por ejemplo, se van a convertir en una situación endémica de la que no vamos a poder librarnos y estaremos condenados a aprender a convivir con ellos. En todo caso, nada anuncia que estemos en condiciones de mejorar nuestro estatus, recobrar nuestro modelo de vida anterior o recuperarnos de esta serie de adversidades,percances y catástrofes de todo tipo que parece que han llegado para no abandonarnos.


Si lo de la guerra de Ucrania, organizada y explotada por el señor Putín, no lleva visos de solucionarse en breve y, si hay alguna esperanza de que lo haga va a representar, sin duda, un retroceso para las naciones que siguen expectantes, a la espera de que Rusia y China no decidan dar una paso adelante en esta estrategia militar; por lo que nos atañe a los españoles, en lo que se refiere a las consecuencias de aquella guerra, no podemos decir que lo veamos con optimismo si contemplamos como el Gobierno de la nación no parece estar decidido a tomarse en serio el que los españoles, cada vez, nos veamos amenazados por una escalada de precios de productos de primera necesidad; estemos soportando una carga fiscal incautatoria; seamos una de las naciones dónde sigue habiendo un paro excesivo; tengamos que bregar con la pandemia del Covid19 que, aunque atenuada, ya se nos advierte por el ministerio de Sanidad que no se descarta una séptima plaga, a costa de una nueva variante y, ante tantas desgracias, por añadidura,  estemos soportando una sequía pertinaz que amenaza con acabar con muchas de las siembras que se han hecho en nuestra nación, agravado por el hecho de que las importaciones de cereales de países extranjeros, como la misma Ucrania, están en entredicho con motivo de la guerra.


Los españoles ya estamos hartos de palabrerío, de que nuestros políticos todo lo intenten justificar pidiendo solidaridad, esfuerzo, paciencia y demás zarandajas, así como que todas las medidas que nos vienen prometiendo para mejorar este estado de cosas, se retrasen, se pospongan y, en ocasiones, se olviden definitivamente archivadas en el cesto de las promesas incumplidas. Los esfuerzos del señor Sánchez para intentar presentarse como un estadista, fracasan ante la evidencia de que en Europa no pinta nada y, aún menos, en los EE.UU que, definitivamente, parece que se han olvidado de él.


Europa va dando tumbos, demuestra su falta de previsión y una lamentable muestra de falta de unanálisis correcto de la situación política y de las intenciones de nuestra vecina del norte, Rusia, que ha sabido golpear en el momento oportuno,dando por descontado que la OTAN no se atrevería a responder y que el señor Biden está pasando por momentos difíciles en su propia nación. Esta absurda idea que recorre las cancillerías europeas de que, en caso de amenaza, van a venir los americanos a socorrernos con sus soldados y su armamento, no parece que haya sido una buena idea y, el hecho es que, en cuanto a lo que podría ser un verdadero ejército disuasorio capaz de detener cualquier utopía del Kremlin, por lo que se refiera a la situación actual, no deja de ser más que algo imaginario y carente de toda posibilidad real.


Y, mientras tanto, como si la situación mundial no nos afectase, estuviéramos a salvo de los problemas económicos que afectan al resto de naciones de la CE, si nuestras reservas de oro fuesen aquellas de las que gozaban los Reyes Católicos o nuestra deuda pública no fuera lo suficientemente preocupante como para bajarle los humos del gasto público a nuestro gobierno vemos que, con una inflación galopante del 6’2%  y el 7’4% en enero y febrero, los representantes de la patronal y los sindicatos de obreros están negociando convenios colectivos en los que se habla de posibles revisiones salariales indexadas en los IPC de sucesivos años. ¿Cómo, sin provocar una inflación galopante en nuestra nación, es posible que, ante la realidad de los aumentos insostenibles de los últimos meses, se puede negociar unas futuras revisiones que amenazan con acabar de, un tacazo, con cualquier posibilidad de mejora económica? ¿Cómo las empresas pueden asumir un compromiso semejante sabiendo que, en modo alguno, sus productos podrían aguantar un coste de producción lastrado por los salarios de sus trabajadores, que les pondrían en situación de grave desventaja con su competencia?


Pero, en el momento más inoportuno, cuando la amenaza de inflación se está haciendo más patente y sería conveniente que patronos y trabajadores se atuvieran a la realidad, se dejaran de reivindicaciones hipotéticas de aumentos en las nóminas cuyo resultado no fuera más que aumentar el IPC de forma tal que, la consecuencia final, fuera la disminución del poder adquisitivo del trabajador. Se ha vuelto a potenciar la influencia de los sindicatos, amortiguada y descafeinada por la reforma laboral llevada a cabo por el gobierno de Rajoy y que, ahora, por simples circunstancias oportunistas y para satisfacer el ala izquierdista del Gobierno, en la última reforma o maquillaje que ha salido de la ministra señora Díez, como cebo para conseguir que no molesten la acción gubernativa, se les ha dado un protagonismo en la negociación colectiva que, evidentemente, va a conducir a una mayor conflictividad laboral y a forzar situaciones en las empresas, que se van a traducir en dificultades para su propia viabilidad y supervivencia.


Tenemos la desagradable sensación de que estos señores de las izquierdas, que con tanta fuerza entraron en nuestra vida política. Todos estos comunistas bolivarianos que, de una forma tan negativa han irrumpido en la gobernanza del país. Todos los socialistas que  se han distanciado tanto de sus colegas del resto de Europa, apostando por un acercamiento a la izquierda más extremista, a las tesis marxistas propias del señor Largo Caballero, alejándose del modelo europeo promocionado por el señor Felipe González; están desarrollando un plan de actuación basado en la destrucción de la actual Constitución de 1978, la supresión de la monarquía parlamentaria, la federalización de la nación española y la subsiguiente proclamación de una república ad hoc, como primer paso a un comunismo a la bolivariana con el que conducir a España a su definitivo caos final.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, aquellos que nunca hemos dejado de pensar en una España unida, próspera, hermanada y alejada del comunismo y sus derivados; no vemos que la solución para los problemas que acechan a esta nación pueda venir de la actuación de nuestros actuales gobernante de izquierdas. Es preciso que las derechas y sus seguidores abandonen las poltronas de la comodidad, del laiser faire, y reaccionen ante una situación en la que es preciso apoyar a quienes tienen el deber y el derecho de intentar enderezar el rumbo de España, pidiendo a los que nos representan que dejen de enfrentarse entre ellos, unan fuerzas y se aparten de discusiones inútiles, peleas internas y ambiciones personales que, como se está viendo, no conducen a otro resultado que al desprestigio del partido y la pérdida de votos.


Una de las frases del filósofo alemán Nietzsche que nos puede hacernos pensar: “ Volví la espalda a los gobernantes al comprobar que ahora llaman gobernar al regateo por el poder con la chusma”.

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