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Andariegos menesterosos

Avanza la demencia, presuntuosos en exceso y menesterosos todos
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 10 de junio de 2022, 09:18 h (CET)

Una vez aquí no dejamos de caminar; ponemos en juego los formatos previstos y con frecuencia los desconocidos e indeseados. Unos dirán, lo dicen, que todo es un sueño irreal; pero para ser sueño, bien acuciante es sobre las espaldas de los caminantes. Los ensamblajes con las grandes alturas de ideas sublimes también suenan como un eco. Desde las alturas y bajuras a ras de suelo, nos cuesta pechar con las responsabilidades derivadas de las actividades desarrolladas mientras tanto.

Dejémoslo en INQUIETUDES entresacadas de una amplia madeja de sensibilidades; no están definidas, acechan en cuanto les dejamos el menor resquicio, y cosa curiosa, no desaparecen pese a los intentos de silenciarlas.


Cuando los análisis escasean, si pensamos en los concienzudos, a fondo, son raros y cuesta dar con ellos; con ese panorama, las afirmaciones o las negaciones pierden prestancia. Hacerlos bien exige mucha aplicación con el esfuerzo consiguiente, y eso no abunda, máxime cuando ya disponemos de expertos para cualquier circunstancia novedosa. Ahora las tendencias van a la inversa, los INFLUENCIADORES impulsan el rumbo del momento, los expertos se adaptan a esas normas, y el carrusel no se detiene. La búsqueda de significados permanece fuera de los códigos al uso. Las oleadas rumbosas crean sus propias argumentaciones, las cambian si no gustan, y a vivir con estruendo.


Probablemente nos demos cuenta, o si acaso al final; pero estamos involucrados en la sucesión acelerada de impulsos de escasa consistencia y de poca duración. Somos a la vez partícipes y víctimas, colaboradores y sufridores, de sus consecuencias. La complicidad y los efectos se superponen. Ni tiempo da para modelar emociones coherentes con determinados argumentos. El colorido de una serie de detalles sucesivos nos coloca ante una suerte de IMPRESIONISMO social, resbalando por la superficie de las cosas. Cumple su objetivo de se llamativo, a él se encaminan los esfuerzos. Aunque pasado el ventarrón, nos apercibimos de su carácter evanescente, sin dejar huellas.


Según las orientaciones caprichosas se modifican las percepciones, susceptible de cambios impresionantes decididos a la ligera. Se promueven encendidas polémicas, atrayentes sobre todo por su estridencia, no tanto por los supuestos fundamentos; estos, en la realidad, ni acabamos de conocerlos. En ese desarrollo de las actuaciones se echa mano con frecuencia de contundentes CALIFICATIVOS inapropiados, porque rara vez son tan sólidos, debido a la riqueza de matices inherentes a las personas o por la incompletud de los conocimientos atesorados. La bondad muestra en ocasiones rasgos indeseables y la maldad algunos aspectos aceptables, según las personas y circunstancias.


Sin ser demasiado inteligentes, pronto se entiende la importancia de no amputar los razonamientos de manera caprichosa. A la hora de valorar una determinada decisión es primordial tener acceso a una buena información previa. Ya con los datos accesibles, no es buena estrategia esa de utilizar sólo las razones adaptadas al interés particular; de ese modo se pierden los argumentos que pueden ser decisivos. Luego de achacan las monstruosidades a la razón, cuando es la TERGIVERSACIÓN de esa razón y el mal uso de la inteligencia, la provocadora de un desprecio suicida de la totalidad de recursos disponibles, entre los más notables, la calibración de los inconvenientes y de las limitaciones.


Es decir, cuando acumulamos dichas actitudes displicentes, presuntuosas, por mucha inteligencia que aportemos, nos salimos de los cauces de nuestra condición humana. Para crear otras modalidades que ni siquiera llegamos a intuir. De tal modo resulta complicado el hallazgo de circuitos confortables adaptados a las características propias y a las circunstancias ambientales. El extravío se presume desde el comienzo del recorrido y para los observadores quedarán plasmadas las actitudes:


A N D A R I E G O S


Pensaremos, pensaremos…,

Ni sé donde llegaremos.


Con fervor discutiremos…,

Aunque no nos aclaremos.


Si acaso escucharemos…,

Sin llegar a conocernos.


En el caso de que actuemos…,

Dudo que seamos fraternos.


Hablamos y elucubramos…,

En parte porque soñamos.


Aterrizaje no vemos…,

Mientras cerramos los ojos.


El discurso se mantiene impreciso.

A la razón le hacemos caso omiso,

Con tenaz talante calamitoso

De andariego ciego y calamitoso.


No cabe duda, se percibe ese aliento liberador de los numerosos encorsetamientos previos. Los enormes adelantos conseguidos han contribuido a dicha sugestión. Incluso pensando así, entusiasmados, sólo atendemos a los anhelos, a las posibilidades deseadas, sin miramientos. El resto del mundo, las demás personas, las consecuencias de las acciones emprendidas, pasan a ser meros efectos colaterales, accesorios. Los augurios apuntan a un crecimiento hacia la IMBECILIDAD, sin asomo de hacer uso de unos mínimos niveles de conciencia, que suponíamos activados. En la práctica nos adscribimos a los poderíos caprichosos en cualquier sector, sin aditamentos de consideraciones universales en referencia al conjunto.


Porque a estas alturas del guion existencial, no dejan de dar picotazos evidentes las menesterosas carencias que nos constituyen de manera irrevocable. Por muchos silencios protagonizados de manera fatua, por las grandes ínfulas de los orgullosos actores, las deficiencias no se desvanecen y sus efectos son notorios. Es ASOMBROSO, sí, ese intento de actuar como si no fueran parte de lo más esencial de nosotros.


Estamos involucrados en la instauración de una carencia más, peor quizá, la de sentirnos dueños de la situación sin serlo. No pasamos de náufragos desasistidos. Se trata de una ENAJENACIÓN en toda regla. Queda por explorar la posibilidad de subsistir en algún pequeño islote con la mayor cordura como semillero; sin que nadie ose erigirse como el omnipotente rector.

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