Por desgracia algunos pronósticos fáciles de hacer, se cumplen. No porque los que los hacen sean superdotados o tengan ciencia infusa, sencillamente porque la naturaleza humana tiene sus reglas, sus modelos, sus costumbres tribales y por encima de todo un egoísmo acomodaticio que puede con cualquier otro sentimientos caritativo, solidario, razonable o, incluso, en el caso que nos ocupa, relativo a la supervivencia de la propia UE. Lo hemos repetido hasta la saciedad, en Europa no existe, como ocurre en otras regiones del planeta, este sentimiento unitario, esta convicción de que hay temas con los que no se puede transigir, esta visión de futuro que alerte de que, en ocasiones, es preciso afrontar situaciones de peligro, de confrontación, de resistencia a chantajes, con serenidad y decisión, porque lo contrario, el ceder ante ellos, no tiene otra lectura que la de dar alas al adversario, infundirle confianza y permitirle ufanarse, ante su propio pueblo, de tener la potencia necesaria para poder emprender otras acciones de la misma índole agresiva y totalitaria, que tan buenos resultados parece haberle proporcionado.
La dura realidad es que, en Europa, no hay lo que podríamos calificar como un gobierno de la comunidad, libremente elegido entre todas las naciones que la integran. Tampoco existe una constitución que establezca las reglas de comportamiento, las leyes generales, la fiscalidad común, las normas administrativas y todo lo necesario para distinguir entre lo que sea accesorio, que pudiera quedar en manos de los dirigentes de cada país y lo fundamental, en lo que todos los miembros tuvieran que aceptar, para situaciones especiales de carácter e interés común, las decisiones tomadas por el gobierno comunitario que siempre deberían estar por encima de la conveniencia o aceptaciónde los distintos gobiernos nacionales, cuando hubiere una mayoría calificada que lo avalase. No, evidentemente, este absurdo de que todo lo que se discute en la UE deba ser aprobado por todos los países que la forman.
Está sucediendo lo que parecía inevitable, conociendo la forma de comportarse de las distintas naciones, que tienen el convencimiento de que son las que mandan en toda Europa… y puede que tengan razón. El señor Putin ni es tonto, ni un loco ni, tampoco, un arriesgado que no sabe a lo que se enfrenta. El conoce las debilidades de Europa, sabe de la dependencia de algunas naciones del gas y el combustible ruso y, a la vez, no desconoce que, dentro de la comunidad de naciones las hay que intentan asumir la función de dirigentes, que no están de acuerdo con lo que otras, que aspiran a lo mismo, se puedan apuntar como éxitos que las sitúen en la cúspide de lo que, actualmente, con cierta cursilería, podríamos calificar de los “influencers”. Y, hete aquí que la primera que ha fallado ha sido Alemania que ha estado minando la decisión unitaria de proteger Ucrania contra los rusos, desde el primer momento en el que se dio cuenta de su importante dependencia energética de la nación rusa.
A la fuerza y con renuencia aceptó imponer las sanciones a Putin, pero cuando se ha hablado de enviar armas potentes, de grueso calibre y gran potencia de fuego, si bien se comprometió a ello, no ha actuado con la diligencia esperada en cuanto a entregárselas a los ucranianos que, en estos momentos, están en inferioridad ante el potente ataque del ejército ruso. Ahora ya forman parte de este 35% de europeos que piensan que se debe transigir con Putin y llegar a un acuerdo con él, aunque ello suponga entregarle parte de sus conquistas en la nación ucraniana. Dice el señor Macron, de Francia, que “ no hay que humillar al señor Putin” pero lo que se calla que, en este caso, la que quedaría humillada es toda Europa, OTAN incluida. Claro que el francés ya fue uno de los que intentó negociar en aquellos momentos en los que parecía que Europa y la OTAN estaban dispuestos a poner recto al dirigente ruso. No olvidemos que Macrón está pasando, en Francia, por una situación delicada, necesita el voto de toda la derecha y partidos conservadores para que los comunistas de Melenchón no le hagan imposible el desempeño de la presidencia de los franceses. Evidentemente, ante esa tesitura, a él no le importa Europa ni el ridículo que pueda hacer, sino su propio interés personal.
Y después vienen los perritos falderos, los que siempre están dispuestos a retractarse de sus convicciones, cuando ven en ello la posibilidad de conseguir el beneplácito de los votantes. El primero de ellos, el señor Pedro Sánchez, el del cambio de orientación en la cuestión del Sahara, traicionando a aquel pueblo y aceptando las tesis soberanistas de Mohamet VI, el verdadero vencedor en esta cuestión. España, Suecia ( no entendemos lo que piensan los suecos de permitirle a Rusia que se haga con Ucrania, cuando son conscientes de que, si lo consigue, con la rendición de Europa, ellos van a ser un objetivo próximo del expansionismo del general ruso). Mientras tanto, el heroico ejército ucraniano, sin medios suficientes para resistir, está muriendo, salvajemente acosado por la potencia artillera de los rusos, ante la pasividad de la OTAN, que parece que toda la fuerza de la que ha estado presumiendo durante estas semanas, no le va a servir de nada si no la usa para sacar al pueblo ucraniano, martirizado y asesinado a mansalva, por un ejército exterminador de los rusos.
Y, en tanto, el tema ucraniano entra en la fase de “sálvese quien pueda” y los americanos y sus fábricas de armamento, junto a sus exportaciones de gas licuado a España y al resto de naciones que sufren la crisis energética consecuencia de la guerra, se están forrando, sin llegar a comprometerse de una manera expresa y clara en la defensa del pueblo ucraniano. Parece que están entrando en una crisis, consecuencia de la baja de confianza de los americanos en sus instituciones y en la radical bajada de la popularidad del señor Biden, por los errores que ha venido cometiendo en lo que va de legislatura. Uno, en su pobre opinión, ha llegado a pensar que a todos les importa un bledo cómo acabe el tema ucraniano, con tal de que se acabe pronto, porque todos saben que una guerra prolongada puede convertir a occidente en un erial económico, de consecuencias inimaginables.
Y en España, señores, parece que el Gobierno está ante un espejismo de lo que intentan mostrar como una recuperación estable, fuerte, sin obstáculos y con perspectivas de conseguir que, España, se convierta en el verdadero motor de toda Europa, bajo la presidencia ( parece que Sánchez sueña con ella) de la UE. Naturalmente este espejismo, como todos, se desvanece cuando la bruma se aclara y las arenas del desierto reaparecen en toda su esterilidad. El Banco de España avisa de que las previsiones del Gobierno no son las que se van a dar; la señora Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo coincide en una crisis a las puertas de la UE que, se agravará si sigue la guerra de Putin. La señora KristalinaGeorgieva, directora Gerente del FMI, insta a tomar precauciones y medidas especiales por parte del G20, para preparase ante la crisis que se anuncia. En Europa todos los organismos relacionados con la economía aconsejan rebajar la carga fiscal y reducir el gasto público, todo lo contrario de lo que tiene en mente nuestro Gobierno que, erre que erre, sigue empeñado en someter a los españoles a más impuestos para intentarobtener más recursos para ir comprando votos a los españoles, mediante ayudas puntuales de captación de voto cautivo.
Lo que viene, especialmente para el caso de España, es lo que se podría definir como “estanflación” cuando, como nos sucede, se produce un estancamiento de la economía y, a la vez, aumenta la inflación. Basta acercarse a cualquiera de los supermercados españoles para darse cuenta de que la inflación, actualmente del 8’7%, ya se ha comido los aumentos salariales conseguidos a través de la negociación colectiva por los trabajadores y el famoso 2’5% de aumento de las pensiones de los jubilados. Todas las medidas adoptadas, tardíamente, por el gobierno, tanto en el aspecto energético como en los otros elementos que afectan directamente a las necesidades perentorias de la ciudadanía, en la mayoría de casos, ya han quedado absorbidas por los efectos inflacionistas que se están produciendo en la mayoría de actividades relacionadas con la economía de los españoles.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la molesta sensación de que, tanto el señor Pedro Sánchez como muchos de sus ministros, se han situado en un estadio de superioridad respeto al resto de los ciudadanos y, también, en cuanto a la oposición que, para nada, se corresponde con la pésima forma de gobernar, la escasa democracia que hay en sus actos y el desprecio manifiesto con el que intentan esconder y justificar sus errores, recurriendo a la descalificación de quienes tiene la “osadía” de denunciarlos.
Milton Friedman nos ofrece una excelente frase sobre las consecuencias de las medidas gubernamentales: “Un de los errores más grandes es juzgar la política por las intenciones y no por sus resultados”.
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