La degradación sexual aumenta. ¿Hasta qué punto? Es impredecible decirlo. Según mi criterio el pozo no tiene fondo y por ello la situación empeorará. Chemesex, sexo y drogas sin control, es el reportaje que escribe Susana Quadrado. “Amanecer de viernes. Adelante, hasta 72 horas de sexo y drogas sin parar, ni para comer ni para dormir… La reunión se hará en un piso particular. A la cita van no más de diez hombres dispuestos a tener relaciones múltiples bajo los efectos de estimulantes y euforizantes de tres substancias sintéticas. La nefradona es la reina de la fiesta. La más adictiva. Chemesex, sexo químico es una práctica sexual de alto riesgo porque se usan drogas sintéticas: la nefradona ya mencionada, la reina de la fiesta, la GHB (hidroxibutirato), la GBL (butirolactosa). Combinadas de cualquier manera actúan como potentes deshinhibidores y estimuladores sexuales que facilitan la práctica del sexo extremo, durante más tiempo y con más de una persona. El consumo de drogas sintéticas permite que se pierda la sensación de peligro y por lo tanto disminuye el uso del preservativo, hecho que facilita el contagio de la Sida y de otras enfermedades de transmisión sexual”.
“Unir sexo y drogas no es algo nuevo. Si lo es, en cambio, hacerlo compulsivamente durante dos o tres días seguidos, con un conjunto de estupefacientes en dosis altas y con mucha frecuencia, y con sexo duro, pasional, sin preservativo y con diversas parejas. Además de la adicción a las drogas supone una posible vía de contagio de infecciones de transmisión sexual. Por descontado es una conducta irresponsable”, dice Fernando Caudevilla, portavoz de Energy Control, proyecto de reducción de riesgos de la oenegé ABD.
La degradación sexual que denuncia British Medical Journal no es casual, tiene un motivo que el apóstol Pablo relaciona con el hombre que abandona a Dios: “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Romanos 1: 26-28).
Un episodio de la historia de Israel que ilustra lo que puede suceder cuando Dios entrega a un pueblo a una mente reprobada: “Moraba Israel en Sitim, y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses” (Números 25: 1,2). Por instigación de Balaam, un falso profeta, se originó una orgía sexual – religiosa que acabó con una gran mortalidad por haber abandonado a dios que los había liberado de la esclavitud egipcia.
En la carta de Judas, no el Iscariote que entregó a Jesús a los judíos para ser crucificado, se hace referencia al libertinaje sexual existente en Sodoma y Gomorra. Expone lo que ocurre cuando Dios deja abandonadas a las personas a una mente reprobada por haberlo dejado, en estos términos: “Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos (los ángeles que no guardaron su dignidad), habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestos por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (v.7). Por el relato de Génesis conocemos el trágico fin de dichas ciudades.
El apóstol Pablo nos receta el remedio para combatir el desenfreno sexual que repunta: “Digo, pues: andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, y éstos se oponen entre sí para que no hagáis lo que quisiereis” (Gálatas 5: 16,17). El apóstol no hace una disertación moralista a los cristianos de Galacia. Enseñar moral sin que previamente haya ocurrido algo en el interior del hombre no sirve para cambiar una conducta impropia. Al lobo si se le cubre con una piel de cordero sigue siendo lobo, su naturaleza salvaje no ha cambiado. Al hombre se le puede cubrir con el barniz de la religiosidad y de la moralidad, puede dar la sensación de cambio, en palabras del apóstol Pablo sigue siendo carnal. Es evidente cuáles son las obras de la carne: “Adulterio, fornicación, impureza, lascivia… (vv. 19-21).
El apóstol Pablo pone sobre la mesa dos maneras de ser el hombre: espiritual o carnal. En la persona no convertida a Cristo solamente se encuentra carnalidad, es decir el deseo de satisfacer la sensualidad. Las obras de la persona carnal, por lo que atañe a la sexualidad, son con mayor intensidad la que cita el apóstol en Romanos 1: 19,20.
En la persona convertida a Cristo conviven juntas las dos naturalezas: la espiritual y la carnal. Ello hace que en el verdadero creyente en Cristo se libere una dura lucha interna entre la carne y el Espíritu. A medida que el Espíritu va dominando sobre la carne se produce un cambio en el creyente que no está basado en preceptos moralistas, sino en la intervención del Espíritu que hace que se aborrezcan los comportamientos sexuales que gustaban antes de la conversión. Es la moralidad interna que se externaliza que nace de la fe en Jesús que da sentido a la vida.
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