El "cáncer ibérico” lleva consigo la idiosincrasia del todos contra todos y apártate que voy, por eso cuando en España se habla de educación sólo parece valer aquella que diseña el gobierno de turno.
Como manifiesta un conocido escritor español, con asiento en la Real Academia de la Lengua, España se ha ido formando a base de guerrillas interesadas, ejércitos mercenarios contra los okupas y reinos taifas, cabecillas oportunistas, con mando en plaza. Las guerrillas civiles fueron convirtiéndose en enfrentamientos civiles que por mera evolución típica ibérica terminaron en las conocidas guerras civiles.
Centrándonos en el mundo de la educación y de la formación podemos observar cómo lo que conocemos como influencers hoy en día, ya era practicado por cada uno de los cientos y cientos de cabecillas territoriales a lo largo de nuestra épica historia repleta de visigodos, bizantinos, romanos, cristianos, judíos y moros. Cada cual imponía su sello educativo y los niños salían guerreros (en las agrestes montañas) y blandengues (en la suaves praderas de las mesetas); más tarde los modernos influencers aplicaron el voto como corrector meningítico electoral. La casa, el hogar, centros neurálgicos de la educación de sus miembros, los influencers los han deformados, aplicando a los mismos el derecho del Estado sobre cabeza, cuerpo y miembros de cada uno de sus componentes. Llegados a este extremo, hablar de formación es como querer exigir una carrera a quien no conoce lo que es la reflexión libre e individual.
Educarse, formarse, investigarse y descubrirse sólo será posible si reconstruimos el concepto educación en sus orígenes primitivos, es decir la casa, el hogar, la familia. En el área educativa ,todos los procesos de integración social pasan por la elección personal orientada, sí, pero siempre seleccionada por la propia personalidad de cada niño. Si los chavales son propiedad del Estado o el Estado crea su propio influencers sobre los individuos, los ciudadanos se convertirán en robots autómatas y opacos, en los que dominará, no nos engañemos, el origen económicos y la ascendencia familiar; se les vestirá con las costumbres interesadas, nunca con la evolución selectiva libre.
Si la sociedad, que somos todos los terrícolas, sólo contempla la puesta o caída del sol… la sociedad soñará con un amanecer que nunca alcanzará porque ha preferido contemplar en vez de conquistar. “C’est la vie”… Tiene cara cara de voto.
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