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Una de monstruos, gigantes y fantasmas

Un monstruo puede ser una gran cantaora o cantante, un literato, un poeta, un pintor importante, pero también un niño maleducado
Nieves Fernández
miércoles, 7 de septiembre de 2022, 09:13 h (CET)

Los monstruos pueden impresionar o asustar. Impresionan positivamente si es positiva su acción para con el hombre, como los grandes artistas a los que se apela a su grandeza, a su gran calidad humana, a su buen hacer… Y los demás monstruos asustan si es al miedo al que apelan, y a nosotros a quienes incordian, si se ponen de acuerdo en darnos vuelcos de corazón y provocarnos repelús y malos agüeros.


Unos y otros son monstruos, para bien y para mal. Y el ser humano los cataloga con la misma palabra, curiosidades del diccionario y del hablante. Ser monstruoso va desde ser lo más grande, hasta lo más cruel y perverso, pleno de cualidades y aptitudes.


¿Han oído eso de que los verdaderos enfermos mentales están en la calle? ¿Y que los sinceros cuerdos pueblan las unidades de salud mental? Igual ocurre con algunos delincuentes de guante blanco, por supuesto culpables, que andan sueltos, mientras otros pobres diablos están en penales que los pillaron haciendo de las suyas, pero de las suyas muy pequeñas. Esos grupos vienen a demostrar que no es oro todo lo que reluce en la sociedad y en la justicia y que las apariencias muy a menudo nos engañan.


Monstruos, gigantes y fantasmas irán apareciendo por estas páginas, a partir de ahora. Pueden ser bichos milenarios, tradiciones antiguas escondidas en los pueblos, apenas conocidas por sus convecinos, protagonistas de historias de campo y pastoreo, de víctimas o héroes que quedan vencidas al visionar algo extraño en las calles. De héroes que lo fueron por estar en un momento y en un lugar concreto.


Un monstruo puede ser un político, tanto para bien como para mal, con toda su retórica de planes y proyectos. Un monstruo puede ser una gran cantaora o cantante, un literato, un poeta, un pintor importante, pero también un niño maleducado, un gran estudiante, un familiar cercano... Cualquier ser que se precie tanto por arriba como por abajo.


Cada persona puede albergar dentro de sí misma un monstruo bueno o alguien insidioso, todos los conocemos, los psicópatas están muy cerca de nosotros, puede ser un ser mágico o tan penoso que dé risa su vida de parásito.

Un día puede llegar aquí un monstruo de la música, para rendir tributo a los mejores sonidos; otro día puede ser la amistad la que dibuje un gran futuro de lealtad y favores; o un amor monstruoso destacado en cariño, pero también cargando en lo más negativo de la balanza, puede ser un monstruo del volante, o el peor monstruo para la infancia, o para los abuelitos.


Iremos de lo más a lo menos, de lo que nunca debía suceder a desear que se haya repetido mil veces, así son estos monstruos, gigantes y fantasmas cuando nos regalan bondades o nos dan tanto miedo que acaban con nosotros. Estad atentos y comencemos.

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Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.

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Parece tarea ímproba sublimar el grado máximo de curiosidad en un continente que, teórica y realmente, es mágico. Es tan portentoso, que hasta el río más caudaloso del mundo resulta ser un capricho de la naturaleza -según leí y copié literalmente en aquellas tierras- en una de las cordilleras andinas del sur peruano, la sierra de Chila, las nieves perpetuas alumbran centenares de arroyos que se dejan caer hacia occidente, en busca del océano Pacífico.

 
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