No deja de sorprender que se pretenda hacer una distinción entre la limpieza y suciedad de unas bombas en función de la expansión del mal que producen. Unas y otras matan, pero las llamadas sucias expanden la radioactividad según su tamaño y además de dañar la salud, pueden ser letales para quienes se vean afectados.
Pero no es mi propósito detenerme en la progresión que está sufriendo la guerra de Ucrania y en la cruel demostración de la inhumanidad de Putin, al arrasar ciudades y destrozar la vida de soldados y familias inocentes por su afán expansionista. Este símil de las bombas, me sirve para hacer una breve reflexión sobre los difíciles momentos que atravesamos en estos tiempos tan convulsos y perturbadores que nos ha tocado vivir.
Hay unas bombas que podemos llamar “limpias”, porque nos explotan inadvertidamente como consecuencia de circunstancias ajenas a nuestra voluntad o a la del propio gobernante, como son las epidemias, inundaciones, sequías o cataclismos económicos que causan a veces cientos de miles de víctimas directas o colaterales. Este primer cuarto de siglo, está siendo un claro ejemplo de ello. Pero lo verdaderamente preocupante son las “sucias” que arrojan los políticos que pretenden agrietar día a día los cimientos de nuestra sociedad.
Estamos asistiendo impávidamente a un desmantelamiento del Estado. Desde un Rey oscurecido por la incontenible vanidad de Pedro Sánchez, hasta un descarado asalto a las instituciones que hasta ahora han sido pilares de la democracia. El indecente mercadeo político con sus socios independentistas y batasunos, abre las puertas a una nación quebrada, desigual e ingobernable por la desaparición para las futuras generaciones, de una lengua, una cultura y una historia común.
Con ser esto grave, lo es más aún la guerra ideológica que abanderan los ministros /as comunistas con el plácet entusiasta de Zapatero y Sánchez, los dos revolucionarios maltusianos del “nuevo régimen”. Con leyes como la trans, la de bienestar animal, el aborto o la eutanasia se arrojan “bombas sucias” sobre una buena parte de la sociedad española. El buenismo y la ingenuidad de muchos, les impide advertir la profunda revolución ideológica con la que esta nueva generación sedienta de poder, pretende imponer su religión panteísta transformando las mentes de millones de ciudadanos.
“Se necesita hacer la transición del hombre como rey de la naturaleza a la convicción de que forma parte de ella. Necesitamos un nuevo paradigma que reemplace los vagos conceptos antropológicos y el mecanismo que usaremos será el reemplazo de los diez mandamientos por los principios contenidos en esta Carta”. Palabras con las que Mijaíl Gorbachov prologa la Carta de la Tierra firmada en 1997 y que sirve de fundamento ético a la Agenda 2030. Léanse la Carta y reflexionen…
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