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Navidad, ¿dónde estás?

¿De qué nos sirve esta vida tan atareada si apenas tenemos tiempo de fijar la mirada?
Octavi Pereña
lunes, 5 de diciembre de 2022, 10:14 h (CET)

Marta Alòs acierta cuando escribe: “Está  visto que el ser humano no escarmienta ni con aceite hirviendo.  Mientras que el calentamiento global hace subir la temperatura de la Tierra y las emisiones de óxido de carbono ya han superado un 1% respecto al año anterior, la estupidez humana sigue sin pararse porque unos dicen, dicen, dicen, que es necesario seguir consumiendo… y viajando…y hacemos hervir la olla porque la economía no puede detenerse”.


Desde el punto de vista cristiano el teólogo José Ignacio González Faus, escribe: “Produce cierta vergüenza ser ciudadano cuando debido a las perspectivas de poca agua y poca energía, se van tomando medidas de ahorro, pero nos dicen que la malgastadora iluminación navideña de las calles de nuestras ciudades “apenas se tocará”. y en algunas capitales importantes no se tocará nada”.


Desde el nacimiento más humilde de la celebración navideña, la Navidad no ha sido nunca una fiesta amparada por la tradición bíblica. Los historiadores la consideran la cristianización de la festividad pagana del solsticio de invierno dedicada a exaltar al dios sol. Careciendo del soporte bíblico se ha ido alargando más el  brazo que la manga hasta alcanzar el desbarajuste de nuestros días.

González Faus bautiza la Navidad con este nombre: consumocristo. “Nadie puede servir a dos señores. Porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6: 24). 


La celebración de la Navidad se ha convertido en una escandalosa banalización del Nombre de Jesús. Jesús que es a quien afecta directamente la prostitución que se hace de su Nombre, citando al profeta Isaías, dice: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15: 1-9). No es una nimiedad tomar en vano el Nombre del Señor: “No tomareis el Nombre del Señor tu Dios en vano, porque el Señor  no dará por inocente al que tome su Nombre en vano” (Éxodo 20: 7).


A pesar que los villancicos pronuncian el nombre Jesús presentan un Jesús mítico que nada tiene que ver con el Jesús del Nuevo Testamento que como Hijo de Dios vino a la Tierra a cumplir “aquello que la multitud de ángeles que alababan a Dios diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la Tierra paz y buena voluntad hacia los hombres” (Lucas 2: 14). El Jesús mítico no cumple lo que los ángeles anunciaron a los pastores.


El Jesús que durante la Navidad está a flor de labios de tantos que entonan villancicos no es el Jesús que humaniza a quienes creen en Él como Señor y único Salvador. Los humaniza al convertirlos en hijos de Dios. La deshumanización en que se encuentra el hombre se debe al pecado de Adán, el padre del que procede toda la humanidad. Su descendencia nace siendo hija del diablo. De un padre que Jesús considera que es “homicida desde el principio…y padre de mentira” (Juan 8: 44). No debe extrañarnos, pues, que las obras de su descendencia sean: “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes” (Gálatas5: 19-21).


En el cumplimiento del tiempo el Hijo de Dios se encarna en el seno de la virgen María. José que estaba desposado con María, legalmente su esposo sin haberse consumado el matrimonio. Creyendo que María le había sido infiel piensa repudiarla en secreto. “Y pensando en esto, he aquí que un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1: 20, 21).


El Hijo de Dios que es el Dios eterno se desprende de su gloria divina y se humilla haciéndose hombre y naciendo en un establo porque todas las casas de Belén estaban ocupadas debido  a la multitud que se había concentrado en el pueblo para censarse según lo ordenado por el Cesar.

Dos años más tarde llegan a Belén procedentes de oriente unos magos para adorar al Rey de los judíos: “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose le adoraron: y abriendo sus tesoros le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” (Mateo 2: 11). En el momento que los magos le doraron Jesús tenía dos años (Mateo 2: 16). La Navidad cristianizada no se ajusta a la realidad.


En el momento que se paganiza el nacimiento de Jesús, su Persona deja de ser el centro de la historia para ocuparlo los fieles (?),  que siguiendo la costumbre de los antiguos adoradores del sol se intercambiaban regalos entre ellos.


Los mismos incrédulos son quienes afirman que el ser humano se ha deshumanizado. Una muestra de dicha deshumanización es el carnaval en que se ha convertido el natalicio de Jesús. Si no se hubiese llegado a este estado  de descomposición, las multitudes que ahora entonan villancicos míticos  adorarían a Jesús que los salva de sus pecados y los transforma en hijos de Dios que andan en novedad de vida. El mundo tendría un color distinto porque serían humanos que guiados por el Espíritu Santo irían por la Tierra sembrando la paz de Dios que excede la comprensión humana. “Y en la Tierra paz y buena voluntad hacia los hombres”.

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