Sin lugar a dudas, vivimos un tiempo de oportunidades y de profundos desafíos en el marco europeo, en ese donde España se enclava como un país bisagra y puente, que mira al norte, pero también al sur, que se ubica en el viejo continente pero que de igual forma tiende sus manos al continente americano. Un país, el nuestro en el que hoy se establecen retos fundamentales para su propio desarrollo en un tiempo, en el que el desarrollo exponencial de la revolución tecnológica, industrial y sostenible nos enfrenta a la necesaria resolución de algunas claves que podrían lastrar la configuración óptima y equilibrada de un país que hoy vive bajo el paraguas de los fondos europeos una oportunidad histórica para la reindustrialización y la optimización de sus motores productivos.
Pero es aquí, donde nuestro país afronta desafíos que se deben y tienen que resolver para no lastrar las grandes posibilidades que este tiempo nos presenta. Así, en primer lugar hoy asistimos a una crisis del talento, de este que se configura en la actualidad como el gran elemento diferenciador del desarrollo o no de los territorios y las economías. Un elemento, que se configura como pilar fundamental pero sobre el que hoy compite empresas, gobiernos y organizaciones. El talento escasea así, para la maquinaría global de desarrollo económico y tecnológico que viene a fijar que sean los profesionales quienes fijen hoy sus condiciones y las exigencias para vincular a un puesto laboral, a un proyecto empresarial o a un territorio. Y es aquí, donde España tiene un gran reto evidenciado en los datos y estudios nacionales que ponen de relieve la falta de personal específico en diferentes sectores productivos.
Hoy la falta de personal cualificado en el ámbito sanitario, tecnológico, industrial y logístico es un permanente problema que también alcanza a otros sectores como los de la construcción y la hostelería. Así, pueden ser diferentes las claves de un problema estructural que en España ha venido lastrado por décadas la generación de empleo, la calidad del mismo o las tasas de empleabilidad. Y todo ello, con la paradoja de unas altas tasas de desempleo frente a una tremenda demanda de perfiles. Entre las causas de esta situación podemos encontrar varias:
En primer lugar, la falta de interacción real y profunda entre el sistema educativo y académico y el sistema empresarial en la atención a los perfiles de demanda laboral.
En segundo lugar, la falta de vocaciones industriales y logísticos en la población joven de nuestro país que nos debe de orientar a una estrategia de motivación en este campo y de mejora de las condiciones de dichos puestos.
En tercer lugar, la falta de una apuesta orientada a la reactualización y reinserción laboral en el tejido productivo de personas mayores de 50 años que hoy encuentran compleja su empleabilidad.
En cuarto lugar, la puesta en marcha de una estrategia flexible y en condiciones óptimas en aspectos como el acceso a la vivienda – hoy encarecida en muchas ciudades de España- que permita que el talento global pueda llegar a nuestro país. Y todo ello, con un elemento común la necesaria remuneración óptima en estos perfiles que hagan atractivas las propuestas laborales y profesionales.
Pero unido a este tremendo desafío, España enfrenta dos más que se vinculan al anterior, por un lado el proceso de despoblación acelerado en zonas rurales, ciudades medias y territorios frente al empuje de las grandes urbes o zonas costeras. Un marco, este, que nos empuja a un desarrollo a dos velocidades y a una pérdida de desarrollo equilibrado en nuestro país. Es aquí, donde el Ministerio para la Transición Ecológica y El Reto Demográfico quiere actuar a través de un catálogo de 130 acciones que se orientan a la mejora de las infraestructuras digitales, energéticas, de renovación generacional en el sector agrícola o de impulso al turismo sostenible como elementos vertebradores frente a este reto. Pero aún con todo y con la necesidad fundamental de estas medidas sin las cuales no se pudiera frenar este proceso, parece que los procesos de visión de oportunidad determinan que las nuevas generaciones de jóvenes profesionales busquen otras alternativas. Por ello, tal vez, la estrategia en este campo deba acompasarse con ambiciosas propuestas que permitan el posicionamiento de los espacios rurales.
La creación de un modelo de fiscalidad y carga tributaria diferenciada para las empresas e iniciativas emprendedoras que se instalen en zonas rurales, la creación de modelos de apoyo y ayuda a la población que opte por su ubicación en estos espacios, la generación de infraestructuras de servicios médicos y asistenciales o de ocio en los territorios, la mejora de las comunicaciones por vía terrestre o de ferrocarril y la creación de modelos de atracción al territorio de población del exterior con capacidad productiva y de desarrollo profesional se enmarcan así en otros ejes sobre los que España debería transitar en sus políticas estratégicas.
Actuaciones, en las que la apuesta por una mejora de la natalidad, se muestra como fundamental en un país en los que los datos de nuevos nacimientos se desploman año tras año marcando mínimos en la serie histórica desde que en los años cuarenta se pusiera en marcha la misma. Y si bien, este problema afecta de manera directa a Europa, en el caso de España el problema se presenta con mayor gravedad al no haberse estabilizado una caída que la sitúa junto con Malta como el país con menos nacimiento de la UE (1,19) frente a la media europea (1,5). En definitiva, una pérdida de un 35% en los últimos años que nos enfrenta a un desafío fundamental, pues las situaciones anteriormente señaladas tienen en esta base un elemento fundamental que pueden en los próximos años generar o acelerar los problemas estructurales de nuestro crecimiento económico y productivo. Así, son diversos los elementos que determinan la “ desactivación de la vocación de impulso a la natalidad” , la emancipación tardía de la población joven, la compleja situación laboral o de acceso a la vivienda de los jóvenes en determinados territorios, la brecha de género que obliga a las mujeres a frenar con riesgo de imposibilidad de retorno su desarrollo profesional o laboral, la falta de políticas de conciliación efectivas, la necesaria puesta en marcha de políticas de apoyo a la natalidad de manera transversal o el apoyo, el cambio del modelo y horario laboral o el despliegue de una batería de apoyo al coste educativo en la infancia así como redes de apoyo se muestran como fundamentales para enfrentar esta situación.
En definitiva, hoy España, vive un tiempo de profundas oportunidades pero también de grandes desafíos en ejes que marcaran la construcción del nuevo modelo de bienestar en este siglo XXI, un tiempo de profundas revoluciones y avances, pero también en el que las desigualdades entre los territorios y la pérdida del talento pueden ser una realidad.
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