Nuestra casa revestida de libros cubre gran parte de las paredes, colgados algunos cuadros distraen al visitante. Los libros son en las estancias íntima compañía. El ventanal que da al cielo muestra la ciudad y sus Torres como cabeceras históricas de un pasado diluido sobre un mar de las leyendas. A la izquierda San Luis de los francese, a la derecha el Hospital de las cinco llagas. Hoy, mediocridad asfixiante de quienes lo ocupan. Han tocado arrebato y acudirán como mosca al pastel. Todos bajo una misma bandera. ¿Pero quién ondea la bandera? El pan de cada día del rico y del `pobre no se cuece en el mismo horno. Este último al que hoy se nombra como “El menos valorado”.
El andaluz de Luis Cernuda Sombra hecha de luz, que templando repele, es fuego con nieve el andaluz.
Enigma al trasluz, pues va entre gente solo, es amor con odio el andaluz.
hermano mío, Dios, que te crea, Ser sea quien comprenda al andaluz.
Lejanos se dibujan los campos con sus cuatro estaciones mientras parece sonar un fondo de Verdi en dulce consonancia.
En estas paredes íntimas, levantadas con el esfuerzo de hombro con hombro, mentes sanas alimentadas de sueños se encuentran ambas vivencias, todo lo humano, las sonrisas, los sueños rotos y las pláticas bien ganadas. No faltan desencantos, pero, pese a todo, caminamos cogidos de la mano, sin respetar las leyes dominicales. Y desde la terraza lanzamos saludos a la vida diaria que se va posando en las azoteas del entorno, el paisaje urbano se resiste a ser solo tiempo pasado de una arquitectura para el gozo con música de campanarios y pájaros que vuelan sobre la vieja muralla.
Abajo, ya en el arroyo, en hilera los contenedores de basura donde se suceden hurgando una legión de golpeados marginales. El mundo es así, le guste o no le guste tanto dios como al diablo. Y los réditos del rezo, ya se sabe, según la renta de cada cual marcan el paso. Todo es desahucio, puro calvario para caminantes sin camino, sin parada y fonda, donde unos hombres a otros hombres se devoran como festín diario.
Nuestros años no se refugian en torre de marfil sino de ladrillo labrado con palabras y sueños que fueron tallando nuestro cotidiano existir. A veces nos sentimos nostálgicos, recordamos experiencias, pero queremos vivir, sentir bajo la cadencia apoyo armónico, razón de estar azul suave que tu mirada me regala, alimento diario de nuestra andadura.
Pero a veces, tal vez ahora que me siento amenazado, la sangre alterada, vislumbro la barca de Caronte remando sigilosamente hacia la orilla, alrededor de mi posible viaje a la caverna del olvido. Caronte es astuto y cicatero, por unos óvulos es capaz de todo. Intentaré no dejarlo arribar a esta feliz orilla, no me fío de él. Necesito vivir algo más envuelto en tu azul y mecido por risa que es música, me debo a escribir, libros por releer. Esa nuestra manera cotidiana de convivir con la armonía.
En esta tarde, que ni llueve ni se deja llover, que sea el poeta quién cierre esta crónica tan nuestra. Y Vallejo cantó.
“Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos; se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura; y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos”
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