Cada quiebre de año es diferente. Recompensa obtenida si los sentimientos de culpa ceden y hay menos carga en los hombros. Actitud que pone en riesgo el gran montaje, Matrix y la pantalla croma que rasa. Atlas liberado de su pesada carga que lo esclaviza y somete. Hércules y sus doce trabajos. Juana de Arco y Rasputín tomados de la mano.
“Escucha hermano la canción de la alegría, el canto alegre del que espera un nuevo día…”.
Las doce marcarán un año nuevo / no todo es brindis ni comida, / veintitrés cincuenta al tirar un enter, / por allá un like grita: ¡Aquí estamos! / La mente colectiva palpita / al ritmo del llamado irrenunciable / escuchado por pocos así parece, / increíblemente el coro de dos son miles, / no es casualidad y sí carambola / porque los obreros del saber están trabajando / y entre clics atizan la llama delprogreso; / ignorancia y estupidez estén seguras: / ¡Aquí no haycabida, / los hijos de la Luz velarán noche y día!(Poema en fin de año. APR)
Renovados propósitos, metas circunstanciales particulares; el año que se va visto desde la tribuna de los actores en papel de jueces… “la vida sigue igual”, dice al fondo del soliloquio la canción en tono e inspiración de Julio Iglesias. Inercias del viaje llamado vida. Avances, retrocesos. Caídas, incorporaciones, “disculpe usted, gente trabajando incomoda sí o sí”.
Nuevos nombres en el directorio digital cada vez más incorporado a la memoria que no es propia, solo parte de la agenda que cedimos por no leer críticamente las condiciones que en letra pequeña aceptamos una y otra vez en redes sociales y nuevas aplicaciones.
Rostros que nos acompañarán en el año que empieza. Algunos trascenderán antes, otros después. Facciones que también ya fueron cedidas para su uso por el mal llamado “Libro de caras”, pulpo que no oculta sus intenciones con un símbolo del infinito y una denominación de cuatro letras.
Dime vida, ¿sigues ahí o es mi sordera lo que te oculta a mi mirada?
Habla consciencia, hazlo solo para mí y emerge más allá de la inteligencia colectiva que todo lo abona. Logros personales en cosas vanas y detalles que aderezan.
Soy yo bailando break dance rodeado por mis compañeros de secundaria en actitud provocadora a los estereotipos que se retan desde mis acumuladas anualidades. Soy yo circulando en bicicleta tratando de dar abrazos el último día del año. Soy yo rascando en mis recuerdos acopiando pólvora para mis batallas próximas.
Espada y adarga sostenidas por mis falanges bautizadas por el soñado buqué, antesala del cielo al filo del averno, brega personal, ruta de aprendizaje; trascendencia y evolución en el fondo y para la raíz.
“El cielo y el infierno soy yo”, lo digo pensando ineludiblemente en Alberti y Rimbaud. Sí, no hay nadie más moviendo los hilos cuando de asumir soberanía y vivir libremente se trata.
En el filo/ entre año y año / te digo: / mis letras / no dejarán / de ser flor, / mano amiga, / oxígeno, / fe, / faro / y / amor. / No dejarán de serlo, / aunque el año / que viene/ amenace con su fiereza, / porque mis versos / tampoco renunciarán / a ser: puño, / proyectil, / escudo, / y armadura. (De un poeta para el año nuevo. APR)
Soy yo desafiando al año que viene envalentonado por mis versos y los aportes teóricos desde la subjetividad de la erudición a la sapiencia. Soy yo hablándome y haciéndolo a tu oído. Soy yo frente a los próximos trescientos sesenta y cinco días, una vuelta al sol con sus diferentes escenarios. Soy yo, creación holográfica de alguna versión divina que se pone a prueba a sí misma. Soy yo, nada me detendrá.
Bienvenido 2023, aquí me tienes, ¡poniéndole el pecho a lo que venga, nada me doblará! Decretado está.
Dijo en cierta ocasión Albert Camus que «la tragedia de la vejez no es que seamos viejos, sino que seamos jóvenes. Dentro de este cuerpo envejecido hay un corazón curioso, hambriento, lleno de deseo como en la juventud». Quizá, esta frase del escritor, de origen argelino, sea una estupenda expresión para vislumbrar el enfoque de la novela de Domenico Starnone, El viejo en el mar.
«El ecologismo seguirá siendo una estafa mientras no integre el veganismo en su discurso contra el calentamiento global». Este fue el mensaje medular que trasladaron al público asistente a la presentación del libro de Ángel Padilla “Los hijos de Romeo y Julieta” los actores en el evento, la cantante vegana Verito Monetta, la bailaora vegana Sandra “La Madueño”, la portavoz en Valencia del colectivo “Rebeldes indignadas” Rosa Más González y el propio Ángel Padilla.