Las promociones de precios especiales y las rebajas pueden dejar “tiritando” nuestros bolsillos. Son muchos los que se dejan llevar por oportunidades de compra tentadoras, reclamos publicitarios atractivos y las crecientes facilidades financieras para comprar a crédito: tres factores que, sumados a la inflación, pueden hacer que la famosa cuesta de enero se convierta, en muchas ocasiones, en la cuesta de febrero, cuando se acumulan los cargos en la cuenta de los pagos que se han realizado con las tarjetas de crédito.
Pero ¿por qué tantas personas se dejan llevar por los excesos y luego sufren las consecuencias? Los expertos en psicología María Ibáñez Goicoechea y Jesús Jiménez Cascallana, directores del Centro de Psicología e Introspección, en Madrid, nos explican las causas que nos llevan al consumo compulsivo y nos dan algunas claves para poder evitarlo:
Cuidado con las comparaciones. La comparación con los demás es un factor clave para que alguien gaste más de lo aconsejable según su economía. De la comparación surge el sentimiento de inferioridad, el malestar y la envidia, que suelen impeler a tratar de equilibrar esa sensación de que uno es menos que los demás si no tiene unas vacaciones exóticas, los mejores manjares en la mesa, o si no hace los mejores regalos de la familia.
No dejarse llevar por las apariencias. Hay que tener en cuenta que “la situación de aparente abundancia, tan reconfortante y atractiva, da paso a una necesidad de restricciones posterior, para equilibrar los balances financieros personales, para bajar los kilos acumulados...”
El placer no acaba con el malestar. La angustia cotidiana, provocada por el estrés en el trabajo, problemas familiares, una enfermedad, un imprevisto financiero, o por los conflictos sociales, como el ambiente político, la inseguridad creciente en ámbitos sanitarios, económicos, e incluso la guerra y el cambio climático, son otros factores que empujan a los excesos. “Parecen demasiados retos, y hay una creencia muy arraigada de que el placer acaba con el malestar, por lo que dejarse llevar por los excesos puede parecer una puerta de escape, un bálsamo para tanta zozobra, cuando en realidad es una anestesia temporal y cuando se pase su efecto nos va a devolver al malestar inicial con algunos extras añadidos, como la cuesta de febrero, los kilos de más, el arrepentimiento, la culpa, el miedo al futuro…”, advierten estos expertos.
Ir a la raíz del problema. Estará bien ser consciente de los perjuicios de dejarse llevar por los excesos y reflexionar sobre ello sin culparse. Pero si no se va a las verdaderas causas psicológicas, es muy probable que se vuelva a recaer una y otra vez, como pasa con cualquier mal hábito de la vida. Siguiendo los ejemplos que hemos puesto, hay que comprender que no hay nadie que sea inferior a los demás, ni por sus bienes, ni por sus habilidades o capacidades, ni por sus circunstancias. Como seres humanos todos somos igual de valiosos. Hay que aprender a resolver emocionalmente el sentimiento de inferioridad y el miedo al menosprecio, empezando por no menospreciarse a uno mismo.
Respecto a intentar calmar el malestar buscando el placer, ya sea por la comida, por la sexualidad, por competir y ganar, o por cualquier otra cosa, hay que tener en cuenta que produce adicción psicológica y, más temprano que tarde, sufrimiento. En este sentido, no hay que confundir el placer con el bienestar, con la alegría ni con disfrutar de las cosas buenas de la vida, que no producen efectos secundarios.
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