Aunque no lo parezca, lo que era algo utópico hace siglos se ha convertido en una realidad palpable. Lo que nos está deparando el presente en cuanto a desarrollo tecnológico es impresionante, algo que parece casi imposible, si pensamos en lo que sucederá en el futuro. Luchar por la justicia y por la expresión efectiva de los valores éticos y humanos es algo valioso en sí mismo, aunque sea una tarea difícil. Lo fácil no tiene mérito.
Los grandes retos, en todos los sentidos, son lo propio de las mentes libres y grandes. Vivimos en una sociedad líquida y relativista en que para mucha gente lo único que importa es la satisfacción de los intereses personales, por encima de todo lo demás. Pero somos seres sociales y deberíamos ser solidarios y justos con nuestros semejantes. Para eso existen las leyes o las normas. No se debe basar la vida en el egoísmo a toda costa, algo que perjudica a los demás. Porque de esta manera la existencia se transforma en una guerra sin cuartel entre las personas, ya que es lógico que cada individuo defienda de manera implacable sus derechos cueste lo que cueste. Es una actitud racional y lógica.
La actitud materialista que se observa en las relaciones interpersonales las perjudica gravemente, si bien esto no se produce siempre, pero es bastante frecuente y no debería ser así. Nadie dice que no sea necesario disfrutar de un cierto bienestar material en la vida cotidiana, pero esto no supone que se supedite todo, de una forma absoluta, al dinero y las posesiones materiales. La vida humana es más corta de lo que se piensa, aunque sea larga y nadie sabe a qué edad le llegará el final. Por tanto, la avaricia es algo desaconsejable, porque no conduce a nada bueno.
No se debe tener miedo al futuro que puede llegar a ser fabuloso, en todos los sentidos. La vida es riesgo y aventura, ya que si no lo es no se vive plena y libremente. Existen mentalidades que buscan la seguridad absoluta y eso es lo mismo que estar muertos en vida. Los problemas forman parte de la existencia y no admitirlo lleva a la incoherencia.
Lo utópico es lo sin lugar, pero resulta que muchas cosas y avances que se consideraban imposibles ya se han realizado. Lo que significa, en realidad, que se abren ante nosotros muchos más desarrollos, inventos, logros, proyectos, metas y propósitos que pueden ser una realidad, si nos esforzamos y ponemos la disciplina, tenacidad y perseverancia adecuadas. Frente al pesimismo, el entusiasmo y la fuerza con capaces de lograr resultados que podían parecer imposibles. En la sociedad actual parece imperar la comodidad a toda costa y mucha gente se conforma solo con eso.
No llegamos a este mundo material, para vivir únicamente de una forma animal, también podemos desarrollar la inteligencia y la creatividad, ya que somos seres racionales y con una elevada sensibilidad que supera la de muchas especies animales, si pensamos en el mundo emocional y sentimental característico de los seres humanos.
La justicia social no es algo utópico, aunque sea muy difícil de lograr en un planeta con tanta diversidad y población. Con más de 8.000 millones de habitantes es extremadamente complicado garantizar una buena vida para todos. Es algo que depende fundamentalmente de los gobiernos de los países, más que de los ciudadanos, aunque estos últimos pueden contribuir de ciertas maneras al logro de una vida mejor en todo el planeta y para todas las personas.
Con el desarrollo de la Inteligencia Artificial y la computación cuántica se podrá acabar con el hambre en el mundo y también con la robótica. Aunque la clave seguirá siendo invertir más fondos económicos y de mayor cuantía en la eliminación de la pobreza, en amplias zonas del mundo.La tecnología y la digitalización pueden ser herramientas de primera categoría en la búsqueda de la igualdad económica y social, pero lo serán si son bien empleadas por los gobiernos nacionales de una manera coherente y racional, buscando el bien general de todos.
La ciencia y la tecnología serán la solución a los peores males de la humanidad, si son bien aplicadas a la realidad social e individual. No es una utopía ya que es algo ejecutable. La denominada sociedad del bienestar que está actualmente amenazada puede ser impulsada, con una fuerza muy considerable, en la era digital en los próximos años y décadas.
La historia se repite. El ser humano vuelve a tropezar en la misma piedra una vez tras otra. A principios del siglo XVI Maquiavelo nos anticipaba (sin pretenderlo) las consecuencias de la DANA. Tengo la suerte de asistir a clase de Historia Universal de la Edad Moderna en la Universidad de Málaga. Días atrás, mientras debatíamos sobre la historia de la Europa del siglo XVI, nuestra profesora proyectó en la pantalla un fragmento de la obra de Maquiavelo “el Príncipe”.
El profeta Jeremías hace sonar la alarma cuando escribe: “No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían, yo no les hablé, pero ellos profetizaban. Pero si ellos hubiesen entrado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y les habrían hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras” (23: 21, 22).
El maquiavelismo como movimiento ideológico y político y cultural ya lleva cinco siglos con nosotros, a nivel teórico, a nivel práctico supongo que desde las noches del poder tiempo. Pero ha surgido en todo el planeta, especialmente, en Occidente, que era la gran patria del sueño de la democracia, con todos sus matices y todas sus limitaciones.