Me llamó poderosamente la atención de la película ”Carne de Gallina”, cinta española dirigida por Javier Macua, estrenada por el año 2001, la misma que escuché y vi en Antena 3, largometraje que nos da cuenta de las peripecias, vicisitudes y la odisea que vive una familia asturiana luego de que el proveedor y jefe de la familia, un minero jubilado, muere. Pero se le ocurrió morir en sábado, ya que administrativamente solo se encontraba un médico de guardia para dar cuenta de la defunción; sin embargo este médico solo era el suplente y no tenía la facultad para reportarle a sus superiores la muerte oficial de este hombre, cuyo cadáver yacía petrificado e inmóvil, y fue visitado en su lecho por las gallinas que en vida cuidaba, y que su perro aullaba y ponía de manifiesto por su partida y su ausencia, pero su descomposición ya era irreversible.
La familia, para solicitar un préstamo al banco que mantuviera la hipoteca de la casa y la pensión vigente, tenía que contar con su firma, cosa que tuvieron que falsificar por urgente necesidad, y que también el agente del Banco tuvo que visitar la casa del jefe de familia y para ello con la iniciativa del hijo mayor: llegaron al extremo de colocarlo en una hielera para que el cadáver no se descompusiera, finalmente aunque la familia hacía todo lo posible por ocultarlo, llegaron la prensa y los periodistas, los vecinos, los miembros de la resistencia minera ante los embates de la guardia civil además de los compañeros del minero en la mina de carbón, así como el párroco y por fin el médico legista titular que por fin luego de varios días y de traslados fallidos en la ambulancia dio fé de la muerte del minero jubilado en su propio domicilio, cuyos compañeros sindicalizados consiguieron lo que no lograron en vida: viviendas en Multifamiliares, que irónicamente dotaron a su compañeros de un mausoleo para la muerte colectiva digna de sus compañeros.
Carne de gallina es una verdadera metáfora y alegoría del fin que tuvo un humilde minero asturiano quién era el sostén económico de su familia, quienes habían vivido a expensas de él sin la capacidad e independencia para allegarse de recursos económicos por cuenta propia, y que al darse cuenta de su inevitable muerte no les quedó otro recurso más que actuar como simples zopilotes y/o Buitres con el arte de sobrevivir de la carroña ajena, aunque también sin soslayar al capitalismo salvaje sumergido en las aguas heladas del cálculo egoísta con la hipoteca y los intereses sobre la pensiones que debería generar dicho acontecimiento fatal a favor del lucro inmisericorde de los bancos y las compañías mineras que en vida habían explotado al minero y a sus compañeros a costa de varias enfermedades crónicas entre ellas la de los pulmones y bronquios conocidas como la silicosis, efisema, pulmonía y bronquitis que a la larga cobrarían irremisiblemente la vida de los mineros, drama, miseria y tragedia que no es privativa de Europa, sino que se registra también en América Latina y en ancestrales ciudades mineras de Bolivia y México.
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