Doña Ana de Mendoza de la Cerda, conocida como la Princesa de Éboli, con el ojo parchado pero con la verdad desnuda, quien luego de haber quedado viuda de Ruy Gómez de Silva (príncipe de *Éboli) tuvo amores prohibidos con Antonio Pérez, Secretario del Rey, y que por la intransigencia y la Intolerancia de la monarquía encabezada por Felipe II, y sobre todo envidia y celos perpetrados y consumados con sus vengativas decisiones, terminó pagando con la cárcel con dignidad e independencia frente a la alta aristocracia castellana, aún en el breve prólogo de libertad sexual que antecedió al posterior triunfo del absolutismo.
La princesa de Éboli, sin estigmatizarla y/o etiquetarla como una feminista precoz, fue y es toda una figura crítica que honra y refleja la transición liberal de la Edad Media hacia el Renacimiento (1540 a 1592). Ana evoca ya los valores renacentistas del redescubrimiento del humanismo y el erotismo frente a los dogmas eclesiásticos (sus conocidas diferencias con Santa Teresa de Jesús) y los eternos dogmas que justificaban con la Monarquía: el Derecho Divino de los Reyes para ejercer el poder del Estado civil y militar confundido con el poder de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, si bien no intervino la Santa Inquisición, porque ésta solo se limitó a censurar lo publicado sobre la biografía inédita de Teresa de Jesús. Ana tuvo que ser recluída en la cárcel y cumplir con el arresto domiciliario por órdenes expresas del Rey Felipe II, hecho que precipitaría su muerte a los 52 años de edad.
*Denominación de ciudad ubicada en el Reino de Nápoles
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