La era de industrialización en Europa nos trae imágenes de vidas enterradas en el trabajo, de alcohol escanciado para olvidar, de trágicas rutinas de madres luchadoras, de famosas calles como las de Carlos Dickens...
Hoy, soberbios presumidos de haber superado dos guerras mundiales y sendas guerras frías, paseamos la vida con enorme indiferencia ante la mayor parte del mundo que desconocemos... soberbios presumidos con sueños de tierra que nosotros mismos convertiremos en polvo... soberbios presumidos, que olvidamos que el amor, el respeto y la unión con ilusión son las únicas bases que conseguirán un mundo más habitable.
Hoy, soberbios presumidos de haber comenzado a conquistar el universo, nos olvidamos de los que con su sudor, trabajo y mucha soledad personal empujan los cohetes que lanzan los sueños de los poderosos... El humilde trabajador, industrializado con la misma masa del siglo XIX, sólo encuentra ilusión si le dan esperanza de trabajo indefinido...
Los fuertes, poderosos, superiores por herencia, siguen siendo los mismos... Por desgracia, esta sociedad la hemos hecho con apellidos... olvidándonos que todos los conflictos se generaron por el enfrentamiento entre los dos mundos, creados por el hombre, el del trabajo “por que sí” y el de la “clase superior, inquisidora”.
Ya dijo el sabio: “Dios habla una vez... el hombre multiplica las lenguas y materializa la palabra” Los telediarios, cada vez más repetitivos, se han convertidos en prensa TV, pero copia exacta del famoso periódico “EL CASO”... Valores humanos, pocos... Volcados de desgracias e ideas enfrentadas muchas”...
A pesar de todos, tenemos la obligación de CREER EN EL HOMBRE y, por tanto, OBLIGARLE A CAMBIAR para hacer de este universo un MUNDO ACOGEDOR PARA TODOS.
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