El batacazo que ha sufrido Pedro Sánchez con las elecciones municipales y de alguna de las autonomías, ha hecho que la ultraizquierda haya salido de las principales instituciones autonómicas y municipales, y ha habido periodistas que lo han calificado como una hecatombe.
No, miren Vds. Una hecatombe, para los griegos era un sacrificio de cincuenta bueyes en honor a alguna divinidad, que las ciudades, o, a veces, ciudadanos poderosos ofrecían. También tiene el significado de suceso trágico en el que se produce una gran destrucción con muchas desgracias humanas y materiales. Tampoco ha sido esto. No ha habido destrucción ni pérdida de vidas humanas. Simplemente le han dado los españoles a Pedro un soberano sopapo que le ha encolerizado y ha provocado una explosión de ira, como tantas de las suyas. Esa soberana bofetada lo ha herido en lo más profundo de su soberbia y en lo más hondo de su orgullo. Por ello se ha revuelto como un animal herido y su forma de mitigar su dolor ha sido la convocatoria de unas elecciones para una fecha nefasta a los españoles; en un mes aciago y en la peor fecha de este. Pero, para mí, que lo tenía pensado y repensado. Maliciándose que pudiese suceder lo que ha ocurrido, ya se habría hecho propósito de convocar unas elecciones para el peor momento para los españoles, calor asfixiante ¿qué será de los andaluces, cordobeses, sevillanos, ecijanos… con las calores de esos días? Plena época de vacaciones (¿asegurarse el absentismo?). Esto si no tenemos en cuenta que es una fecha en la que todavía se estarán negociando la formación de gobiernos de pactos en las autonomías y ayuntamientos que serán necesarios para que la férula socialista no siga mortificándonos. Pero posiblemente no le salga bien la jugada. No hay nada más que pulsar un poco el sentir de los ciudadanos para comprobar que hay un clima de descontento, de insatisfacción y de hartazgo hacia él, que hace que el deseo de echarlo del Gobierno se vea como un lenitivo para el mal que estamos padeciendo sola y exclusivamente por su culpa. Este príncipe de la mentira y rey del engaño lleva mucho tiempo engañándonos, pero se puede engañar a poca gente durante mucho tiempo, a mucha gente durante poco tiempo, pero no a toda la gente todo el tiempo. Que se dé cuenta de que le ha llegado la hora de recoger sus bártulos de la Moncloa, también el colchón, por si le ha tomado cariño, y se vaya con viento fresco o con su música a otra parte. España ya no la tararea. Las mentiras son muy cansinas y estamos muy hartos de ellas.
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