Ya no nos conformamos con los molinos de viento quijotescos para centrarnos en las figuras grotescas de mal fario; hemos progresado en este sentido para pergeñar peligrosas monstruosidades auténticas. El delirio acrecentó las dimensiones perversas de los entes creados, con innumerables garfios acechantes en los diferentes sectores de la actividad comunitaria, económica, política, tendencias educativas o formatos convivenciales. Nos abruman con asombrosos ejemplos de una complejidad INQUIETANTE, con los augurios de un empeoramiento irreversible de rápida instauración. Desde luego, así será; si no reaccionamos con mayor diligencia en torno a las alternativas accesibles.
Con una somera observación de los entornos, enseguida percibimos elementos empoderados con enormes influencias sobre cuanto acontece en la sociedad. Determinados políticos de ámbito local o nacional han sido elegidos por nosotros, a ciertos capitostes empresariales les seguimos las consignas y sobre las audiencias de los despropósitos mediáticos, qué vamos a disimular. Queda patente la complacencia de los MANGONEADORES, cuando se ven alentados por una serie de colaboraciones acríticas, les vienen de perlas. La ausencia de respuestas enérgicas y coherentes por parte de los sufridores se pone de manifiesto. No resulta nada complicada la percepción de estos matices.
Bien está saber por donde se desenvuelven las sesudas teorías y propuestas, esos conceptos al por mayor que siempre apreciamos desde la distancia; su repercusión directa sobre las personas concretas las detectamos con finos hilos de consecuencias variadas. No se pueden negar sus efectos ni ciertos fundamentos, pero no conviene tampoco obsesionarnos con sus directrices. Centrándonos en el engranaje individual, disponemos de suficientes aptitudes para el conocimiento básico de las mejores cualidades. Desde esa valoración ÍNTIMA, una persona sabe lo fundamental sobre las bondades o malicias, de la felicidad y las penurias; con la ignorancia irremediable de todo ser humano.
La diversidad extiende su presencia radical por todos los espacios existenciales; las apariencias siempre contienden con los contenidos estructurales. Desde las partículas inorgánicas a los seres vivos, queda patente la mostración en toda su riqueza, muy bien diferenciada de lo que pueda detectarse en cada caso, sin que nadie disponga de la llave en exclusiva. Como un añadido pertinaz, en cuanto a los observadores se aprecia la misma diversidad, de ahí, la peculiaridad de las IMPRESIONES obtenidas. Por activos o por pasivos, nadie se libra de tan persistentes discordancias, aunque por esos vericuetos entramos en la fascinante posición particular de los criterios personales con toda su dignidad.
Dejando aparte las presunciones impropias de gente con limitaciones trágicas y crueles; al activar los sentidos y las mentalidades, brotan en los entornos un sinfín de mensajeros de la sencillez, para ponernos al corriente de las esencias existenciales. Los podemos percibir a través del ventanuco de una simple claraboya, en los arrecifes expuestos al viento, en la placidez de una campiña; captamos con facilidad el mensaje crucial para las mejores aplicaciones inmediatas. Digámoslo así:
Claraboya ilustrativa
Por la Claraboya, No sólo emergen Los rayos del amanecer, Las gotas del rocío aplastadas en el cristal; Asoman las claridades Y sobre todo, La oscuridad. Se suman Al brindis colaborador.
Pero no es todo, El todo queda remoto.
Los buenos mensajeros, Y por tanto, Sus misivas, Se suceden sin fin. Asoma El pajarillo piante, El ave fugaz silenciosa Y los mensajes latentes De los vientos impetuosos.
Se siente el clamor De aportaciones nítidas, Espontáneas, Con dádivas impagables.
Hablan con energía De invitaciones, De entrega, De colaboración, De los mejores vínculos… y… de esperanza.
Decía Nietzsche: Es sencillo hacer que las cosas sean complicadas, pero difícil hacer que sean sencillas. Nos enfrascamos en buscarle los parientes a la luna, sin hacer caso de los alientos cercanos. No somos constructores de galaxias, sino artistas en ciernes para dibujar con estilo la vida propia. Desde el ventanuco, atisbamos la franqueza de esa NATURALIDAD apasionante. Se trata también de ponernos en acción, con las cualidades indudables y en un ámbito determinado, sin olvidar las limitaciones implícitas en las circunstancias particulares. Se trata de obtener la versión genuina, sacar al artista que llevamos dentro con toda naturalidad.
La actividad cósmica involucra a incontables componentes en una suma de FENÓMENOS inabarcables. Cada elemento participante en su papel, activa sus propias características, sin sacar a colación explicaciones superiores. Los humanos disponemos de la capacidad interpretativa a nuestro aire de cuanto sucede, pero no de cambiarlo sustancialmente.
Ahí está el meollo, complicar las consideraciones arbitrariamente o tratar de adaptarnos sin artificios enajenados. A semejante DISYUNTIVA nos vemos abocados por humanos, ahí se sitúan las decisiones personales irrebatibles. Si quedan asignaturas pendientes, está por ver.
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