Al no vernos interiormente nos hacemos una imagen irreal de nosotros mismos.
Alguien escribió que las elecciones tendrían que servir para escoger para los cargos públicos hombres o mujeres que hubiesen triunfado en la empresa privada. Se considera que el éxito en la empresa privada es garantía de un buen gobierno. ¿Tiene que ser así? Los triunfadores en la empresa privada acostumbran a ser personas que explotan a sus trabajadores, sin los cuales, el éxito no lo hubieran obtenido. El espíritu del éxito en la empresa privada se traspasará en la administración pública.
En la época de los jueces que gobernaron en el antiguo Israel se caracterizaba por: “En estos días no había rey en Israel, cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21: 25). El último de los jueces fue Samuel que a la vez fue un fiel servidor del Señor. Como todos los humanos tuvo sus fallos.
“Aconteció que habiendo envejecido Samuel, puso a sus hijos como jueces sobre Israel” (1 Samuel 8: 1). Esta decisión no gustó al pueblo: “y le dijeron: he aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos, por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas la naciones” (vv. 4, 5). A Samuel no le pareció buena la decisión tomada por los dirigentes. Dios le dice a Samuel: No te preocupes, quieren un rey, pues tendrán un rey. (vv. 7, 8). El elegido fue Saúl. Al principio fue tímido y vergonzoso. El día que públicamente fue proclamado rey, se escondió entre el bagaje. Lo buscaron. Lo encontraron y lo llevan a la presencia de la asamblea. El texto nos dice sus características. “Y puesto en medio del pueblo, desde los hombros arriba era más alto que todo el pueblo” (1 Samuel 10: 23). No dice nada de su interior. Quien empezó gobernando como un buen monarca, con el tiempo se comportó como un engreído que fue rechazado por Dios y condujo el reino al desastre.
En vida de Saúl Dios busca sucesor de Saúl. El Señor le dice a Samuel que vaya a Belén, a casa de Isaí y unja como rey a uno de sus hijos. (1 Samuel 16: 1). Al ver a Eliab, el primogénito, Samuel se dijo. “De cierto delante del señor está su ungido” (v. 6). Pero el señor le dijo a Samuel: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho, porque el Señor no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón” (v. 7). Se dice que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. No es perfecta como no lo son quienes se confiesan demócratas. Lo cual no garantiza su buen funcionamiento. Ni la teocracia no funcionó bien en tiempos del antiguo Israel fue porque los israelitas abandonaron a Dios que los había liberado de la esclavitud egipcia y adoraron a los dioses de las naciones vecinas. Las teocracias que existieron en el pasado en las naciones europeas fracasaron estrepitosamente al no practicar la justicia. Aquellos reinos fueron gobernados por monarcas déspotas que oprimían a los pueblos en nombre de Dios. La Iglesia se encargaba de apoyarlos en el trono. Los españoles tenemos el nefasto recuerdo del nacionalcatolicismo de Franco. Que la memoria histórica nos impulse a la reflexión y aprendamos la lección.
Limitémonos a Europa. Un negro y amenazador nubarrón la va cubriendo que presagia situaciones políticas extremas que limitarán o eliminarán las libertades políticas y religiosas de sus ciudadanos. Este declive tiene sus causas. Los ciudadanos europeos pierden la capacidad de discernimiento y a la hora de la verdad eligen a quienes prometen lo que no van a poder cumplir. Al llegar al poder las promesas electorales se guardan en el cajón del olvido.
Se dice de Diógenes que en un día soleado iba por la calle con un candil encendido. Preguntado por tal excentricidad, respondió: “Busco un hombre”. Si no somos duros de mollera interpretaremos que Diógenes estaba buscando a un hombre íntegro. ¿Dónde encontrar a una persona con dicha característica? No se la encontrará porque no existe. La Biblia es clara en este sentido. Todos somos pecadores. En el imaginario de la Iglesia Católica la integridad se encuentra en los santos y las vírgenes. El pecado si no se combate adecuadamente se convierte en una metástasis que lo corrompe todo. Dios que lo contempla todo, lo que dijo de los antiguos lo volvería a decir hoy: “Y vio el Señor que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo el mal” (Génesis 6: 5). Limitándonos en la política percibimos que no hay un palmo de limpio. ¿Es posible revertir esta tendencia insana? Sí. ¿Cómo? Siempre hablo de personas. Si son buenas las instituciones también lo serán. Si son malas las instituciones serán malvadas.
¿Cómo regenerar las instituciones públicas? se tiene que empezar regenerando a la ciudadanía. Los políticos no vienen de París. Salen del pueblo. Es aquí en donde tiene que ponerse el empeño si es que de verdad queremos desterrar la corrupción política.
Tenemos que rechazar la teocracia por los malos resultados. Pero sí que tenemos que pensar en personas teócratas. Una teocracia impuesta se convierte en dictadura. Una sociedad en la que se encuentre un buen número de personas teócratas, esta minoría de personas creyentes en Cristo se comportan como la sal que preserva la corrupción e influyen para que las coas públicas se realicen mucho mejor. Inyectan una buena dosis de moral en una sociedad que ignora qué es.
Las profecías de Daniel enseñan, empezando por Babilonia que los imperios se van sucediendo el uno detrás del otro hasta la instauración del reino de Dios eterno “en donde no habrá más maldición, y el trono de Dios y el Cordero estará en él, y sus siervos le servirán” (Apocalipsis 22. 3). Los creyentes en Cristo que hoy vivimos en las diversas naciones que se caracterizan por la injusticia y la corrupción, tenemos la esperanza de reunirnos un día en el reino eterno de Dios en el que se manifestará la justicia con todo su esplendor”.
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