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Espíritu bárbaro

​A una buena educación no le puede faltar la enseñanza de la Biblia porque en ella se encuentra el camino de la vida
Octavi Pereña
lunes, 28 de agosto de 2023, 10:26 h (CET)

Cuando vemos a un recién nacido durmiendo en la cama o en el cochecito, espontáneamente exclamamos: ¡qué mono que es! Nos fijamos en el aspecto externo pero nos olvidamos de aquello en que puede convertirse con el paso del tiempo. Albert Siegel nos despierta del ensueño y nos transporta a la realidad cuando escribe: “Por lo que hace a la crianza de los hijos sólo se está a veinte años de la barbarie. Veinte años es el tiempo que tenemos para completar la tarea de civilizar a los niños que nacen cada año. Estos salvajes no saben nada de nuestra lengua, de nuestra cultura, de nuestra religión, de nuestros valores, de nuestras costumbres en las relaciones interpersonales…A los barbaros se les debe domar si la civilización tiene que sobrevivir”


Puede parecernos muy duro el concepto que Siegel tiene de los bebés que son tan monos. Pero la realidad es la que es y no se la puede eludir. El salmista nos da un destello del bárbaro que se esconde en los recién nacidos, de aquellos angelitos tan monos, tan inocentes que duermen plácidamente en la cunita, cuando escribe de sí mismo: “He aquí en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Salmo 51: 5). El autor de esta cita no es otro que David, el rey de Israel de cuya descendencia nacería Jesús el Rey de los judíos. La escribió después que el profeta Natán que encomendado por Dios denunció el pecado de adulterio y asesinato que había cometido para intentar esconder la fechoría que había cometido. La luz de Dios hurgó  en su conciencia haciéndole ver la clase de persona que se escondía debajo de la vestimenta real. Si no se ataca debidamente al pecado que origina la barbarie que denuncia Albert Siegel nuestra civilización será suplantada por la barbarie en las próximas generaciones. Indicios de lo que nos espera se manifiestan  por doquier. No sirve la excusa de desentenderse del problema diciendo: “Como no me afecta, ya se apañarán”. Como muy bien dice Antonio Pau. “Hoy, no mañana. Necesitamos disidentes, personas con criterio propio”, que denuncien el peligro que nos amenaza. Si no se trata debidamente el virus del pecado que es el causante de la barbarie que nos acecha iremos de mal a peor. No dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy.


Lo que dijo Josep Lluís Rovira refiriéndose el Covid-19 yo lo aplico al pecado: “El mundo está mal. Si no encontramos una vacuna para el virus será la hecatombe mundial”. Voces científicas nos previenen que después del coronavirus otras pandemias seguirán que volverán locos a los epidemiólogos buscando remedios. El virus que más estragos produce porque mata a todas las personas de cada generación es el pecado. Para combatirlo ya hace más de dos mil años que se posee la vacuna. Desgraciadamente no se administra a todas las personas  porque no están obligadas a vacunarse. No hacerlo tiene dos consecuencias. Una, afecta a la eternidad: Salvación o condena eterna. La otra tiene que ver con el día a día: La barbarie. “Mientras eduquemos a nuestros hijos hemos de recordar que somos guardianes del futuro. Cuando mejoramos la educación,  mejoramos el futuro de la humanidad, el futuro de este mundo” (Immanuel Kant). Mejorar la educación de los hijos no consiste únicamente en atiborrarlos de conocimientos que los hace ready para afrontar el futuro como anuncia una escuela de económicas. Está demostrado que los distintos grados educativos por los que pasan los hijos no destruyen el virus de la barbarie. En la educación de los hijos debería ocupar un lugar preferente el estudio concienzudo de la Biblia que es el instrumento que utiliza Dios para cambiar para bien la conducta de los hombres. Mediante el poder del Espíritu Santo y la fe en Jesús los niños pueden convertirse en hijos d Dios por adopción. El niño que por nacimiento natural lleva inoculado el virus de la barbarie, por la fe en Jesús queda latente y entra en acción el virus beneficioso de la civilización. Ello crea un combate espiritual interno entre el viejo y el nuevo hombre, como lo llama la Biblia. Con la ayuda del Espíritu Santo el nuevo hombre prevalece sobre el viejo y aflora el hombre civilizado.


Vivimos en una sociedad cristiana de nombre pero pagana de corazón. Para evitar la barbarie de los hijos los padres tienen que criarlos en la disciplina del Señor (Efesios 6: 4). La educación espiritual tendría que empezar a aplicarse cuanto antes mejor. Diría que tiene que comenzar durante el noviazgo, implorando los futuros esposos ayuda al Señor para que les ayude a mantenerse fieles el uno al otro y, al ser padres, que les dé la sabiduría necesaria para inculcarles el temor de Dios, lo cual los hará ciudadanos modélicos en los distintos estadios de sus vidas.  La fe en Jesús mantendrá a raya en el corazón de los niños el espíritu bárbaro que tantos estragos produce en la sociedad.

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