Llega la época navideña y eso supone ponerse de acuerdo en muchos aspectos con la pareja y su familia. Son fechas para algunos de discusiones o de temores ante cómo repartirse los días ya que no es fácil amoldarse o tener que ver a familiares de los que, durante el resto del año, apenas te acuerdas. Para algunas personas son momentos complejos por todo lo que supone no sólo a nivel personal sino sobre el resto de esferas sociales.
Van pasando los días con sus sobresaltos diarios, pero llega un momento en el que la persona que te acompaña dice eso de “¿Qué día vamos a ir a casa de mi madre? ¿En Nochebuena o en Navidad? ¿Y en Nochevieja, cómo lo haremos?”. Y es ahí, cuando salta la alarma de que las fiestas ya están aquí. Es ahí, cuando hay que organizarse, sea como sea, y hay veces que eso no es tan fácil. Surgen las prisas y el agobio ante esta sencilla conversación.
También depende mucho del tipo de relación que uno tenga, puesto que no es lo mismo para aquellas parejas que están empezando o llevan poco tiempo, que para aquellas que están un poco aburridas de la misma temática de todos los años.
Nos encontramos con parejas que tienen esos nervios de la primera vez que van a casa de sus suegros y que albergan la gran ilusión de mostrar su mejor cara y no sólo ya eso, sino que a veces puede ser considerado como una muestra de compromiso, es decir, de que la cosa va en serio, de que la historia está fluyendo porque para muchos eso de conocer a los padres supone dar un paso más en la relación y, sobre todo, en estas épocas tan familiares.
Pero por otro lado, están las parejas que están cansadas de “aguantar” al resto de familiares. Aquellas que intentan equilibrar los días de la mejor manera posible pero que aún así, puede suceder que surjan tiranteces sobre el asunto. Son muchas las madres que, incluso, fuerzan la situación y eso repercute y tiene consecuencias, obviamente, en la relación con sus hijos o hijas.
De una forma u otra, puede surgir cierta incertidumbre ante el hecho de hablar de ello, pero es imprescindible tener la confianza y seguridad necesarias para tener la libertad de poder dialogar de todo con la persona que nos acompaña. Por eso mismo, existen otras parejas que, debido a la imposibilidad de ponerse de acuerdo, deciden ir cada uno por su lado en estas fechas. Ni es mejor, ni es peor, sino que son opciones que cada uno debe madurar y sopesar. Quizá, en un momento, tomar esa decisión esté bien pero eso no quiere decir que siempre vaya a ser así, es decir, las relaciones evolucionan y hay que amoldar las situaciones familiares al ritmo de dichas relaciones. No será lo mismo una pareja que lleve dos años en los que la pasión y la ilusión está siempre presente, en la que las ganas de querer más y avanzar sean evidentes a una que lleve diez años donde el cariño y el afecto es aquello que más sobresale. Son momentos diferentes, porque cada uno cambia con la persona que está a su lado.
Por lo tanto, lo que hay que hacer es intentar llevar de la mejor manera posible estas fechas, utilizando la empatía con nuestra pareja, hablando de qué es lo que necesita y quiere cada uno y, sobre todo, dejar de compararse con lo que hace el resto de relaciones que se tienen alrededor.
Ninguna pareja es ejemplo de nada porque sólo vemos la fachada que nos muestran y, además, es que cada una de ellas tiene sus normas y necesidades. No se trata de agradar a la familia del otro porque sean estas fechas puesto que, según pase el tiempo, eso puede ser motivo de discusión cuando se abra el cajón del pasado, se trata de ser sinceros y expresar sin miedo a represalias lo que uno quiere. No existen los suegros ideales, pero sí que existen parejas que quieren seguir adelante y pueden ceder el uno por el otro, de manera equilibrada, claro está. Y es que en muchos momentos estar en pareja supone, también, negociar y llegar a buenos acuerdos.
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