Existen épocas en nuestra vida que, debido a los acontecimientos, dormiremos menos porque nos influirán aquellos sucesos que tienen lugar en el día a día. Generalmente, suelen ser casos puntuales que acaparan algunas semanas, o incluso meses, pero que con el tiempo se acaban solucionando. No les daremos importancia porque, además, según nos afecten las cosas podremos resolverlo con más o menos rapidez.
El problema es cuando ese malestar de no dormir y, por tanto, de no descansar, se repite una y otra vez, es decir, se cronifica en el tiempo. Todo esto dará lugar a sensaciones desagradables durante el día como pueden ser apatía, desgana e irritabilidad. No descansar supone alteraciones en el sistema nervioso y en nuestro comportamiento, ya que nuestra cabeza no ha podido parar de reflexionar sobre aquellos pensamientos que hacen que, precisamente, no podamos conciliar el sueño.
Y es que para estar activos y poder rendir durante el día, es necesario que la mente pare. El cuerpo tiene que descansar porque sino entramos en una espiral de cansancio infinito que afectará en todos los ámbitos desde el laboral donde podremos cometer fallos, pasando por el social del que nos alejaremos, hasta el sentimental provocando, incluso, rupturas de pareja.
La sensación es siempre la misma cuando uno padece insomnio y esa es la de tener miedo o reticencia a la noche porque los minutos se convierten en horas y el mismo pensamiento de saber que uno no puede dormir, hace que entre en un bucle de inestabilidad ante la simple situación de cerrar los ojos y relajarse. Es imposible porque los nervios aparecen y mirar que el reloj no avanza y uno no es capaz de descansar, hace que esto genere aún más impotencia.
Es difícil de explicar cuando uno no lo ha sentido porque nada tiene que ver no dormir alguna noche intermitente a no hacerlo de forma crónica porque esto último nos cambia el carácter, nos lo agria de forma radical. Y resulta evidente cómo el insomnio suele aparecer en momentos de crisis, de cambios, de ansiedad, de pérdidas o de inestabilidad, es decir, es la forma que tiene el cuerpo, quizá, de quejarse y decir basta, es la manera en la que nuestro interior está intentando hablarnos. Ante esto, lo mejor es tomar medidas, es saber qué nos está quitando el sueño de forma constante y qué podemos cambiar para que esta situación tan desafortunada no siga estando presente.
Hay que ser conscientes de la realidad y pudiera ser que no nos guste contarlo porque de cara a los demás, parece que no es un problema, sino un mal menor pero, lo cierto, es que sí que supone un obstáculo en nuestra vida el no poder dormir como el resto. No poder conciliar el sueño traerá como consecuencias más estados nerviosos que no podremos controlar si no atajamos con el problema porque hay que indagar sobre la raíz que genera nuestro insomnio. Y si no somos capaces de resolverlo mediante técnicas de relajación o similares, no es ninguna vergüenza afirmar que podríamos necesitar algunos medicamentos que nos harán volver a ser los que éramos porque podremos dormir y es entonces, cuando valoraremos y entenderemos la importancia de sentarnos y tumbarnos en la cama sin pensar en nada más, sin sentir ese pánico a la noche.
Además, también hay que diferenciar entre esas personas que son propensas a dormir poco y que siguen siendo resolutivas a otras, que directamente, no pueden dormir por más que lo intenten.
Por lo tanto, no hay que mirar para otro lado ni esconder que las preocupaciones vitales puedan hacer que no sólo afecte al día a día sino también a las horas nocturnas. Muchísimas personas en nuestra sociedad padecen de insomnio pero resulta curioso, como nadie cuando se habla de ello, es capaz de hacerlo abiertamente ni de reconocer qué medidas está llevando para paliarlo. Y es que ante todo, hay que ser empáticos, es decir, ponernos en el lugar de la otra persona para poder hablar y sentir. Hay que considerar que no todo el mundo puede tener la misma fortaleza y ser conscientes de que quién padece insomnio no lo hace porque quiere, sino porque hay algo ahí que hace que se manifieste de esa manera. Y no dormir supone perder parte de la esencia y actitud que uno tenía antes de esta manifestación.
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