Susana Quadrado, comentando el viaje al Vaticano del arzobispo de Barcelona Juan José Omella en compañía de los componentes de la Conferencia Episcopal para reunirse con el Papa Francisco, en su escrito: Lo prometo por Jesusito, cita las palabras del arzobispo que resumen el encuentro: “Ha sido una entrevista cordial. No me ha dado un estirón de orejas”. Para justificar que el encuentro fue afable, lo hace diciendo: “Lo prometo por Jesusito”. Esta expresión la utilizó hace unos años el obispo de Lleida Salvador Gimenez cuando bendijo Jesusitos, figuritas para pesebres navideños. El canal de televisión TV13, popularmente conocido como la televisión de los curas, anuncia peluches bautizados con el nombre Jesusitos. Es necesario denunciar la banalización del Nombre Jesús que es ni más ni menos que el Hijo de Dios. No es nada correcto que los hagan altos cargos eclesiásticos ni medios de comunicación que de la Iglesia católica dependen.
El arzobispo de Barcelona para garantizar que la visita al papa fue cordial y que no hubo ningún tirón de orejas juró pronunciando el Nombre de Jesús en vano al referirse a Él como Jesusito. Cometió dos infracciones: “No tomarás el Nombre del Señor tu Dios en vano” (Éxodo 20: 7) y “sea vuestro hablar: sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, del Maligno procede” (Mateo 5: 37). A menudo es el miedo lo que impulsa a jurar para intentar esconder alguna falta cometida, o de esconder quien uno es. El apóstol Pedro empezó a jurar negando que conocía a Jesús cuando calentándose junto a quienes había le habían prendido uno de ellos le dijo que le había visto con Él (Mateo 26: 74). Los personajes públicos por lo general tienen una nariz más larga que la de Pinocho. Las hemerotecas se encargan de descubrir que los desmentidos son falsos. Antes se coge a un mentiroso que a un cojo. Intentar encubrir algo utilizando la mentita y el juramento no sirve de nada porque “no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido que no haya de salir a la luz” (Marcos 4: 22). Es posible que en el tiempo algunos secretos no sean manifestado, sí al final del tiempo, cuando todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para dar cuenta de nuestros actos y de nuestros pensamientos que han permanecido ocultos.
En la promesa que el arzobispo hace al periodista utilizando el nombre Jesusito, hay algo más que decir. Según Isaías 53: 8, 9 un abismo infranqueable existe entre Dios y el hombre. A pesar de que por la fe en el Nombre de Jesús el abismo se ha nivelado, Dios sigue siendo Dios y el hombre no ha perdido su humanidad. La fe en Jesús nos ha llevado a ser hijos de Dios por adopción y en consecuencia hermanos de Jesús. Jesús sigue siendo el Creador a la vez que el Salvador al que se debe venerar por ser Dios. No se le debe rebajar llamándole Jesusito como si se tratara de un amigote de farra.
Susana Quadrado ignora el laberinto en que se ha metido cuando dice que la Iglesia Católica y por extensión todas las iglesias cristianas que “avance y sobre todo que se dirija hacia dónde va la sociedad”. Si la Iglesia Católica y las iglesias cristianas caen en la trampa que les tiende Quadrado de que para sobrevivir tienen que ajustarse a las exigencias de la sociedad pecadora, no tienen razón de existir. La verdadera iglesia no es una institución religiosa por prestigiosa que ésta sea. Lo es el conjunto de todos los verdaderos cristianos. A esta iglesia los poderes infernales no la podrán destruir. Existirá sobre la faz de la Tierra hasta el final del tiempo. ¿Qué importancia tiene su existencia, oponiéndose a las exigencias de la sociedad? Una y muy valiosa: “Vosotros sois la luz del mundo, una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5: 14-16).
La Iglesia Católica y las otras iglesias cumplirán con su misión de ser la luz del mundo si se someten a la autoridad de Cristo que es la Cabeza de la iglesia. Esta fidelidad puede hacer que sean menospreciadas y acusadas de oscurantismo por no estar de acuerdo con los avances en las libertades sociales. Incluso pueden ser perseguidas en algunos lugares porque las tinieblas que prevalecen no pueden soportar la luz de Cristo que los verdaderos cristianos esparcen. Dios que es omnipotente y omnisciente sabe de antemano lo que les ocurre a sus hijos aquí en la Tierra. Los motiva a perseverar con estas palabras: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, MINTIENDO. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5: 11, 12).
Este es el precio que tienen que pagar los cristianos que se mantienen fieles a las enseñanzas de la Biblia porque haciéndolo se mantienen fieles a Cristo que por el Espíritu Santo inspiró a unos hombres por Él escogidos para que escribiesen las Sagradas Escrituras. Las iglesias no tienen que dejarse influenciar por el mundo. Son ellas quienes tienen que ejercer influencia para que el mundo deje de ser lo caótico que es por la falta de la luz de Cristo.
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