A lo largo de la historia hemos accedido a infinitos golpes de timón por parte de los dirigentes políticos de turno. Los discursos y los hechos de los detentadores del poder, están llenos de cambios de rumbo, que les permiten llevar a cabo actuaciones que influyen poderosamente en el presente y el futuro de los pueblos. Los historiadores, después de observar desde la distancia temporal, proceden a analizar los resultados de dichas decisiones de una forma lo más objetiva posible. Para ello se basan en las consabidas preguntas: ¿qué?, ¿quién?, ¿porqué?, ¿para qué?, ¿cómo? Y ¿cuándo? Hoy me ha dado por pensar el ¿para qué? Como supongo comprenderán, esta pregunta se encuentra encadenada a las decisiones políticas que se suceden cada día y a cada hora en nuestra querida España. ¿Para qué ésta avalancha de decretos, cambios de mentalidad, decisiones sin pensar en sus consecuencias, trastoque de los programas electorales, intervenciones en el Parlamento, dimes y diretes en los medios de comunicación, las tertulias, etc.? Solo encuentro tres opciones: Para el bien propio, para el bien de su partido o para el bien de su país. Hay una cuarta opción que no quiero contemplar: porque no tengo ni puñetera idea y soy un inepto total. Dejo en el acertado pensamiento de mis lectores la respuesta que estimen oportuna. Un buen momento de responder lo tendremos en las urnas. Cuando ellos nos dejen. Mientras tanto esperemos ver con lo que nos sorprenden mañana.
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