En una cultura ética repleta de principios atávicos no superados pareciera que la reprobación moral de la familia no venciese la idea de otredad al entender la primera como un espacio colonizado y externo a cualquier realidad por escatológica que resultase. El tacticismo político usa de forma sombría este tipo de herencias sociales para definir las fronteras entre lo posible y no posible. Algo que ilustra muy bien el reciente caso de minoría de edad política del presidente Pedro Sánchez, que junto a sus ‘spin doctors’, impelidos todos a influir en aquella sociología que más se ajuste a la recuperación del favor de los suyos - que sin duda lo necesitará y mucho - ve finalmente colmadas sus expectativas, gracias a la dualidad de su nuevo liderazgo personalista que gira entre el tótem referencial de una singular teoría de la liberación política y la encarnación cristiana de cualquier personaje de las novelas de ‘Corin Tellado’. ¿No echan en falta en este relato al ‘pajarito chiquito’ que allá por entonces hablaba con el candidato venezolano Nicolás Maduro?
El ‘placet’, ya lo tiene Creo no equivocarme si digo que hay una generación imbuida en un sinfín de creencias noveladas y vividas como propias. Tenemos esta particular sociología y no otra. Frente a ello, la clase política tiene la obligación de intuirla y actuar siempre con la lealtad esperada. La fragilidad social del ahora no resiste excesivas pruebas de ensayo y error, aún menos por motivaciones espurias y mediocres que únicamente persiguen agazaparse detrás de valores compasivos. Felipe González, ya advirtió en su momento del riesgo de ciertos sesgos que apuntaban al social comunismo. La tolerancia no es exportable a todo No cabe duda, que la extrañación precede al actual presidente, así como su manifiesta necesidad de loar la memez. Una habilidad genuina de la izquierda más histriónica, (toda una academia). Aunque nada sorpresivo para el registro del anecdotario. Tan solo cabe recordar el hito bochornoso de Pedro Sánchez, y no menos de su partido en el congreso federal del año 2016: su pataleta entre bambalinas, los amagos de pucherazo y la posterior tentativa kafkiana de recorrer cual peregrino las agrupaciones socialistas de España alumbrando la mente de disidentes obtusos. Ello presagiaba la altura política y su baja tolerancia a la frustración. Dejando a un lado las implicaciones últimas, y en el bien seguro que la crónica política dará debida cuenta, analizándolas supongo, como si de una cuestión de estado se tratara, entre tanto, sería poco justo, no regalarle una mínima lógica al meritado y original manuscrito del presidente. Éste último tan sólo comparable con el lanzamiento de la ‘Coca-Cola Cherry’. Perdonen, la ironía. En el ejercicio del contubernio político se trabaja, y mucho, en lograr un efectismo ventajoso mediante una adecuada anticipación, logrando así reposicionar al adversario y situarlo en un espacio que no le es ajeno, pero sí incómodo. No obstante, lo pertrechado en este tipo de actuaciones siempre se arguye desde la congruencia intelectual. Si no, acabas siendo tú el reposicionado y asumiendo el demérito de un lance erróneo. Conviene recordar que en política puedes hacer de todo menos el ridículo.
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