Estamos en el tramo final de la campaña electoral en Catalunya, el próximo domingo, 12 de Mayo, los catalanes acudirán a las urnas para elegir quién tendrá que dirigir la Generalitat. No es fácil predecir cuál será el resultado de unas elecciones en las que el independentismo puede perder la primacía que ha alcanzado durante los últimos años. A la actual legislatura todavía le quedaba un año de vida, pero Pere Aragonés decidió, el pasado mes de Marzo, convocar elecciones al Parlament catalán como respuesta a la negativa a aprobar los presupuestos por parte de la mayoría de los parlamentarios catalanes.
La actual legislatura fue parida con forceps. Junts pensaba ganar las elecciones y colocar a Laura Borrás como Presidenta de la Generalitat, pero los electores catalanes no votaron como ellos deseaban. El ganador de las elecciones fue Salvador Illa, del PSC, ERC quedó en segundo lugar con un diputado más que JUNTS, y esto no sentó nada bien entre los antiguos convergentes que estuvieron mareando la perdiz y alargando las conversaciones para formar una gobierno soberanista casi hasta el último momento donde, de mala gana, dieron sus votos a Pere Aragonés. Aquello ya se veía venir que iba a durar poco, las discrepancias eran continuas y los fieles de JUNTS amparados en las redes sociales no cejaban en sus ataques a los representantes de ERC. Finalmente poco más de un año después de la constitución del Gobierno este quedo roto, JUNTS dejaba, previa consulta a su militancia, el Gobierno de la Generalitat. Lo que mal empieza mal acaba, unos y otros culparon al otro de la ruptura. Y arreciaron los insultos en las redes sociales contra ERC y los desprecios de los postconvergentes a los logros conseguidos por los republicanos, incluso a la consecución de los indultos y de la desaparición del delito de sedición del Código Penal. Cualquier pacto con el gobierno de Madrid era considerado desde Waterloo como una traición, cosa de “Botiflers” y traidores. Así hasta que fue Puigdemont el que pacto con Pedro Sánchez a cambio de la amnistiá.
Son diversas las encuestas que hasta este martes se han publicado y en todas ellas dan como vencedor en estas elecciones a Salvador Illa, el representante del PSC, la sucursal en Catalunya del PSOE. Ya venció por muy poco hace tres años. La segunda plaza se la adjudican a Puigdemont, con su foto en la papeleta de votación y con la desaparición del color verde del partido por uno azulado en los paneles anunciadores donde la foto del líder y su nombre aparecen en una tipografía mucho más grande que el nombre del partido. Ataque de ego? Culto a la personalidad? Piensen lo que quieran. Yo creo que Puigdemont ha querido hacer de estas elecciones un plebiscito entre él y el resto de partidos. Ya ha dicho que si no le eligen President de la Generalitat abandonará la política. El tiempo dirá.
Aunque en política todo es posible, sigo viendo incierto el futuro de Catalunya. Hace falta un Gobierno que lleve adelante todo lo que los catalanes necesitan: mejoras en sanidad, enseñanza, transportes, vivienda, calidad de vida, entre otras cosas. Un gobierno fuerte frente a Madrid para reclamar y conseguir una financiación justa, una financiación que retorne a Catalunya lo que los catalanes con sus impuestos envían cada año a Madrid y no retorna, un Gobierno fuerte que haga que el Gobierno del Estado realice las obras publicas proyectadas y no, como ahora, tan sólo la mitad de lo presupuestado. Y, naturalmente, este Gobierno no puede estar presidido por Salvador Illa, un socialista que jamás lanzará piedras contra el tejado de un Gobierno del PSOE en Madrid.
Todo esto tendría que ser llevado a cabo por un Gobierno soberanista, en caso de que la noche del 12-M los números y el resultado lo permitan. Pero no soy optimista en que esto pueda pasar. Tendría que ser un Gobierno de coalición en el que unos y otros abandonaran los egos, en el que se olvidaran los insultos y el intentar presumir de los logros conseguidos ante Madrid. Y para ello hacen falta los votos de JUNTS, ERC, y CUP, tres partidos con enormes diferencias en materia económica y social, los primeros representan la derecha, más civilizada que el PP, pero derecha al fin y al cabo, los segundos en materia económica son una socialdemocracia a la que no podemos pedir peras al olmo, practicantes del dialogo más que de la amenaza, y la CUP es la extrema izquierda independentista pidiendo lo que parecen utopías, pero el tiempo nos ha demostrado que, a veces, las utopías se pueden conseguir.
Unir todos estos mimbres va a ser extremadamente difícil, tanto por las discrepancias personales que han habido en los últimos tiempos como por las diferencias que habrían a la hora de gobernar. El futuro es incierto a largo plazo, a corto, si los políticos catalanes no se ponen de acuerdo, está en unas nuevas elecciones en otoño que tampoco aclararían nada y enfadarían al votante que ya comienza a estar harto de pedir “seny” a los políticos independentistas y que, algunos, le den “rauxa”, porque sólo de esperanzas y un futuro largo e incierto no se vive.
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