Añoro aquellos tiempos en que cada día aparecían en mi buzón un cerro de cartas. No ha pasado tanto tiempo. Durante mi vida laboral como agente comercial, la labor de los esforzados carteros fue imprescindible para mi negocio. Pedidos, facturas, catálogos, tarifas, instrucciones de venta. Se cruzaba todo un conjunto de correspondencia que ponía en marcha y organizaba toda mi vida comercial. Estábamos preparados para ello. A lo largo de nuestra etapa militar o de relaciones sentimentales, enviábamos y recibíamos cartas a diario. Habíamos adquirido una habilidad epistolar suficiente. En muchas casas se esperaba con expectación el silbido del cartero o se escudriñaba en el buzón, buscando las anheladas noticias de los seres queridos. Han cambiado los tiempos. Ahora miramos nuestro casillero esperando, con temor, la aparición de una carta de hacienda, la factura de la luz, el agua o el teléfono, o el aviso de pago de toda suerte de impuestos. Por si acaso, procuramos miramos poco el buzón y de reojo. A ver si tenemos suerte y está vacío. Las cosas y los tiempos han cambiado. Ahora nos encontramos mucha propaganda electoral y alguna carta de los políticos que, de no hacernos ni puñetero caso, han pasado a contarnos sus cuitas y penalidades convirtiéndonos en su paño de lágrimas. Sigo pensando que lo ideal sería poner en práctica el axioma que dice: no news a good news. La ausencia de noticias es una buena noticia. (Perdonen por el anglicismo, pero esta frase es de ellos). Ahora, por desgracia, solo se trata de un rosario de noticias negativas. Me gustaría que los telediarios comenzaran hablando de mejoras y descubrimientos, continuaran recogiendo la labor de la buena gente y terminaran con el tiempo (y que encima lloviera). No la sarta de dimes y diretes que nos amargan la comida y las ganas de seguir en nuestras tareas. Espero que se acaben de una maldita vez las elecciones. Que nos pongamos de acuerdo en elegir a alguien con sentido común y capacidad de ponerlo en práctica. Que nos deje vivir en paz. Hace años que venimos tirando a la basura un montón de la correspondencia que recibimos. Inmediatamente nos damos cuenta que es propaganda. Pues lo mismo pasa con las cartas de nuestros queridos políticos. Más propaganda. No se las creen ni ellos. Menos samba y más trabajar.
|