Ciertamente, la fugacidad de todo es una constante universal. Aunque parezca que no, todo cambia con el transcurso del tiempo, queramos o no. La efímera naturaleza de la existencia es lo característico de lo material. En relación con el sentido de la vida, se han escrito infinidad de libros y artículos y se puede decir que, en realidad, supone una búsqueda personal, que cada individuo emprende con el deseo explícito de encontrar propósito y significado, en su paso por el mundo.
Se puede afirmar que la vida es un suspiro entre dos eternidades, la de antes de nacer y la de después de la muerte. La vida es un parpadeo en la eternidad del universo. Desde el momento en que llegamos a la existencia, cada segundo que avanza nos acerca a la desaparición material de lo que somos. Esta conciencia de la fugacidad podría ser aterradora, pero no lo es, porque tenemos el privilegio de haber nacido y disfrutar de la existencia y de las maravillas de la naturaleza y también es una extraordinaria y poderosa motivación, para vivir de la forma más plena. No se debe dar por sentado el presente del que gozamos, ya que dependemos, en parte, del azar y la contingencia.
La brevedad de la vida nos enseña a valorar el momento y a valorar las alegrías de la existencia. Nada es permanente, pero la capacidad de pensar y sentir compensa la conciencia de nuestra fugacidad, como seres humanos frente a los animales irracionales, que no son conscientes de la misma. Experiencia y cambio están indisolublemente unidos en el ser humano. La calidad, intensidad y cantidad de experiencias marca la diferencia, entre una vida excelente o buena. El sentido de la vida es algo que se construye y define a lo largo de la existencia de cada persona. Evidentemente, cada individuo debe o puede encontrar su propio camino, si así lo desea. Para algunos, el sentido vital se encuentra en la búsqueda de la felicidad. Para otros, en la autorrealización personal o profesional. También la conexión con los demás puede ser fuente de sentido.
La trascendencia o lo divino puede reforzar el sentido de la vida para los creyentes. Además, se puede considerar que dejar una huella en el mundo y contribuir a algo grande da sentido a la existencia. En resumen, el sentido puede sentirse con la creación artística del tipo que sea, con el servicio a la comunidad y también en el conocimiento. La narrativa de la vida de cada sujeto se escribe con acciones, decisiones y relaciones y también con perseverancia, tenacidad, constancia y sobre todo disciplina, que engloba todo lo anterior. En definitiva, la relación entre fugacidad vital y sentido es compleja y profundamente personal. Frente a un nihilismo desesperanzador es posible un optimismo ante lo que se puede realizar.
Realmente, en la tensión entre la efímera existencia y el descubrimiento del sentido se construye y define la condición humana. Es lo que expresaba también en su filosofía Unamuno, la trágica visión de una existencia finita, que se opone al ansia de inmortalidad propia de los seres humanos. El carpe diem o aprovecha el día, no confíes en mañana es una verdad intemporal, que sirve para todas las épocas. Se comprende que pensadores de la talla de Epicuro insistieran en los placeres moderados y necesarios y en la serenidad de ánimo, como algo deseable para una vida satisfactoria y placentera. Desde el estoicismo se afirmaba lo esencial de la resistencia ante los avatares de la vida, que pueden ser superados desde la firmeza y la tranquilidad. El cinismo, se aferraba a la despreocupación ante todas las cosas y daba un gran valor a la libertad, como vía hacia la felicidad y la independencia. La psicología actual desdramatiza la mayor parte de situaciones vitales y relativiza los problemas. En efecto, el miedo es una de las mayores causas de infelicidad, en el mundo digital en el que vivimos y lo era también en periodos pasados, sin duda.
Como conclusión estoy convencido de que se puede superar o vencer la brevedad de la existencia, luchando con entusiasmo y pasión, por lo que realmente queremos e intentando lograr metas y objetivos. En definitiva, con proyectos que podemos realizar o, lo que es lo mismo, persiguiendo nuestros sueños. De esta forma, estamos viviendo con intensidad y disfrutando de nuestras experiencias vitales. Arriesgarse es también una condición para sacar más partido a la vida. Con una actitud conformista no se puede avanzar en la autorrealización personal. Estamos en este mundo, para extraer lo mejor de nosotros mismos, si esto no se hace se está desperdiciando la existencia. La vida no solo es disfrute corporal o material, también es goce creativo, que es una expresión o dimensión humana irrenunciable en el ser humano, con el fin de ser lo que en verdad podemos ser. Es el desarrollo de nuestras potencialidades o fortalezas, los extraordinarios ejemplos de vida de artistas, inventores, filósofos, científicos, etc., así lo demuestran.
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