“Agustín de Hipona escribió que el gobierno es un mal necesario, porque en este mundo, todos los gobiernos, independientemente de la estructura que presenten, son una reproducción de la humanidad caída porque los gobiernos los forman personas pecadoras. Todo el mundo sabe que el gobierno humano puede ser corrupto. Lo que quería decir Agustín es lo siguiente: el mismo gobierno es malo, pero es un mal necesario porque el mal de nuestro mundo necesita ser frenado. Uno de estos medios de contención es el gobierno humano. Agustín aseguró que el gobierno humano no fue necesario antes de la Caída” (Robert Charles Sproul).
Poco después del inicio de la Historia, a medida que la población aumentaba y se constituían grupos tribales aparecieron los “varones de renombre” (Génesis 6: 4) que gobernaban las tribus. Gobiernos muy rudimentarios en un principio. Más complejos a medida que la población se iba haciendo más numerosa. La pregunta que tenemos que hacernos es: Los gobiernos son de origen humano o divino.
La Biblia es clara al respecto: establece el inicio de la autoridad en la familia. Dios el Creador delega autoridad en los padres al ordenar: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu Dios te da” (Éxodo 20: 12). La primera autoridad delegada por Dios en la Tierra son los padres. Los hijos tienen que obedecerlos. La anarquía no conduce a ningún buen final. Lo comprobamos en los graves problemas que afectan a las familias. El Nuevo Testamento ensancha el concepto autoridad al desplazarlo hacia la sociedad: “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. “De manera que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios se resiste, y los que resisten acarrean condenación para sí mismos…Porque es servidor de Dios para tu bien, pero si haces lo malo, teme, porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme, porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo” (Romanos 13: 1, 2, 4).
Las autoridades por el mero hecho de estar constituidas por personas pecadoras no se puede esperar que formen gobiernos perfectos. Es necesario hacerlo de manera legítima. El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos de Corintio expone la manera como los cristianos deben criticar al gobierno: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne, porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo” (2 Corintios 10: 3-5). ¿Cuáles son las armas carnales que a menudo se utilizan para oponerse al gobierno? Manifestaciones acompañadas de alborotos, roturas de cristales de aparadores, incendios de vehículos estacionados, y contenedores, destrozo de mobiliario urbano, insultos a los miembros del Gobierno…Estas son algunas de las obras de la carne.
El apóstol Pablo a pesar que no anda según la carne, su condición de hijo de Dios no le permite actuar dejándose llevar por los instintos carnales. Tiene que emplear las armas espirituales que son poderosas para destruir fortalezas, derribar argumentos y todo lo que se oponga al conocimiento de Dios. Las armas espirituales que tienen que esgrimir los cristianos a la hora de corregir los errores del Gobierno, son. “Amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5: 22, 23). Puede ser que no se puedan cambiar las malas praxis del Gobierno. Llegado a este punto dejar el asunto en las manos de Dios, porque: “No os venguéis vosotros mismos amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: mía es la venganza, dice el Señor” ((Romanos 12: 19). Lo más sensato y saludable para las personas es permitir que sea Dios quien haga justicia. Cuando la aplique, cuando lo considere oportuno, lo hará sin cometer ningún error.
La convocatoria del rezo del rosario en la escalinata de la Iglesia del Inmaculado Corazón de María de Madrid para protestar contra la ley de amnistía propuesta por l Gobierno, en la que no faltaron consignas políticas, ni insultos contra el Presidente del Gobierno: “Pedro Sánchez, hijo de puta”, todo acompañado de plegarias a la Santísima Virgen María, los convocados son responsables ante Dios de un comportamiento nada cristiano y, los organizadores del evento que lanzan la piedra y esconden la mano, lo son todavía más.
Los católicos que consideran al apóstol Pedro el primer papa, pienso que tendrían que prestar atención al comportamiento del apóstol cuando tuvo que presentarse ante el Sanedrín, la máxima autoridad religiosa del judaísmo para responder de la predicación y de los milagros que en el Nombre de Jesús se realizaban y que impactaban en la sociedad judía: “Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos, y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública” (Hechos 5: 17, 18). Cuando los apóstoles comparecieron ante el Sanedrín, el sumo sacerdote les dijo: “¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en este Nombre?” (el de Jesús) (v. 28). Entonces “Pedro y los apóstoles respondieron y dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (v. 29).
Esta respuesta apostólica pone en su sitio la autoridad humana. La respuesta a la desobediencia apostólica fue: “Y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el Nombre de Jesús, y los pusieron en libertad” (v. 40). Los apóstoles no convocaron una cacerolada en señal de protesta. Ni organizaron turnos de plegarias ante la sede del Sanedrín para protestar por la infamia recibida. “Salieron de la presencia del concilio gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” (v. 41). Cumpliendo con lo dicho de que tenían que obedecer a Dios antes que a los hombres, volvieron a su manera habitual de hacer: “Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (v. 42). Sin alborotos por la parte apostólica.
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