Una vez más me pongo a escribir basándome en un refrán (para mí, indudable fuente de sabiduría) que recoge el gran “Diccionario temático de Refranes y Paremias” de mi gran amigo el profesor Rafael Martínez Segura. Y voy a hacerlo para opinar sobre un asunto de rabiosa actualidad, que espero merezca el respeto que yo tengo para otros, aunque sean discrepantes.
Se trata de la posición de Begoña Gómez ante la llamada a declarar ante el juez Sr. Peinado.
Intencionadamente prescindiré de la parafernalia de su marido, de su abogado, policía y demás “protectores”. Tan solo me fijaré en ella, la investigada.
Sinceramente, con su actitud ha demostrado que no quiere colaborar, más allá de los justito, lo que me parece un síntoma, solo un síntoma, de culpabilidad. Porque si no tuviera nada que temer, le habría encantado exigir a sus “protectores” que se dejasen de bobadas. Porque ella, como mujer libre y sin nada que temer, se hubiera colgado el bolso, tomado un taxi y presentado ante Su Señoría, como cualquier persona en un país en el que se nos dice que todos somos iguales ante la Ley.
¿Quiero decir con ello que Begoña sea culpable? ¡Pues claro que no! Esas aseveraciones gratuitas y sin fundamento las dejo para el gobierno y sus adláteres.
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