Pasó el siglo XIX dividido en partes, no precisamente justas, entre la nobleza, la clase trabajadora mal pagada y la servidumbre religiosa, humillada de cabeza a los pies.
Llegó el siglo XX, con malas previsiones para la paz y con el fortalecimiento de ciertos grupos conocidos como “Sindicatos” que decían defender el bienestar, que no los derechos de las masas sociales “industrializadas” y sometidas al poder de las máquinas.
El choque fue tan brutal a nivel social y sobre todo a nivel de potenciales “terratenientes” convertidos en naciones con nombres y apellidos, que el enfrentamiento “ideológico, económico y social”, no se hizo esperar, lo conocimos como la Primera Guerra Mundial.
Su final dio origen a sociedades más reconocedoras del “vecino” y sus derechos, pero siguieron olvidándose de que las máquinas y el progreso se llevan a cabo con las manos y el esfuerzo de la “rama trabajadora de la sociedad”.
Esos olvidos “llenaron los años 30” de múltiples vaivenes, cada vez más violentos, acabando por no reconocer muchos derechos, unos por abusivos, otros por ser odiados por su ideología religiosa y otros muchos porque seguían pensando que eran parte de la famosa nobleza, hacía años aparentemente desaparecida.
Se produjo la guerra civil, por un conjunto de enfrentamientos ideológicos, incapaces de dialogar entre sí. Eso significaba, sencillamente, que el poder en sus aspectos más destacados, económico, social y religioso, era el factor PREDOMINANTE en las IDEOLOGÍAS.
Finalizada la guerra civil, volvieron, por pura lógica militar, los famosos triunviratos dirigentes de la masa social componente de cualquier sociedad: el poder “religioso”, el poderío de la “nobleza tradicional” y el agrupamiento organizado “Militar”.
Entre sí, esos poderes , equidistantes y equilibrantes, protegían privilegios y siempre, siempre... los intereses disfrazados de “seguridad social”; por eso doña Isabel “peñalobos”, marquesa por herencia ..., monseñor “Zubiri Montesinos” mandatario cardenalicio con corte toledana... y el generalato con sus “distintivos estandartes"... enfrentamiento, tras enfrentamiento mantenían sus “credenciales de superioridad social”, que no, muchas veces moral. Es la historia escrita, hablada y contada, con el lenguaje permitido según territorios... EL RESUMEN SIEMPRE ERA EL MISMO: “a las cinco madrugaba el labrador, recorría su corral, preparaba la bolsa de las viandas y, tras mirar al cielo gris, azul o soleado comenzaba a caminar hasta la tierra, única esperanza de vida, alimentada de esfuerzos. A las nueve el ayudante del cura abría la iglesia y encendía las primeras velas a la espera de “don Agustín”, pequeño “dios” servidor o señor dispensador de vanidades humanas. A las diez, comenzaban abrirse los ventanales señoriales, envidia del pobre “hacedor del pueblo”, pero siempre respetuoso de un poder que “misteriosamente” se trasmitía de padres a hijos, Unas horas antes la “tropa” limpiaba letrinas, barría pasillos, rastrillaba los patios y, tras tomar su café con pan mendrugado comenzaba las tareas militares, las más repetidas que la historia ha trasmitido: enseñar seguridad perdiendo el miedo a la violencia.
Historia dura, pero repetida con colores de toda clase; la alegría, triste acompañante de la dureza diaria, la llamaban pueblo; la taberna fue convertida en medicina natural para suavizar la memoria. El otro día escuche el comentario de la Conferencia Episcopal Española, sobre el acuerdo para las indemnizaciones por los daños causados por los abusos de tipo sexual en el ámbito eclesial. Llamó la atención el aspecto “justificativo” que al parecer clarificada la no indemnización a posibles víctimas.
Cada día que pasa tengo más dudas si la Iglesia es la personificación de JESÚS en la vida de todo ser viviente o es una supra organización religioso-política-económica, con fines, no dudo que “buenos”, pero muchas veces MUY POCO CLAROS. Contemplar a JESÚS desde la cotidiana cercanía es contemplar una nebulosa de dudas cada vez más grandes sobre la triste realidad de sus “pastores” Aprendí, de rodillas, a contemplar, gracias a la FE trasmitida por mis padres, la realidad de un CRISTO CRUCIFICADO, LA HISTORIA REAL DE HACE MÁS DOS MIL AÑOS y LOS MILES DE CREYENTES, MÁRTIRES POR SU FE. Y ahora, tengo que escuchar que las responsabilidades morales deben juzgarse con las leyes humanas...
¿Dónde está el LÁTIGO QUE CRISTO MANEJÓ EN EL TEMPLO?
Vuelvo a pensar que la DUDA, sincera, es la única vía que me conducirá de nuevo hacia la VERDAD DEL AUTÉNTICO JESÚS.
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