Las relaciones familiares son algo complejas según el número de integrantes, es decir, cuantas más personas existan en nuestro núcleo, más divergencias aparecerán porque a pesar, de contar con la misma sangre no desarrollamos perfiles idénticos. Anteriormente, el número de hijos que se tenían no es parecido al de hoy, siendo escasos los nacimientos o incluso, renunciando completamente a ellos. Las cosas han cambiado y se está creando una sociedad en la que el individualismo está presente por encima de la preocupación o interés emocional, pero esto ya no sucede sólo con amigos o conocidos, sino que también puede pasar con los propios familiares.
Compartir sangre nos convierte en familia y como tal, tenemos la obligación de actuar en consecuencia, pero a veces, sucede, que la unión es más fuerte con aquellas personas que uno elige en vez de con nuestros lazos de sangre. Sin querer las actitudes y formas que tenemos con otros, los tenemos con la propia familia o ellos con nosotros. Las personas van actuando por interés o con un motivo que hace que se comporten de una determinada forma y cuando eso se empieza a dar en una familia, al final surgen las decepciones e incluso, puede desembocar en que se pongan distancias para evitar más daños. Y es que siempre nos duelen más aquellas acciones de los nuestros que de otros y aunque la sangre cumpla su función de unión, no es más que eso, una unión biológica que, a veces, carece de unión emocional en la práctica.
¿Cuántas familias discuten por herencias cuando anteriormente parecía que todo iba bien?, ¿cuántas personas de sangre conocemos que han cuidado a alguien con la intención de quedarse con su herencia?, ¿cuántos problemas han surgido entre hermanos por discrepancias entre ellos?, ¿cuántos padres o madres han renunciado a sus hijos por no luchar judicialmente y gastarse el dinero?, ¿cuántos enfados surgen a raíz de que un hijo pida constantemente dinero a los padres ya en la edad adulta para cosas que no son necesarias?, ¿cuántos padres han pasado de sus hijos por rehacer sus vidas con nuevas parejas?, ¿cuántos primos se conocen sólo por fotografía porque en la vida real si se encontraran por la calle ni se reconocerían?, ¿cuántas llamadas desinteresadas se reciben sin ningún motivo detrás?, ¿cuántos familiares se alegran de verdad de que a uno le vaya bien?, ¿cuántas veces alguien de la familia te pregunta sin ánimo de cotillear?
Es decir, socialmente tenemos la obligación de comportarnos y dar una imagen ante los demás cuando hablamos de nuestra familia y en esto están incluidos primos, tíos, sobrinos… Todos forman parte de nuestro núcleo familiar y será por sus acciones o por las nuestras, cuando eso se rompa porque a diferencia de un amigo estamos acostumbrados a que la familia nos pueda o podamos hacer de todo, porque hay que perdonarlo. Cuando hablamos de conocidos o amigos, tenemos muy claro cómo actuar, pero cuando se trata de lazos de sangre, la sociedad nos impone cómo actuar y está muy mal visto de cara a la galería, cortar esos lazos a pesar del daño que nos produzcan.
Al final, la familia es lo que es, es decir, un núcleo que nos aporta seguridad y habilidades sociales que extrapolamos a otras esferas donde, además, existen diferentes grados que nos vinculan a ellos. La familia es protección, es confianza, es apego, es ayuda y, sobre todo, humildad. Y cuando todo esto se desvirtúa o se intoxica ya sea una vez o a lo largo de los años, ya dicho término perderá su significado más básico y real. Pasará a ser algo donde la estabilidad perderá su total presencia y donde el apego será manipulador o intencionado.
Las personas necesitamos un clima en el que exista algo de bienestar. Obviamente, no siempre será así porque en las relaciones familiares, al igual que en las sociales, aparecen altibajos que harán que surjan discrepancias y malentendidos, pero eso es normal, porque las personas no somos estáticas en nuestros comportamiento y actitudes, por lo que lo más importante en vínculos familiares es saber si dichas relaciones son mutuas en el sentido de humildad y seguridad afectiva, ya que en caso de no ser así, el dolor que puede aparecer será mayor porque las expectativas sociales nos hacen creer que todo se puede perdonar y olvidar a pesar de ser conscientes, de la toxicidad que esos familiares pueden crear.
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