Al Partido Popular le gusta jugar con fuego con amistades tan peligrosas como la extrema derecha. Ya lo hizo Rita Barberà, antes tratada por los suyos como una apestada y ahora rehabilitada, honrada y homenajeada por su fiel discípula la alcaldesa Català. A Rita, en 1991, le salió bien la jugada, había perdido las elecciones frente a la candidata del PSOE, Clementina Ródenas, pero encontró un fiel aliado en Unión Valenciana, un partido cuya única ideología, enmarcada en la defensa de la franja azul de la Señera, era el odio hacia todo lo que tuviera que ver con Catalunya y el secesionismo lingüístico, y las mesnadas de Lizondo la sentaron en el trono municipal en el que estuvo como reina y señora durante más de veinte años, a lo largo de los cuales se merendó a los “valencianeros” de González Lizondo y convirtió el Ayuntamiento de València en la cueva de Alí Babá.
María José Català, al frente de la lista del PP, ganó las elecciones, pero para seguir el camino de su admirada predecesora le faltaban votos, y no hizo ascos a pactar con el fascismo, al fin y al cabo el jefe de la extrema derecha, Abascal, se crió mamando de las ubres del Partido Popular, son como de la familia, hermanos de leche. Aunque Catalá no va a poder repetir la jugada de Barberá, no va a poder merendarse a los ultras, estos han venido para quedarse y la alcaldesa va a tener que tragarse más de un sapo si quiere seguir calentado, sin sobresaltos, el sillón de la alcaldía en los casi tres años que le quedan de mandato. Es el peaje que hay que pagar cuando se cultivan amistades tan peligrosas que, a una orden de Madrid, te pueden dejar compuesta y sin novio, como hace unos meses le ocurrió a su conmilitón Mazón en el Gobierno de la Generalitat.
El pasado lunes el salón de sesiones del Ayuntamiento de València vivió una sesión tensa, con gritos y alborotos, es la única cosa que saben hacer en ese partido de ultraderecha con nombre de diccionario de mi juventud. La oposición había presentado una propuesta para celebrar un pleno solicitando la retirada de distinciones a la antigua alcaldesa Rita Barberá, rehabilitada por su distinguida discípula María José Catalá. La actual alcaldesa colocó la discusión de este tema en un pleno siguiente a la celebración del pleno sobre “El Estado de la ciudad”, con la esperanza que después de un largo espacio de tiempo hablando de la ciudad la discusión sobre la retirada de homenajes a Rita, “la dama de rojo” que amaba el azul mahón de las camisas falangistas, cogería cansados a los ediles y en un tris tras quedaría solventada la papeleta.
Pero la discusión de sobre el estado de la ciudad fue tensa, la alcaldesa se dedicó a prometer, ya conocen el dicho al que algunos políticos son tan aficionados: “prometer hasta meter y una vez metido nada de lo prometido”. La alcaldesa prometió a los valencianos 4.600 viviendas localizadas en Benimamet, 300 euros a partir del 2025 por cada hijo que nazca y cortar la luz a los apartamentos ilegales. De momento de las 4.600 viviendas prometidas solo 1.000 serán de protección pública, mal negocio si lo que se quiere es luchar contra la falta de viviendas asequibles, mucho me temo que estemos ante una nueva especulación favorable a los constructores, durante tantos años amigos y financiadores del PP. Los 300 euros por hijo servirán para pagar una mísera canastilla para el recién nacido y el taxi para acudir a parir a La Fe, y en cuanto al corte de luz a los apartamentos ilegales, primero tendrán que encontrarlos y después poner en marcha lo prometido. Estas promesas son como el “amor d’amo, aigua en cistella”, que se escurren con el paso del tiempo.
La señora Català, al frente de su grupo y con la inestimable colaboración de sus aliados, no renunció a dejar sin efecto ninguna de las distinciones otorgadas a doña Rita, que, para vergüenza de toda una ciudad sigue siendo Alcaldesa Honoraria y teniendo un puente sobre el Turia, lleno de flores y con su nombre. Esta gente del PP tienen poca memoria, las hemerotecas a veces son muy crueles, y su consulta en este caso nos dice que a mediados de setiembre del 2016 el Tribunal Supremo citó como investigada a Rita Barberá en un caso de blanqueo de dinero junto con la mayoría de sus concejales en aquellas fechas. El PP le pidió su dimisión y tras 24 horas la señora Barberà dimitió, dando así un respiro al PP que no las tenía todas consigo. pero mantuvo su escaño como senadora, a partir de ese momento sus antiguos conmilitones la trataron como una apestada. Todavía recuerdo cómo, por los pasillos del Senado, iba detrás de García Margallo, llamándole, mientras éste parecía huir del contacto con ella, una mujer que había dado todo por el PP y ahora le hacían el vacío sus compañeros en el Senado. Dos meses después falleció en la soledad de una triste habitación de hotel. Ahora, los mismos que la denostaron la han distinguido con el título de Alcaldesa Honoraria de València y con el nombre de un puente. Ni ella ni la ciudad lo merecen.
Antes, en el pleno anterior, el fascismo había hecho gala de su mala educación y su prepotencia. Durante las intervenciones de las representantes de València Acull y de la Intersindical el portavoz de VOX, Juan Manuel Badenas, se dedicó a interrumpirlas continuamente, con diversos gritos, sin que fuera, oficialmente, llamado al orden por su socia en el Ayuntamiento, la alcaldesa Català. Finalmente el representante de la extrema derecha abandonó el pleno cuando fue llamado “fascista” por Borja Sanjuan, representante del PSOE. Tal vez ha llegado la hora en que los representantes de la oposición, COMPROMÍS y PSOE, en el Ayuntamiento se pongan las pilas y comiencen a hacer una buena oposición que llegue a los valencianos y a llamar a las cosas por su nombre. Hay que recuperar València de las manos de PP y VOX, tal para cual.
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